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El más duro, el más tranquilo

Antonio Baños tiene en su mano parte del destino de su pueblo y puede con su decisión hacer saltar lo establecido

El más duro, el más tranquilo efe

salvador sostres

Antonio Baños es un problema. Para el sistema, para el orden, para la rutina que nos vuelve previsibles, para la jerarquía. Hasta ahora era un problema desconocido , dormido. Pero tras años de lucha, de ir de aquí para allí con su anticapitalismo acérrimo, ludita; con su causa general contra el Estado, contra la Policía, contra el Occidente que los Estados Unidos e Israel identifican y sostienen; por primera vez Antonio Baños Boncompain (Barcelona,1967) tiene en su mano parte del destino de su pueblo , y puede con su decisión pequeña, vecinal y directa –tal como siempre ha querido, tal como siempre ha luchado– hacer saltar lo establecido por lo aires, decapitar al sistema y marearlo de vértigo y de caos, introducir su principio revolucionario en el corazón de la rutina hasta desmoronar a la jerarquía. Su madre se llamaba Llibertat y fue la primera niña con pantalones en Sant Andreu.

El mayor problema que Baños –«mi patria es la Meridiana»– supone para el sistema es que no hay en sus planteamientos cálculo ni fingimientos. Por eso es tan amable y no tiene que disimular lo que le gusta. Por eso empatizamos con su sentido del humor, y por eso es capaz de reírse de sí mismo , algo insólito en la izquierda y en el nacionalismo. Si Mas pone cara de estar viviendo en el permanente «segon restrenyiment» de La Gallineta de Lluís Llach, la afabilidad de Baños es una constante invitación al aperitivo. Yo soy amigo de algunos líderes de la izquierda, y muchas veces me piden discreción a la hora de elegir el restaurante. No quieren ser vistos en determinados ambientes. Nunca con Antonio he tenido este problema. Porque está tan seguro de lo que es, y lo es de un modo tan indiferente a las opiniones de los demás, que no vive en absoluto pendiente de actuar «como si fuera». Puede ser tranquilamente, disfrutar de lo que le gusta y no por ello dejar de ser un línea-dura; puede ser radical sin ser sectario y no ser católico pero huir de la mediocridad como quien ha visto al diablo.

La izquierda tradicional es muy fácil de comprar porque es justo lo contrario de Baños. Se creen el prodigio de la integridad pero su mecanismo es simple como el de la caña de pescar. Los de la izquierda tradicional, con su obsesión en parecer lo que no son, y con su afán por insultarnos por nuestros restaurantes, caen como las máscaras del baile porque siempre aflora la verdad. Y más en otoño, cuando se vuelven densas y jugosas las cartas de los restaurantes. La burguesía inventó la doble vida , con la institución fundamental de la querida. Pero la hipocresía es socialista, y no hay caldo de cultivo más propicio para la corrupción que los que quieren aparentar lo que no son, y los que quieren disimular lo que les gusta.

Baños es distinto y esto en Convergència todavía no lo han aprendido. A Baños no hay modo de comprarle porque su vida ha sido su decisión, y si en cualquier otro momento quiere cualquier otra cosa, le sobra talento y capacidad para conseguirla. Tuvo una banda de rock: Los Carradines. Si hubiera puesto el genio y la fuerza que puso en sus libros (La economía no existe, 2009; Posteconomía, 2012; y La rebelión catalana, 2013) en producir en favor del orden, ahora sería él quien estaría en disposición de comprar a Mas. Ni que sólo fueran corbatas, que buena falta le harían.

Si fuera fácil pronosticar qué va a hacer Antonio ya no sería Antonio. Pero hay tres cosas que conviene saberlas. La primera es que no es un hombre construido sobre el odio. Baños –uno de sus abuelos fue falangista y otro militante de la CNT–, a diferencia de Junqueras, no odia a Mas, ni odia a la burguesía . Baños está construido sobre el afecto que siente por aquello en lo que cree, por atroz que a mí y a Margaret Thatcher pueda parecernos. De modo que no esperen respuestas vengativas de un tipo generoso e inclusivo. La segunda es que el independentismo de Baños es muy reciente, y no tiene que ver con ningún sentimentalismo patriotero sino con su entusiasmo por derribar al sistema. Para él, el independentismo es otra barricada, otra policía que tiene en frente, otro pedazo de revolución hasta el caos total. Y la tercera es que, por lo tanto, diga lo que diga y haga lo que haga, su última intención será destruir lo establecido del modo más absoluto posible, causar el mayor agujero en la cadena de transmisión de la rutina.

Antonio era un problema y se ha vuelto nuestro problema. La pervivencia de La Civilización pasa porque mi amigo no consiga ninguno de sus objetivos.

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