Los barones quieren que Rajoy adelante las listas
El sábado le pidieron que no apure los plazos. Creen que, con o sin polémica, Sánchez y Rivera llevan la iniciativa. Cospedal y Maíllo ya trabajan en las candidaturas
Día de Santa Teresa en Vitoria. Mientras Pedro Sánchez y Albert Rivera cenan en la misma mesa en Barcelona, durante el fallo del Planeta, Alfonso Alonso, mandatado por el presidente del Gobierno, sutura en un restaurante discreto, pero de buena mesa, junto a sus más fieles compañeros alaveses, la herida que la marcha de Arantza Quiroga ha abierto en el PP vasco . El ministro de Sanidad, contagiado por su cargo, firma el diagnóstico y administra el remedio: la «confusión» a la que ha llevado su enemiga política al castigado PP vasco ha de conjurarse con un nuevo equipo que encabezará él, por orden de Rajoy.
La agonizante legislatura permite que un titular de una cartera del Gobierno compatibilice ambas responsabilidades. Como muy tarde, el presidente disolverá las Cámaras el 26 de octubre y desde el 20 de diciembre, día de las elecciones, Alonso será ministro en funciones. Sin embargo, a la velada vitoriana ha llegado únicamente con el sello de Rajoy para liderar a los populares vascos; todavía no ha hablado con el «jefe» si le reservará para ser candidato a lendakari o encabezará la lista por Álava a las generales. En la guerra de nervios que vive el PP a dos meses de las urnas, estar o no en el Parlamento nacional la próxima legislatura cobra una importancia inusitada. Un compañero de Alonso recuerda que el ministro de Sanidad «está considerado como uno de los dirigentes del PP mejor situados para la nueva etapa política que se abrirá tras el 20-D . En el País Vasco o en Madrid. Y con el apoyo de la vicepresidenta».
A la hora de esa cena, María Dolores de Cospedal, amiga de la política vasca dimisionaria, ya sabe que sus intentos por maquillar la espantada de Arantza, tras la laxa moción sobre terrorismo, como si fuera un repentino retiro doméstico es pasto de las chanzas de la prensa, de la oposición y del derrotismo de sus compañeros. Algunos, con altas responsabilidades en Moncloa, comparan la situación con el nombramiento de Juan Manuel Moreno Bonilla como líder andaluz. Como ayer, ahora también los analistas anotan el tanto en el casillero de Soraya Sáenz de Santamaría, próxima a Alonso, y lo interpretan como la enésima derrota de la expresidenta de Castilla-La Mancha. Curiosamente, en el vértice de la otra guerra de la semana también se halla la vicepresidenta. Los ataques cruzados entre Montoro y Margallo son el exponente del enfrentamiento entre el núcleo duro de Rajoy enfrentado a la número dos, el llamado G-5 (Ana Pastor, Fernández Díaz, José Manuel Soria, García Margallo y el ya exministro Arias Cañete) y los fieles a la portavoz: el propio Montoro, Alonso, Báñez y Ayllón.
Pero en el PP no están para marcadores políticos. El lunes, el presidente del Gobierno se despide del Rey en la recepción del Palacio Real camino de Nueva York sabiendo ya que Cristóbal Montoro, al que Rajoy sigue otorgando un plus de confianza y agradecimiento por el desgaste que ha sufrido tras los recortes, se ha creído en el derecho de «desahogarse» públicamente contra Aznar, Margallo (que lo encaja mucho peor de lo que a primera hora demuestra ante las cámaras) y fundamentalmente contra «el nuevo PP». Es decir, contra los cuatro vicesecretarios con los que Rajoy empezó a conjugar el verbo renovar: Javier Maroto, Pablo Casado, Andrea Levy y Martínez-Maíllo, que no paran de decir en los desayunos de las teles y radios que hay que vender economía «sin tantos números y con más alma».
El titular de Hacienda «está harto» de los que le piden que «sea simpático» , reconoce desde hace meses en privado. «A mí no me pagan para eso», remata su reproche ante un grupo de periodistas. La vicepresidenta tiene, en ausencia de Rajoy, que hacer algo ese miércoles negro: a la marcha de Quiroga, a las declaraciones de Montoro y a los ataques sobreactuados de Cayetana Álvarez de Toledo intentado dar un portazo con una puerta que ya estaba cerrada para ella, se une un enigmático discurso, cargado de emoción y con sabor a despedida, de Alberto Núñez Feijóo en el Parlamento gallego. Es decir, de uno de los cinco únicos presidentes regionales que le quedan al PP, y al que todos incluyen en la lista de sucesores. Sus palabras pasan inadvertidas a muchos pero no a la cúpula de Moncloa que sabe que los más pesimistas ya hablan de «preparar la sucesión, si no se consigue gobernar».
Las quinielas anotan al respecto media docena de nombres: Sáenz de Santamaría, Núñez Feijóo, Pablo Casado, María Dolores de Cospedal, Alfonso Alonso y Cristina Cifuentes. Pero a esas horas, lo más urgente es la «salida» estruendosa de Montoro: «Yo no he entendido como una crítica lo que ha dicho el ministro» , justifica Santamaría a su ministro y amigo. Pero Alonso ofrece la de cal: «En política siempre hay que mantener el tipo y no hay que desahogarse».
Este retablo del PP sucede en la segunda semana de octubre que hoy termina. Esto es, nueve semanas antes de que los 10.866.566 de españoles que entregaron su voto en 2011 a Mariano Rajoy para que evitara la intervención de la economía española decidan si siguen o no confiando en él. Las dos oportunidades que ha tenido ese cuerpo electoral de manifestarse desde entonces ha confirmado al PP como primera fuerza en España pero con un parte de guerra considerable: en las europeas de marzo de 2014 se perdieron 2,6 millones de votos y el 25 de mayo de 2014 la caída alcanzó 1,4 millones de apoyos. Por si fuera poco, al socaire de la crisis económica y la convulsión social, han nacido dos partidos, Podemos y Ciudadanos, que muerden los tobillos del bipartidismo. Con mejor fortuna, para desgracia de los populares, para la formación de Albert Rivera que, por primera vez, compite con éxito en el centro-derecha como se ha demostrado en las elecciones catalanas.
Aprender la lección
No obstante, en la cúpula del PP, según señala a ABC uno de sus miembros, la desmotivación «no es consecuencia de lo que ha pasado hasta ahora, de lo que estamos muy orgullosos, sino de la falta de señales de que hemos aprendido la lección». Los nervios están a flor de piel. Nadie quiere hablar de «descomposición» pero sí de «ausencia de iniciativa». Ayer en Toledo Rajoy sentó a su mesa a la cúpula de Génova y a los líderes territoriales (a excepción de los tres más críticos, que excusaron su presencia: Esperanza Aguirre, Luisa Fernanda Rudi y Juan Vicente Herrera), en un acto previsto pero que ha cobrado interés tras la semana «horribilis» y que le ha servido al presidente para pedir «orgullo» en la defensa de su gestión.
Varios dirigentes territoriales con los que habla ABC sitúan la tormenta emocional unas semanas antes de este último miércoles, por más que muchos no entiendan «la falta de contención» del ministro de Hacienda, con el que la mayoría tienen diferencias importantes «tras decisiones económicas que nos han hecho mucho daño con nuestros votantes». Ese punto de inflexión que refieren es un momento televisivo. Así lo describe uno de los dirigentes autonómicos presente ayer en la ciudad imperial: «Fue un minuto y medio. No más. En la noche del 27 de septiembre, conocidos los resultados de las elecciones catalanas. La conexión en prime time con la sede de Ciudadanos en todas las televisiones, con Rivera y Arrimadas festejando sus 25 escaños al grito de “yo soy español, español, español”, nos mató . Ese día nos desfondamos».
Este barón está altamente preocupado por la forma y el fondo de su partido; es decir, por las grietas abiertas en los últimos días por Aznar, Montoro o Quiroga, pero sobre todo por la falta de ilusión de los cuadros medios. Y muy especialmente, de los dirigentes territoriales. Él es uno de ellos. Uno de los que urgió ayer en Toledo a nombrar los cabeza de lista para el 20-D lo antes posible. Es decir, a olvidarse de consumir los plazos estatutarios que «tanto le gustan al “jefe” y que permitirían a Génova no completar las listas hasta el 18 de noviembre. Hay que decir ya a los españoles quiénes y cómo vamos a intentar salvar los muebles ». Otro responsable popular pone el acento en la necesidad de acertar en el perfil de los cabeza de cartel, que deben pertenecer en su mayoría a una nueva generación, y ser exponentes de la renovación de la que presumen otros partidos: «Tan importante es el nombre del número dos por Madrid, que seguirá a Rajoy, como quién encabece la candidatura por Badajoz, Murcia o Málaga».
Algunos ironizan sobre «la falta de dinamismo» con que se eligieron los nombres de los aspirantes a puestos clave como el Parlamento Europeo (Arias Cañete) y al Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid (Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes). En los tres casos, Rajoy agotó prácticamente los plazos legales para hacerlos público. Esa es precisamente la inquietud de un dirigente que instó ayer a su partido a que «en un plazo de 48 horas, tras la disolución de las Cortes, se hagan públicos . Será la manera de recuperar el pulso».
La desolación en la que se han instalado algunos dirigentes también se debe a la falta de comunicación por parte de Génova para decidir a los elegidos al Congreso y al Senado. Rajoy ha encargado a Cospedal y Maíllo que hagan propuestas, aunque será él el que dé el visto bueno sobre todo a los tickets de mayor fuste. «Los barones -explica uno de los miembros de la cúpula- tienen poco que hacer. La lista a las generales se la reserva la dirección nacional, aunque siempre se intentan consensuar nombres». Muchos responsables regionales van a intentar recuperar a compañeros a los que los comicios del pasado mayo dejaron en la cuneta. Es el caso de Andalucía, donde exalcaldes como Juan Ignacio Zoido (Sevilla) o Teófila Martínez (Cádiz) pueden sumar más que restar, reconocen en Génova.
Sin embargo, una idea extendida en el partido es que «las circunstancias personales de cada uno no deben condicionar la confección de las candidaturas». Es decir, el más que previsible descenso de apoyos el próximo mes de diciembre (Rajoy logró en 2011 186 actas y los sondeos le anotan ahora a una pérdida mínima de 40) puede dejar fuera a decenas de cargos «que es posible que no puedan seguir».
Los líderes autonómicos ya han advertido «de la necesidad de dar golpes de efecto, con nombres nuevos y propuestas audaces, para contrarrestar la política de comunicación de Rivera y Sánchez, enfrascados en incluir activos con tirón, por más que en el caso de Irene Lozano le haya traído problemas al PSOE». No contribuye a la paciencia de los barones (a los que no se dejó convocar sus congresos en junio, a la espera del nacional de enero) que las autonómicas descabezaran Madrid, Comunidad Valenciana, Extremadura, Aragón, Castilla y León, Navarra, Asturias, Castilla-La Mancha, Cantabria y Baleares. Allí es donde más urgen las listas y donde más preocupa que sumen Sánchez y Rivera .
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