El abogado de las empresas de Villarejo se desmarca de sus actividades: «Yo era un mero empleado»

Rafael Redondo reivindica ser juzgado por lo que se supone que hizo y no por lo que se atribuye al comisario

Rafael Redondo, abogado de las empresas de Villarejo ABC

Isabel Vega

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Del abogado Rafael Redondo se dice que era socio de José Manuel Villarejo prácticamente desde que arrancó la causa en noviembre de 2017 y no tanto por su peso en el accionariado del entramado empresarial del comisario, que no llega a un 1%, como por el hecho de que llevaba más de dos décadas trabajando con él. Sentado en el banquillo y ante una petición de condena que supera los cien años de cárcel, se ha esforzado en defender ante el tribunal que estaban juntos, sí, pero no revueltos: Villarejo era «el único jefe» y él era «un mero empleado». «Nunca me he sentido socio».

Responsable de Stuart & Mckenzie, el bufete del Grupo Cenyt con el que Villarejo facturaba buena parte de sus trabajos, a lo largo de dos jornadas de interrogatorio de la Fiscalía Anticorrupción y su propio letrado, Antonio Tapia, ha reducido su participación al diseño y puesta en práctica de la «estrategia jurídica» que llevaban aparejada algunos encargos. Y ni siquiera en el pormenor, pues a veces, sólo supervisaba a otros letrados.

Al menos así lo hizo en Iron, el presunto espionaje a un bufete de abogados -implicó la presentación de una denuncia-, y en Land, entre miembros de una familia adinerada -donde había varias causas contra otras empresas de por medio-, tal y como ha venido declarando. En Pintor, el intento de extorsión a un exjuez que Villarejo definió como «un favor a una amiga», niega haber jugado papel alguno. «Mi única participación es estar aquí sentado».

A Redondo los investigadores le sitúan pedaleando en el Tándem que da nombre a toda la causa junto al comisario Villarejo entre otras cosas, por su presencia en las reuniones inmortalizadas grabadora mediante. De hecho, se le atribuye realizar sus propios audios, asunto sobre el que no ha querido responder porque tiene toda la prueba sonora de la causa impugnada. Villarejo llegó a decir en su turno que el CNI también le grababa en remoto. Él ha preferido no entrar ahí y se ha limitado a explicar qué hacía en aquellas citas.

«Voy porque me convoca Villarejo»

«Mi cometido en esas reuniones es ir porque me convoca Villarejo, para resolver los temas jurídicos, acompañarle, darle apoyo en sus labores de marketing y dar impresión de empresa más sólida», dijo sobre uno de esos encuentros grabados. Imagen habían de dar, porque según ha apuntado en otro momento de la declaración, «a veces da la sensación de que aquello era una compañía como IBM» pero sólo se trataba de «un grupo de personas» que se veían «todos los días». Un grupo donde se intercambiaban opiniones pero «el único jefe era Villarejo».

Y así, se ha centrado en levantar un muro entre ambos, reivindicando que no le pidan cuentas sobre lo que hiciera el comisario, sino sobre lo que personalmente hizo o dejó de hacer. A su favor, que Villarejo en su turno siguió la misma estrategia, asumir la última palabra en cada decisión de la empresa y situar a Redondo como un asalariado. «Se me acusa como si todo lo que hace Villarejo me afecta o me beneficia», ha espetado en un momento de la declaración. En otro, ha afeado al fiscal César de Rivas que le estuviese preguntando «por frases que dijo» el comisario y que «nada tienen que ver» con lo afirmado por él.

Con más vehemencia se ha defendido de la acusación de manejar, como el comisario, datos extraídos de bases reservadas: « Yo no me dedico a la obtención de información de fuentes prohibidas, tengo otra profesión », ha zanjado. Sobre los informes de los proyectos que contenían esos datos, ha explicado que en general, Villarejo prefería reportar en persona, porque «le gustaba más ver a los clientes y expresarse a la cara e ir cambiando un poquito el discurso sobre la marcha». «No era partidario de entregar por escrito pero había clientes que los pedían y el cliente manda», ha añadido.

Los asuntos «oficiales» y la «muralla china»

Esos son los documentos que se han intervenido en la causa y de los que Redondo se ha desmarcado, pues ese tipo de reportes para el cliente no eran su competencia. Lo suyo, ha insistido, era la parte jurídica. «Yo no sé qué informes se han entregado ni cuando» , ha añadido. Pero ese material fue intervenido también en su domicilio y oficinas y sobre eso, Redondo ha alegado que funcionaba como «el archivero». «Me decían guarda esto y yo lo metía en la carpeta correspondiente (...) no significa necesariamente que yo lo haya leído todo».

Y tampoco sabía que Villarejo era Policía, o al menos, no hasta que le invitó al evento por el que le estaban dando una medalla. Es la misma versión que ofreció el comisario, sólo que Redondo creía recordar que aquello había sido en 2015, cuando había ocurrido un lustro antes. De todas formas, daba igual porque ha insistido en que estaba acostumbrado a escucharle decir que en tiempos fue policía, no que lo siguiese siendo.

Sí era consciente de que su «jefe» tenía asuntos «oficiales» para los que dejaba, según su relato, al resto de la plantilla «al margen», como si fuese «una especie de muralla china». También de que hacía «favores» por los que Cenyt no facturaba porque quería «tener buena relación» con «muchísima gente». Pero Redondo no estaba ahí «para discutirle» sobre cómo gobernar la compañía. «Yo no soy Cenyt -ha llegado a decir-. Cenyt es Villarejo».

Las sesiones se reanudan este miércoles, cuando arrancan las testificales.

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