Cataluña se convierte en una guerra personal

«Esto no ha dejado nunca de ser una intestina lucha por el poder»

Cataluña se convierte en una guerra personal AFP

Por Salvador Sostres

El drama empezó en 2012, tras el descalabro electoral de CiU, que pasó de 62 a 50 diputados. Mas le prometió a Junqueras un referendo sobre la independencia que todo el mundo sabía que no se podría hacer. Mas faltó como casi siempre a su palabra y Esquerra, en lugar de decir la verdad, y denunciar aquella patochada participativa, tuvo miedo, se tragó la mentira y Junqueras se pasó el 9 de noviembre haciendo el ridículo junto a la urna de pacotilla de su pueblo.

Junqueras se sintió estafado y volvieron a emerger el resentimiento social con que siempre Esquerra ha «sufrido» a Convergència (CDC) y el desprecio con que siempre CiU ha mirado a Esquerra. Mas empezó a forzar la máquina para conseguir una candidatura unitaria que le permitiera ganar con holgura las elecciones y poder hacer las cosas a su manera.

Junqueras se negó a confiar en Mas con el argumento de que si no se atrevió a desafiar al Estado con un referendo secesionista, menos iba a atreverse con una declaración unilateral de independencia. Además, siempre ha creído que si bien Mas es un líder muy querido por los suyos, en el mundo soberanista en general resulta un lastre , por sus múltiples casos de corrupción, su escasa credibilidad independentista, y porque el independentismo en Cataluña, muy mayoritariamente, es de extrema izquierda.

Mala relación

Mas quería convertir a Junqueras en su doméstica y Junqueras no quería doblegarse. La gente se dio cuenta de que la mala relación entre ambos se había convertido en uno de los principales obstáculos del proceso y los dos líderes escenificaron la tregua del 14 de enero. Mas aceptaba las listas separadas y se comprometía a convocar elecciones el 27 de septiembre . Junqueras se comprometía a dar estabilidad al Govern, con la aprobación de los presupuestos incluida, y a favorecer los pactos locales con CiU después de las municipales.

Mas no tardó en faltar a su palabra y en Molins de Rei, el sábado 20 de mayo, siguiendo el consejo de David Madí y para la total sorpresa de su partido, que no conoció el contenido de su discurso hasta que lo pronunció, convocó a la sociedad civil a una candidatura «de país» para acabarle de dar el aire plebiscitario a los comicios del 27S y asegurarse la victoria del sí a la independencia.

ERC se sintió acorralada y las entidades soberanistas, Òmnium y ANC, cuyas cúpulas controla Convergència pero que tienen ambas unas bases de extrema izquierda, votantes de ERC y de la CUP, quedaron divididas ante la propuesta de Mas y fue entonces cuando Quim Torra , vicepresidente de Òmnium, lanzó la idea de la candidatura unitaria y sin políticos, para superar los recelos entre CiU y ERC, que Junqueras recogió para prácticamente pedir la jubilación de Mas y le devolvió así la pelota en su infinita guerra personal.

El plan de Esquerra , secundado por los alegres muchachos de la CUP, es que esta lista sin políticos se presente a las elecciones del 27 de septiembre con la única formulación de la independencia, para que los ciudadanos puedan votar de la forma más parecida a lo que sería un plebiscito. En caso de victoria, lo primero y único que haría esta candidatura sería declarar la independencia una vez constituido el Parlament y disolver a continuación la cámara, para convocar otras elecciones, ya partidistas. El parlamento saliente tendría que redactar la nueva Constitución catalana y someterla a referendo una vez terminada.

Aunque todo puede cambiar en cualquier momento, porque la política catalana se ha convertido en la aventura de cada día, lo que hoy parece más seguro es que los viejos odios pesen más que las nuevas esperanzas. Si Mas no consigue que le acepten en la candidatura sin políticos, puede o bien no convocar las elecciones, o bien aceptar el esquema natural de que cada cual se presentara por su cuenta, en tanto que resulta altamente improbable que acepte jubilarse, porque esto no ha dejado nunca de ser una intestina lucha por el poder. Este poder autonómico que los soberanistas tanto desprecian pero al que se aferran como auténticas garrapatas.

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