El sueño de Moratinos

«Este hombre sigue siendo el mayor defensor de las tesis gibraltareñas. La mejor prueba es que Picardo le ha pedido ayuda»

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Por JOsé María Carrascal

«Mi sueño es el de un Gibraltar español aceptado por los gibraltareños» fue la frase más redonda de la conferencia de Miguel Ángel Moratinos en el San Roque Club, ante la plana mayor del PSOE en la zona y buena parte del «gobierno» de la colonia, no en vano su «ministro principal», Fabián Picardo , iba a presentar al orador. Tal introducción basta y sobra para darse cuenta de la farsa que iba a representarse. Pues de ser verdad ese sueño de Moratinos, lo que hubiera tenido que seguir hubiese sido una agria confrontación entre conferenciante y presentador, ya que lo que menos quiere Picardo es un Gibraltar español. Pero lo que tuvimos fue un intercambio de galanterías y una ristra de falsedades destinadas a ocultar la realidad.

La conferencia llevaba el rimbombante título de «Dimensión estratégica y cooperación Campo de Gibraltar/Gibraltar» , que pudo ser lo único cierto de las largas alocuciones, ya que todo en ellas estaba encaminado a los beneficios que el entendimiento entre Gibraltar y su entorno puede traer a ambos. Eso, dirán algunos, ya es un adelanto respecto al Picardo que tiraba bloque de cemento con pinchos de hierro a la bahía de Algeciras, para dificultar la faena de aquellos pescadores. Pero era otra pesca la que esta vez buscaba. Como el ex ministro español de Asuntos Exteriores, que casi se dio golpes en el pecho al proclamar: «Para mí aquellas aguas son españolas». ¿Por qué no lo dijo entonces?, dan ganas de preguntarle. Como por qué sigue defendiendo el Foro Tripartito, inventado por él, e incluso espera que un futuro gobierno socialista lo reinstaure, cuando la resolución 2.353 (XXII) de la Asamblea General de la ONU establece que descolonización de Gibraltar tendrá que hacerse a través de negociaciones entre los Gobiernos de España y el Reino Unido, sin citar para nada a los gibraltareños, excepto que «se tendrán en cuenta sus intereses», y él los sentó en la mesa de negociaciones. Aunque más grave que eso, más grave incluso que su visita a Gibraltar –el primer ministro español que lo hacía- fue el escamoteo que propició en esa resolución, aceptando el cambio de «intereses» de los gibraltareños por «aspiraciones», que se aproximaba bastante a «deseos» por lo que los ingleses lucharon denodadamente, pues les aproximaba al derecho a la autodeterminación que buscan para los habitantes de su colonia, y los diplomáticos de Castiella, para los que tuvo palabras despectivas, lograron evitar. Ese fue un golpe bajo, una zancadilla a los intereses españoles, puesta por su propio ministro. Menos mal que, nuestra diplomacia actual ha logrado suavizar los daños añadiendo a las «aspiraciones» gibraltareñas, el que «siempre que se ajusten a la doctrina de la Naciones Unidas sobre el contencioso». Y ya lo que Moratinos no quiso mencionar fue el principio de «integridad territorial» que, según la citada resolución, debe regir la descolonización de Gibraltar, que les chafa toda su argumentación y negocio. En fin, que este hombre (iba a adjetivarlo de «pobre», pero temo que se me malinterprete), sigue siendo el mayor defensor de las tesis gibraltareñas. La mejor prueba es que Picardo le ha pedido ayuda. Del «ministro principal» no vale la pena hablar: el miedo que tiene encima lo reportan las gacetillas del evento: «se mostró muy respetuoso y dijo que, como fin prioritario, tenía el propósito positivo de avanzar hacia la amistad». ¡Qué gramática, qué sintaxis y quién ha visto y quien ve al señor de los bloques de cemento! Claro que para presentar a Moratinos sirve cualquiera.

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