Así era la «audacia separatista» en 1905

«El catalanismo, que estaba como vencido y muerto, vuelve a levantar la cabeza, y en sus audacias llega a términos de todo punto intolerables para la dignidad de la nación», decía la prensa de hace 110 años

Así era la «audacia separatista» en 1905 ABC

MARIANO CALLEJA

Ciento diez años después, hay cosas que parecen no cambiar en España. Ocurre, por ejemplo, con los separatistas catalanes. Su objetivo sigue siendo el mismo, la independencia, lo que desinfla las tesis de quienes creen aún que se les puede contentar con otra cosa que no sea la secesión pura y dura.

En ese sentido, resulta revelador leer cómo veía la prensa de principios del año pasado el acoso independentista en España. Hay textos que podrían reproducirse hoy, más de un siglo después, sin demasiados cambios. Este es un ejemplo, de un texto rescatado de «El Heraldo de Madrid» , publicado el 20 de septiembre de 1905 , bajo el titular «Audacias separatistas» .

«El catalanismo, que estaba como vencido y muerto, vuelve a levantar la cabeza, y en sus audacias llega a términos de todo punto intolerables para la dignidad de la nación.

(...) Otro día, en mítines públicos se levantan oradores caracterizados del partido y vomitan injurias contra España, que no serían toleradas en ninguna nación de Europa, ni siquiera en aquellas donde la conquista unió al Estado central comarcas separadas por la Historia y por la raza y por la civilización, bien distintos de Cataluña, porque ésta no se puede comparar a Polonia más que con ofensa del sentido común.

Y ahora, viendo cómo triunfan sus audacias y quedan impunes sus delitos de lesa patria, los catalanistas izan en el Fomento Autonomista, en sus Círculos y hasta en las casas particulares la bandera de las cuatro barras , en oposición y como protesta a la bandera nacional. Y cuando el gobernador de Barcelona, cumpliendo el más elemental de sus deberes, prohíbe enérgicamente tales exhibiciones, los enemigos de España chillan , se revuelven, hablan de manifestaciones públicas y de enviar delegados a Madrid en defensa de sus fantásticos derechos.

Si quisiéramos catalogar los varios atentados separatistas de un año o de dos años a esta parte, la lista se haría interminable y no bastaría con muchas columnas del Heraldo para registrarlos todos. Recuérdese, para no citar más que un ejemplo, aquel escandaloso brindis pronunciado por un catalanista con motivo de celebrar la proclamación de la independencia de Cuba el 20 de mayo último.

La historia está demasiado reciente para que sea necesario reproducirla y para que no salten a los ojos de todo el mundo la responsabilidad de lo que sucede en Cataluña. Fue primeramente el Gobierno del Sr. Silvela, a raíz del desastre colonial, quien alentó las reivindicaciones catalanistas concediéndoles beligerancia de partido político, entregándoles la Alcaldía de Barcelona, oyendo con benevolencia las proposiciones del concierto económico , dando aire y vida oficial a lo que no pasaba de ser en sus comienzos un movimiento literario en su parte más sana.

(...)

El catalanismo no es una fuerza social, no es siquiera un partido. Está dividido en bandas y en taifas, que se odian entre sí, que se insultan con rabia, que se despedazan con ardor. Basta leer lo que dice El Pobre Catalá contra los hombres de La veu, a propósito de las últimas elecciones, para persuadirse del espectáculo que ofrecen sus rencillas interiores .

(...)

Cataluña pertenece y pertenecerá a España , no por la conquista, sino por la fusión de dos pueblos hermanos , por la comunidad de ideales y de intereses. Es una afrenta, no ya para España, sino para la Humanidad entera, tratar de disgregar regiones en el preciso instante en que las grandes nacionalidades surgen en el planeta como un instrumento de progreso ».

Así era la «audacia separatista» en 1905

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