acotaciones de un oyente
La empanadilla final
El próximo parlamento, sin grandes mayorías, será más fiel al reflejo de la calle y resultará mucho más emocionante

Qué triste se queda el Manolo. La conciencia terminal se abatió sobre los periodistas cuando Juande Colmenero convirtió en liturgia la deglución de su empanadilla porque sabía que era la última. La última de las parlamentarias: no se me confíen las empanadillas que Juande las encontrará donde estén. Alguna copichuela se atizará todavía. En los bares colindantes, al caer la tarde, los diputados que no repetirán se despiden de los periodistas con quienes convivieron. Para algunos, el final de la legislatura lo es también de una vida profesional. Al menos, éstos no sufren la ansiedad de quienes aún no tienen confirmada la presencia en las listas o, estando, temen quedar fuera por un mal resultado electoral.
Cuenta Antonio Montilla que esta incertidumbre alcanza incluso a los caseros del barrio, que no saben si conservarán el inquilino -un diputado de provincias- o si deben colgar el cartel de «Se alquila» . La estruendosa ovación a Rajoy de su bancada, correspondida por el presidente, puede tener que ver con esto. Fue en parte un llenarse de energía y resolución para la campaña, disfrazando el pesimismo existente. Pero la pizca de sobreactuación sugería que las últimas plazas en las listas las decidirá el aplausómetro que mide el culto al líder. Como en los córners, se trataba de meter codo al vecino de escaño para que aplaudiera menos.
En el Hemiciclo no hubo una sola grieta emocional. Ningún cariño de despedida. Baste como ejemplo la pregunta de Rosa Díez , que es de las que se van después de muchos años en política de primera línea, y que no por eso dejó de ser combativa al enumerar todas las mentiras que adjudica al presidente. Rajoy, con displicencia, casi con altanería, la despachó con una recomendación de «humildad» para el resto de su vida. En general, ésta fue la actitud de Rajoy. Parecía estar diciendo: «Esto cierra ya y me libro de todos ustedes, así que desahóguense rápido que tengo fuera el coche en marcha». Por eso se hizo resbaladizo cuando Schz, acusándolo también de mentir, quiso arrastrarlo a un conato de primer debate electoral en el que intentó aprovecharse de los desajustes presupuestarios planteados por Bruselas. ¡Un secretario general socialista poniéndose estricto con el déficit! Pero Rajoy apenas se fajó y de hecho salió del parlamento en cuanto pudo, sin arropar a su vice (el lenguaje corporal entre ambos es frío) y sin detenerse a paladear la melancolía por estos cuatro años intensos en los que el parlamento hasta ha proclamado un rey. Incluso Moragas, cuando, mientras salía detrás del jefe, pasó junto a la bancada socialista, agitó la mano, algo burlona, en despedida.
Termina, por tanto, la legislatura y, con ella, un prolongación social del parlamento que se quedó obsoleta. No me cansaré de decirlo: la próxima configuración parlamentaria, carente de grandes mayorías, será más fiel al reflejo de la calle y resultará mucho más emocionante. Con los líderes emergentes por fin dentro, la televisión dejará de ser el ágora y el parlamento recuperará su nervio perdido . Volveremos para la investidura, cuando todo lucirá de nuevo tan flamante que la empanadilla de Juande será la primera.
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