Doctor Frankenstein

«Con la expectación de los cambios, el Pleno parecía un trámite frígido»

david gistau

Un querido compañero periodista que cubre la información del Gobierno se quejaba ayer de la nueva actitud comunicativa de Rajoy. Por excesiva . El presidente ahora ve dos periodistas juntos y, en vez de pasar de largo con un mohín de desdén, se arrima a empatizar y no hay quien se lo despegue en quince minutos. Ha pasado del plasma a ponerse pesado y cualquier día hasta pedirá que le enseñen las fotografías de los niños o se largará a contar chistes de Marianico el Corto, ese otro marianismo.

Los periodistas mendigaban ayer los nombres de «los cambios» e imaginaban la obsesión de muchos políticos populares estos días por mantener el teléfono móvil con cobertura. Otro querido compañero recordó el episodio de Elena Pisonero , a quien, en tiempos de Aznar, se colocó como ministra con tanta certeza que se le llenó el despacho de ramos de flores, felicitaciones y adulación . Cuando no salió elegida, la humillación fue tal que no tardó en abandonar la vida pública.

Con la expectación por los cambios, la sesión de control parecía abocada a ser un trámite frígido. Otro recordatorio del deslizamiento a la periferia pública del Congreso. Pero la cosa se inflamó casi por sorpresa, después de que Rosa Díez y Cayo Lara coincidieran en la formulación de sus preguntas acerca de las recetas del FMI de un modo tan preciso que Lara se disculpó por sentir como que plagiaba.

Hay dos síntomas inequívocos de que una sesión se ha vuelto intensa: cuando la diputada socialista López i Chamosa se pone a pegar alaridos como los que se escuchan en Las Ventas procedentes del tendido del 7 y cuando el presidente Posada pega saltitos en su butaca mientras reconviene a los díscolos y aprieta botones como si buscara el que sirve para eyectarlos de sus escaños.

Ambas cosas sucedieron durante la reyerta entre Rajoy y Schz, quien buscó una grieta en el presidente a cuento de la confesión del director de RTVE de ser votante del PP , y terminó recibiendo una paliza dialéctica por haber escorado el PSOE al radicalismo y por haber incumplido su promesa electoral de no pactar nunca con «los populismos» para luego ser, un poco como el doctor Frankenstein, el creador del monstruo que ya empezó a hacer su show en los municipios.

Es evidente que la bancada popular le tenía ganas a Schz por esos «maridajes» políticos de aprendiz de brujo en los que anda metido, porque la ovación fue larga y puso a los diputados en pie. No por la adulación mecánica habitual, sino con un punto más de regusto que se apreciaba incluso en la expresión de Rajoy, un poco como la de Silvestre después de comerse a Piolín .

La sesión ofreció luego un delicioso ejercicio de hipocresía a cargo de la vicepresidenta. De modo muy pertinente, el portavoz socialista Hernando le preguntó por el uso coercitivo que el gobierno está haciendo de las licencias de televisión para amedrentar a las cadenas del ya famoso «martilleo». Y ahí se levantó, como Escarlata cuando juró que no volvería a pasar hambre, para vindicar la libertad de prensa, la vicepresidenta autora de las mayores maniobras subterráneas contra el periodismo crítico, incluyendo el diseño de fusiones empresariales por interés político, que ha conocido esta democracia.

Doctor Frankenstein

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