trama púnica
Un exalcalde, al jefe de la Púnica: «Me hace falta pasta, mira a ver cómo se puede hacer»
Las intervenciones telefónicas revelan el «modus operandi» de la trama corrupta
Las intervenciones telefónicas recogidas en el sumario de la operación Púnica desvelan con precisión el «modus operandi» de la trama corrupta y su sensación de que podían actuar con absoluta impunidad. Solo de esa forma se puede entender que fueran tan explícitos por teléfono, incluso a la hora de pedir dinero.
Uno de los casos paradigmáticos es el del exalcalde de Valdemoro (Madrid) José Miguel Moreno, quien a las 20:38:36 del 18 de agosto del pasado año mantiene una conversación con el cerebro de la trama, David Marjaliza , en los siguientes términos:
- José Miguel Moreno (J.M.M.): Bueno, Morti... me hace falta pasta, mira a ver cómo se puede hacer .
- David Marjaliza (D.M.): Cuando llegue allí. Porque aquí, como podrás comprender... Jajaja.
El 3 de septiembre, en efecto, Moreno acude a la oficina de Marjaliza, donde permanece poco tiempo, unos 25 minutos. Hay un detalle que llama la atención a los investigadores que cubren la cita: al salir, el bolsillo de su americana está abultado y, por tanto, es evidente que el empresario le ha dado algo. ¿Dinero? Por la sucesión de comunicaciones, la UCO de la Guardia Civil cree que sí.
Las intervenciones resultan por momentos grotescas, ya que los interlocutores no se andan por las ramas. Por ejemplo, Javier Hernández , en aquel momento concejal de Hacienda de Valdemoro y alcalde en funciones -corría el 1 de agosto del año pasado-, trata con una empresa de supermercados sobre una subasta de terrenos que iba a adjudicar a una empresa vinculada a Marjaliza, que a su vez la arrendaría a la superficie comercial. Ésta sociedad veía algún inconveniente en la operación por la situación fianciera de la compañía relacionada con el jefe de la Púnica, pero Hernández lo zanja con una frase significativa: « El único adjudicatario de esa parcela va a ser la empresa que este señor traiga , que me suda la p... el nombre, cómo se llame, qué pinta él, van a ser los adjudicatarios y no va a ser otro. Va a ser él».
Y en una conversación ese mismo día con Marjaliza, con el que lleva éste y otros asuntos, le pone al corriente de las cosas:
- Javier Hernández (J.H.): Estamos aquí con tus dos... estamos los tres juntitos, a tus órdenes (se trata de dos funcionarios)
- David Marjaliza (D.M.): Uf, qué lástima.
- J.H.: Lo de Valescar medio lo tenemos claro ya cómo enfocarlo.
-D. M.: Genial, pues me alegro un huevo.
- J.H.: Sí, ahora yo tengo un trabajo... de currarme al interventor.
Parece que Javier Hernández tenía sus recompensas por estas actuaciones y de hecho en una de ellas Marjaliza le dice: « Yo lo que te iba a solucionar es lo tuyo que me dijiste », y en otro momento le añade: «Te lo doy rápido»...
La crisis del ladrillo, no obstante, hizo mella en el cerebro de la Púnica, que decidió diversificar sus actividades, en especial el de la eficiencia energética, en el que llegó a un acuerdo con Cofely. El trato parecía evidente: Marjaliza abría la puerta de los ayuntamientos, «tocaba» a las personas necesarias para conseguir las adjudicaciones millonarias y por supuesto todos -políticos y funcionarios, directivos de esa empresa y el propio conseguidor- se llevaban su parte. Si para ello había que modificar pliegos de condiciones, se hacía sin problema.
«Poder de disuasión»
Lo demuestra lo sucedido, por ejemplo, en Serranillos, cuyo alcalde, Antonio Serrano, llama a Marjalzia por un concurso convocado por su Ayuntamiento: «Ya está eso arreglado, ya le hemos cambiado una historia justificando...». Y éste, por su parte, lo comunica a un directivo de Cofely: «Ya vas con más puntitos de los que tú tenías. Este poder de disuasión, de persuasión, jajaja». Porque además se jactaban de sus andanzas.
Al final, lo resumía bien un trabajador de esa empresa, en conversación con un testaferro del jefe de la trama: «Si hay que hacer una modificación, o lo que sea, me lo dices. Ya sabes, yo cobro, tú cobras, él cobra, nosotros cobramos, vosotros cobráis, todos cobramos… ja,ja,ja». Y era verdad.
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