El conflicto del fútbol

Uno de los mayores borrones de la gestión de Ángel María Villar como presidente de la Federación Española de Fútbol fue no evitar que se admitiera a Gibraltar en las competiciones europeas. Y tenía buenas cartas para rechazarla. Se exige para estar en tal competición pertenecer a la ONU, y el único reconocimiento que tiene allí Gibraltar es el de colonia aún sin descolonizar. Pero las malas relaciones con Michael Platini, presidente de la UEFA, las maniobras inglesas para dar al Peñón el estatuto de «offshore territorry», territorio de ultramar y la incapacidad de nuestros representantes propició que nos metieran ese gol.

La suerte, sin embargo, acudió en ayuda de España cuando se dieron cuenta de que tenían los equipos, pero no tenían estadios como los exige la UEFA. El Victoria Stadium está en su zona del Istmo, reclamado por España y no reconocida como inglesa por ninguna instancia internacional. Ante lo que la UEFA se echó atrás, no fuera a provocar un conflicto. Pensaron entonces en Punta Europa, al otro extremo del Peñón , lugar poco accesible, aparte de aplastar el entorno, y fueron los propios gibraltareños quienes protestaron.

Uno de sus equipos usa un campo de fútbol, La Balona, en La Línea, de propiedad particular, y su dueño estaba dispuesto a cederlo, pero tampoco reúne las condiciones de la UEFA y España lo vetaría. Así, tienen que jugar en Faro, al sur de Portugal. Como suelen ser eliminados pronto, no es tan grave. Para España es una suerte pues, de jugarse en La Línea, ¿quién sabe si no ocurría lo que ocurrió en el siglo XIX, con los campamentos sanitarios que les permitimos construir en el Istmo durante las epidemias de cólera? : acabaron quedándose con la mitad de éste.