Fin
Sánchez vive horas de vino y rosas y su rostro refleja una satisfacción candorosa. Pero su alegría es flor de un día.
![Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, ayer](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2018/06/02/pedro-sanchez-rajoy-kN9D--1248x698@abc.jpg)
Solo hay dos presidentes del Gobierno, en la reciente historia democrática española, que no han podido acabar sus mandatos. Suárez dimitió cuando supo que se estaba urdiendo una moción de censura contra él con el apoyo de algunos diputados de su grupo parlamentario. Antes de irse dejó una imagen que ha pasado a la historia. Gracias a su sentido de la dignidad , la cabecera del banco azul fue el único asiento que no quedó vacío cuando Tejero, pistola en ristre, irrumpió en el hemiciclo y se lió a tiros con el artesonado del techo. Los demás se tiraron al suelo como un solo hombre. Treinta y siete años después, durante la despedida del otro Jefe de Gobierno descabalgado a destiempo, el escaño vacío ha sido el de Rajoy.
Ninguna metáfora explica mejor la orfandad de los españoles que se sienten desprotegidos. Mientras los intereses nacionales caían en manos de una cuadrilla de arribistas sin más intereses comunes que el enemigo a batir, Rajoy ahogaba sus penas en un restaurante de Madrid. Si no quería para sí mismo un final político que le avergonzara, las cosas no han podido salirle peor . No solo pasa a la historia como el primer presidente abatido por una moción de censura, sino que además lo hace después de haber sido traicionado por los mismos a quienes había untado generosamente para que le ayudaran a agotar la legislatura. Si creía que mandando a hacer puñetas la sostenibilidad del sistema de pensiones o dejando de recurrir ante el TC el voto delegado de Puigdemont y Comín ganaba el tiempo necesario para aguantar en La Moncloa dos años más, ahora ya sabe que se equivocaba. Perdió la dignidad al pagar tan alto precio y encima se ha quedado sin recompensa.
De esta forma calamitosa, tirando a indigna, se derrumba uno de los dos pilares que han sujetado el sistema bipartidista que nos ha traído hasta aquí. Ya veremos si ahora el PP es capaz de reinventarse, tras haber perdido la posición electoral en detrimento de Ciudadanos. Hace demasiado tiempo que dejó de escuchar las demandas de sus votantes. El partido apestaba a estructura de poder. Ahora que lo ha perdido apesta a escombros.
Pero no es solo el pilar diestro del bipartidismo el que se ha venido abajo con la caída de Rajoy. También el siniestro está a un cuarto de hora de desplomarse. Sánchez vive horas de vino y rosas y su rostro refleja una satisfacción candorosa. Pero su alegría es flor de un día. Aunque ha culminado el milagroso prodigio de subir al cielo después de haber conocido los rigores del infierno, lo que es bueno para él es muy malo para los suyos. El golpe de mano parlamentario ha prosperado sobre la falsa ilusión de que existía un imperativo ético que solo podía ser satisfecho con su investidura incondicional como presidente del Gobierno. A cambio del sacrificio incondicional de todos sus cómplices, él se reserva el privilegio de instalarse en La Moncloa con un gobierno monocolor, avalado por la ridícula cifra de 84 diputados, con el objetivo de aprovechar las ventajas que proporciona el ejercicio del poder de cara a unas elecciones cuya fecha elegirá a su conveniencia. Si de verdad cree que los 21 partidos que le han ayudado a liquidar a Rajoy van a respetar los términos de ese acuerdo es que es tonto de baba. Debería tomar buena nota del pago que le han dado a su antecesor quienes fingieron ayudarle a durar en el cargo. Antes de que el gallo cante dos veces, ellos le habrán negado tres.
Pincho de tortilla y caña a que al llegar al Palacio de la Moncloa a lomos de Frankenstein ha cavado la fosa donde irán a parar los huesos de su partido tan pronto como los electores tengamos la oportunidad de acudir a las urnas. Para sacarnos de un lío morrocotudo, el último servicio de PP y PSOE a la política de la alternancia ha sido el de meternos en otro todavía peor. Vayan con Dios.
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