PSOE, 35 años pactando para desbancar al PP del poder
Las victorias populares no han sido obstáculo para que los socialistas llegaran a los gobiernos automómicos ayudados de otras fuerzas
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12345678Acuerdos postelectorales
Los triunfos del PP en las elecciones gallegas de 2005, en las baleares de 1999 o 2007, las de Cantabria en 2003 y 2007, Aragón en 1999 o Andalucía en 2012 no supusieron un obstáculo para que el PSOE sellara alianzas con otros partidos para llegar al poder. Tampoco lo fue en 2003 la victoria de CIU para firmar un tripartito con ERC e IVC, reeditado en 2006, que figura como uno de los grandes errores de la historia de estas siglas: la irrelevancia en la que ha caído el PSC es buena muestra de ello.
Tras la legislatura del imperio autonómico popular que acaba de terminar (2001-2015), los socialistas se disponen a estrenar una nueva era de pactos, no tanto con los nacionalistas como con partidos fuertemente ideologizados, y –como explica el profesor Juan Rodríguez Teruel, de la Universidad de Valencia-- coaliciones electorales o plataformas diversas, que no son exactamente partidos politicos. En estos supuestos encajan respectivamente Podemos o Compromís, con los que el PSOE comparten un objetivo prioritario: impedir que el PP siga al frente de las instituciones regionales y en las municipales.
Pero antes y después del 24-M el PSOE ha tenido que contar y seguirá teniéndolo que hacer con fuerzas regionalistas. Lo apunta el profesor Óscar Barberá, también de la Universidad de Valencia, que subraya el peso de tales formaciones en los resultados obtenidos de las urnas en Cantabria, Baleares, Aragón, Navarra o la Comunidad Valenciana. Tanto es así, recuerda, que en algunos casos –como en la última de las autonomías mencionadas- Compromís ha emprendido conversaciones con Podemos para valorar posibilidades de gobernar juntos, por supuesto sin el PP, pero también sin el PSOE, que quedaría condenado al ostracismo.
Riesgos y réditos
A lo largo de la democracia, el PSOE ha llegado a acuerdos post electorales en todas las Comunidades a excepción de cuatro: Castilla y León, Murcia, Castilla-La Mancha, la Comunidad Valenciana, y Madrid. Las dos primeras están hoy, en principio, fuera de su alcance al haber quedado en manos del PP, aunque en Murcia necesitarían a Ciudadanos. Pero en las otras dos se da prácticamente por hecho que los socialistas pondrán en práctica su engrasada estrategia de pactos en busca del envío a la oposición del PP, aunque haya ganado las elecciones.
Las experiencias pasadas demuestran que el PSOE ha pagado altos precios por acceder a gobiernos autonómicos ayudándose de otros partidos, un desgaste que podría estar en la mente de los dirigentes del PP de cara a las generales de este año y a la recuperación futura de plazas que acaban de perder, por lo que sólo tendrían que sentarse a esperar. La operación, no obstante, no es tan fácil, en la medida en que hay que calcular una coyuntura doblemente pésima para los intereses populares. La primera, su propio desprestigio fin de ciclo, que le dificultará rentabilizar una potencial inestabilidad. La segunda, que con el verano de por medio, siquiera habrá tiempo para que el socialismo y sus eventuales aliados tengan tiempo de cometer grandes errores, y sí acaso de «levantar algunas alformbras» en las instituciones recién conquistadas.
El riesgo de los multipartitos
A juicio de Rodríguez Teruel, el socialismo podría beneficiarse a corto plazo de la situación de minorías que el 24-M ha dejado en muchos parlamentos habida cuenta de su mayor capacidad para tejer gobiernos con partidos de ámbito no estatal, en su mayoría ubicados en el centro-izquierda. No obstante, tanto él como profesor Barberá coinciden en que lo que definitivamente no conviene al PSOE y le ha debilitado en el pasado han sido entrar en «gobiernos de varios», multipartitos, cuyo resultado es la inestabilidad y la consecuente ganancia del PP.
Participar en esos ejecutivos amplios o no supondrá, en todo caso, un dilema y encierra sus riegos: «el problema para el PSOE es que, por un lado tiene que decidir si pacta con los regionalistas y Podemos para desbancar al PP y arriesgarse a acuerdos con un coste electoral o quedarse fuera y dejar gobernar al PP, lo que tendría un coste mayor», indica Óscar Barberá, que apuesta por el triunfo de la última opción. Las elecciones, añade, han disipado el fantasma de los «gobiernos autonómicos ingobernables» y, excepto en comunidades críticas, prevé que la situación de no acuerdos que se vive en Andalucía desde marzo no se va a repetir.
Aquí se mencionan algunas de sus principales alianzas y las consecuencias de los pactos en los que el PSOE ha participado para llegar a un poder que le habían negado las urnas:
Galicia: Touriño, el BNG y los dos poderes autonómicos
En 1995, la lista de Manuel Fraga fue de nuevo la ganadora en su feudo gallego, pero con mayoría simple y frente a sus 37 diputados, el PSOE no duró en unirse con los nacionalista del BNG (sumaron 25 y 23 escaños respectivamente, con un total de 38) para hacerse con la Xunta. Tras aquella experiencia, el PP ya con Alberto Núñez Feijoo como líder volvió a recuperar el poder absoluto.
La aventura del socialista Emilio Pérez Touriño con Anxo Quintana duró cuatro años y estuvo salpicada de escándalos, como el del suntuosísimo coche oficial de 480.000 euros que se compró para el entonces presidente de Galicia. Siempre existió la sensación de que existían dos poderes por las ansias del BNG de diferenciarse. Joaquín Leguina, expresidente de la Comunidad de Madrid, se refirió a aquella coalición de gobierno como «el paradigma de lo que no se debe hacer».
El idilio balear que quebró la corrupción
En 1999 y 2007, el PP fue el partido más votado en las elecciones baleares, pero en las dos legislaturas gobernó el PSOE con Unió Mallorquina. El resultado de ambos gobiernos fue idéntico: el primero dio paso a una mayoría absoluta de los populares (2003) y el segundo, también, la de 2011.
El socialista Frances Antich dio por liquidada esa trayectoria de colaboración intermitente con UM en 2010 harto de los escándalos de corrupción que en aquellos días ya se tradujeron en las imputaciones del vicepresidente balear, Miquel Nadal, o de la presidenta del Parlamento, Maria Antònia Munar.
Cantabria, antes Revilla que el PP
En 2003 y 2007, el PP ganó las elecciones en Cantabria con 18 y 17 escaños respectivamente, aunque no gobernó en ninguna de esas legislaturas: en ambas el PSOE pactó con el Partido Regionalista de Cantabria, que ocupó la Presidencia autonómica a través de Miguel Ángel Revilla. Tras ese periodo, los populares lograron en 2011 una mayoría absoluta de 20 diputados que nunca antes habían registrado.
Aragón, extraños compañeros de gobierno
En 1999, el PSOE de Marcelino Iglesias queda como segunda fuerza en los comicios autonómicos, pero no duda en sumar sus 23 representantes a los 10 del PAR (de ideología regionalista de centro-derecha) para desbancar al PP, que contaba con 28 escaños.
La gestión funcionó, y en las elecciones de 2003 los socialistas fueron la opción más votada, aunque también necesitaron al PAR y gobernaron en coalición.
La estéril victoria andaluza del PP en 2012
A partir de 1982, el PSOE cosechó treinta años de mayorías hasta que en 2012 el PP ganó los comicios, aunque nunca pudo alcanzar el Palacio de San Telmo. Sus 50 diputados sucumbieron bajo la alianza con IU de José Antonio Griñán, luego heredada por Susana Díaz, que acabó con el pacto la pasada primavera para convocar elecciones anticipadas.
Con anterioridad, los socialistas tuvieron que apoyarse en el Partido Andalucista para completar una mayoría absoluta de Gobierno en la Asamblea de Sevilla. Fueron los años de la «pinza», tras los que Manuel Chaves triunfó en las urnas batiendo a todos sus adversarios con 52 escaños.
La investidura de la presidenta de Andalucía y la composición de su gobierno están en el aire desde marzo ante la falta de acuerdo del vencedor, el PSOE, con los partidos que han obtenido representación parlamentaria en los últimos comicios: PP, Podemos, Ciudadanos e IU.
El maldito tripartito
Tras los tripartitos de 2003 y 2006 presididos respectivamente por los socialistas Pasqual Maragall y José Montilla, el PSC se desplomó en los comicios catalanes de 2008 con 28 diputados, que en 2012 se convirtieron en 20. Nunca en la serie que arranca en 1988 había tenido menos de 33 representantes en el Parlament.
Los socialistas cerraron a través del pacto del Tinell una coalición de gobierno con la ERC e ICV para sumar 47 escaños frente a los 46 que había obtenido CiU en 2006. La aprobación del Estatut, las conversaciones de Carod Rovira con ETA, el conflicto lingüístico y los escándalos de corrupción, --particularmente el relativo a las comisiones del 3% que Maragall mencionó en el Parlament-- marcaron aquella época.
Doce años con el PNV
En 1990, el PSOE sumó sus 16 diputados al PNV de José Antonio Ardanza para sellar una coalición de gobierno que se prolongaría hasta 1998, y que estaba precedida de una alianza que había comenzado en 1986, cuando los socialistas habían sido la fuerza más votada. En 1991 se sumaría EE.
La unión con el PNV costó a los socialistas diputados elección tras elección: pasó de 19 escaños en el 86 a 14 en 1998.
En el País Vasco, el PSOE gobernó con el apoyo del PP a partir de 2009, año en que juntos descabalgaron de la Lendakaritza a la fuerza más votada, que había sido el PNV.