Manuel Marín - Análisis

Abierto en canal

En Génova se instaló la falsa percepción de que el enorme desgaste causado por la corrupción en el PP había tocado fondo. Error

Manuel Marín

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Las elecciones generales de junio del año pasado, que provocaron la convulsión autodestructiva del PSOE para permitir una investidura in extremis de Mariano Rajoy, supusieron un engañoso bálsamo en el PP. En Génova se instaló la falsa percepción de que el enorme desgaste causado por la corrupción en el PP había tocado fondo, y que ya no podría aumentar la erosión provocada por los desmanes de la trama Gürtel, o por Luis Bárcenas y las investigaciones sobre los sobresueldos y la financiación opaca del partido, o por el enriquecimiento inmoral de los encarcelados de la red Púnica. La situación solo podría tender a mejorar porque a peor ya no podía ir.

El Gobierno impulsó decálogos contra la corrupción, marcó distancias entre un «PP del pasado» y el «nuevo PP» –ruptura con José María Aznar incluida-, y trató de subirse en marcha al proceso de «regeneración» acuñado por Ciudadanos y Podemos con dosis de demagogia populista jamás vistas en España. Pero el PP siempre actuó a rebufo de los escándalos, visiblemente forzado, muy baqueteado por la opinión pública y sin regularidad. Vivía a espasmos en cada sobresalto, en la conciencia de que tendría que convivir con fatídicos fantasmas entre sus paredes, pero carentes ya de capacidad para hacer más daño electoral. Error.

Los tiempos políticos son mucho más veloces que los judiciales. Por eso, los entresijos jurídicos del pasado se confunden en la inevitable nebulosa del presente. Todo se mezcla en un tubo de ensayo tóxico para acrecentar la indignación ciudadana. Lo que se fue ayer, vuelve hoy porque el paquidérmico entramado de nuestra justicia entierra a sus muertos tarde y mal. El PP sigue abierto en canal. Se confió. No se había preparado psicológicamente para esta avalancha. Ni siquiera contaba con que un juez fuertemente ideologizado, y que ha dejado múltiples muestras de su sesgo contra la derecha en múltiples escritos, fuese a imponerse a otros dos magistrados para citar a Mariano Rajoy como testigo en el caso Gürtel.

No es que Rajoy disfrute en la convulsión. Pero se maneja en ella con envidiables dosis de flema esperando a que el tiempo diluya el drama y ofrezca salidas. Cuestión de prioridades y personalidad. Sin embargo, la contaminación se contagia por todo el cuerpo del PP sin remisión. No es fácil transmitir que el pasado es pasado, y el presente, presente, porque en el ideario colectivo todo discurre encadenado dañando a la marca. Ser taxativo y convincente para arrinconar la escoria entraña riesgos, sacrificios y destituciones. Si la manta es corta, no puede cubrir cabeza y pies a la vez. El PP se debe un reciclaje a fondo.

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