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A pesar de sus propuestas, el nuevo gobierno del Ayuntamiento proyecta una imagen de desigualdad y deudas

Auditorías Isabel B Permuy

por ana botella

En ocasiones parece que la «nueva política» consiste en tratar de hallar en el pasado algo con lo que llenar un preocupante vacío de ideas, de proyectos… de futuro. Aún más: se buscan motivos para deshacer lo que muchas veces ha costado décadas construir sin parar a pensar en las razones o las circunstancias que llevaron a quienes entonces tomaron decisiones a hacerlo como lo hicieron. En este sentido, lo nuevo viene a ser arrumbar para siempre todo lo que explica quiénes somos y cómo hemos llegado hasta aquí.

Las diferentes iniciativas que lanza el nuevo equipo de gobierno del Ayuntamiento de Madrid son un claro ejemplo de esta actitud. Reconociendo desde el primer momento –la propia Alcaldesa, a las 24 horas de tomar el bastón de mando– que l a situación de la deuda municipal en el momento en que se han hecho cargo de la ciudad ya no es un problema tan acuciante como lo era hace apenas cuatro años, insisten en deslizar anuncios que refuercen el relato de una ciudad ahogada por las deudas, vampirizada por la desigualdad y que niega los servicios públicos básicos a sus vecinos. Veamos qué hay de cierto en esto y, de paso, qué hay de nuevo en lo que proponen.

Es verdad que han encontrado una situación financiera mucho más desahogada que la de 2012. Cuando acabe el presente año, la deuda habrá descendido por debajo de los 5.000 millones de euros –con un presupuesto municipal anual algo inferior a los 4.500–, frente a los 9.000 millones que adeudaban conjuntamente en 2012 la administración, los organismos autónomos y el sector público del Ayuntamiento. Además, heredan una administración más eficiente, que ha logrado disminuir considerablemente su déficit primario, funcionando con un ahorro anual de 500 millones en su gasto corriente frente a sus necesidades de hace tan sólo cuatro ejercicios, y que encadena dos años consecutivos de superávit no sólo contable, sino contante y sonante. Si a todo esto le añadimos que la diferencia –a favor de las arcas públicas– de la carga financiera entre este año 2015 y el que viene puede ser de más de 800 millones, gracias a las preamortizaciones de deuda y atendiendo puntualmente a los vencimientos de 2016, parecería razonable que continuaran con la senda marcada en los últimos años. Pero acaso es una política demasiado «vieja» para políticos tan nuevos.

Frente a la evidencia de lo que funciona, han propuesto –o sugerido, como se hace ahora– por el siguiente orden, una quita de la deuda; luego, una reestructuración (suena mejor pero, ¿por qué habría de recurrirse a ninguna de las anteriores si está demostrado que se puede pagar simplemente controlando el gasto?); más tarde ha asomado una propuesta de subida de impuestos –desmentida en tiempo real según llegaba a las redacciones de los medios de comunicación– y, finalmente, han dado su apoyo a una auditoría sobre el endeudamiento de la ciudad en los últimos –atención– ocho años.

Hablando de impuestos es justo reconocer que el aumento de la presión fiscal en Madrid a lo largo de la última década se produjo a un ritmo notablemente acelerado, sobre todo por la actualización catastral que se reflejó de manera directa en el IBI . Pero también hay que señalar que precisamente por la política de disciplina presupuestaria puesta en marcha desde 2012, pudimos eliminar la tasa de basuras ya para este 2015 y dejar preparada para el próximo año una bajada de impuestos que de media rondará un 10% si no se altera el escenario presupuestario que habíamos diseñado. Un camino que podría, además, consolidarse en futuros ejercicios. La situación financiera que antes describía es la más propicia para una bajada de impuestos que libere recursos , poniéndolos en manos de los madrileños para que se active la economía local y se genere empleo… y no para lo contrario. Parece que, sobre todo por la fuerza del voto de los grupos políticos distintos al del Gobierno Municipal, finalmente se podrá materializar esa bajada de impuestos proyectada.

Vayamos finalmente al tema de la auditoría. Pueden querer hacerlo pasar por nuevo, pero no será la primera ni la última vez que quienes asumen sin experiencia una responsabilidad acaben por limitar su tarea al control retrospectivo. No es nuevo, y tampoco práctico, cuando mayores han sido los controles administrativos, judiciales y también políticos sobre quienes han (hemos) administrado la cosa pública en la última década. En el caso de la ciudad de Madrid , todavía más. Porque al servicio ejemplar prestado por los funcionarios municipales, a la labor de control ejercida por la Intervención Municipal, incluso al escrutinio de los tribunales cuando así se ha considerado oportuno, se sumaban también las tareas de control de la Oposición. A quienes quieren desconocer todo esto, si tampoco saben de dónde sale nuestra deuda, les pido que atiendan a la mayor transformación urbana de nuestra Historia reciente. Una transformación debida a un impulso político que llevó aparejado un esfuerzo inversor de 11.000 millones de euros. Podrán acusarnos de falta de previsión por desconocer el grave impacto que la crisis tendría finalmente en las cuentas municipales –con una pérdida de 1.650 millones de euros de ingresos entre 2008 y 2012–, pero nunca de falta de visión de futuro sobre la ciudad moderna, abierta y dotada de las mejores infraestructuras que queríamos que fuera Madrid.

La receta para llegar a los resultados que hoy disfrutan quienes ocupan el gobierno municipal es bien sencilla. Y conocida. Exige grandes esfuerzos, acaso el más grande el de despojarse de proclamas doctrinarias e ideas preconcebidas, pero reporta beneficios aún mayores a los vecinos. Y de eso trata, o debería tratar, la política. Las auditorías están hechas. Son públicas y oficiales. Lo demás es tratar de reescribir el pasado.

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