juicio del caso asunta / análisis

«Estoy segura de que eran ellos»

Una compañera de Asunta pone en el primer aprieto serio a su padre y su versión de cocinero y lector

«Estoy segura de que eran ellos» efe

cruz morcillo

La hora de la verdad. Tiempo y espacio. Minutos y palabras. Ayer empezaron a declarar los testigos convocados al juicio por el asesinato de Asunta , esos que en teoría están obligados a decir verdad y a exprimir su memoria. Los imputados, en este caso los padres de la niña, pueden mentir. Quince personas contaron su parte del rompecabezas. Una de ellas vital para acusar a Alfonso Basterra . El periodista lleva dos años relatando que la tarde del crimen cocinó, leyó y no se movió de su casa hasta que advirtieron que la pequeña había desaparecido. Pero Clara, una compañera de Asunta en las clases extraescolares de francés, se mostró rotunda, igual que hizo en la instrucción.

Vio a la niña y a su padre caminando juntos entre las cinco y las siete de la tarde muy cerca de la vivienda familiar. Firme y sin dejarse impresionar a sus 19 años (era menor entonces) explicó que su novio y ella habían comprado unas zapatillas justo antes de ver a Basterra y a Asunta -el ticket, recuperado meses después, es de las 18.21 horas -. Con los tiempos de esa compra y de la cámara que grabó a Rosario Porto y a la niña en el coche (18.24) jugó la defensa de Basterra a afinar y sembrar dudas. La testigo se mostró inamovible: «Estoy segura de que eran ellos» . Tardó casi tres meses en contarlo creyendo que no era relevante.Las pruebas documentales demostrarán en el tramo final del juicio la exactitud o no de los cronómetros. Palabras y pruebas superponiéndose .

La verdad y la mentira en un difícil equilibrio a un lado y otro de la Sala. El jardinero de la finca de Teo aseguró que jamás había visto esa cuerda naranja al mostrarle la ya famosa prueba , un cordel igual al utilizado para atar de manos y pies a la criatura. Ni él ni sus compañeros lo usaban -era para atar plantas contaron los padres a los guardias al descubrirse un trozo en una papelera de la casa esa madrugada.

Guardias y policías, sin el uniforme y con dos años de casos más a sus espaldas, detallaron esas horas iniciales al Tribunal colocando otras piezas. El encargado de comunicarles que la niña había aparecido muerta narró que Porto nunca le contó que Asunta no se había quedado en la casa estudiando , pese al énfasis de él en que recordara los detalles. El inspector que tramitó la denuncia recalcó las extrañezas que le habían causado palabras de Basterra aludiendo a una posible violación y muerte . Uno de los hombres que halló el cadáver volvió a ser tan impreciso como la primera vez, igual que otra pareja. El vecino de Teo, en cambio, descubrió otra mentira: jamás había tenido llaves de la casa, solo un mando del portón .

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