Una justicia puñetera
Una antología publicada por dos periodistas de tribunales muestra la cara más disparatada de los juzgados
¿Cómo pudo un tribunal considerar probado que un farmaceútico tocaba las nalgas de sus empleadas y las besaba sin su consentimiento y, aun así, anular la condena por acoso sexual que había impuesto un juzgado? ¿Cómo pudo considerar el Tribunal Constitucional que demoler tu casa no supone ninguna violación del domicilio? ¿O considerar un juez que una mujer que va bien vestida no ha podido sufrir malos tratos? ¿Y condenar a una lesbiana como hombre? Casos como estos son recogidos en la antología del disparate judicial «La justicia y sus puñetas», de los periodistas de Tribunales de la Agencia Efe Quico Tomás y Valiente y Paco Pardo.
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A continuación, un aperitivo de un libro que repasa también la trayectoria de algunos de los llamados «jueces estrella» y analiza relaciones de amor odio en las que de la noche a la mañana han incurrido profesionales como el juez Castro y el fiscal Horrach en el caso Nóos.
«La bajada de bragas»
Un juzgado de lo Penal de Jaén absolvió en 2008 a un vecino de La Carolina de 43 años de un delito continuado de malos tratos después de que su mujer lo denunciara ante la Guardia Civil por bajarle la ropa interior en numerosas ocasiones. La mujer explicó ante el juez que, para hacerse el graciosillo, su marido le subía la falda y le bajaba las bragas delante de sus amigos. El hombre se defendió como pudo y reconoció que era una broma fuera de tono, pero que en ningún caso había agredido o maltratado a su esposa. La Fiscalía calificó de grave la conducta del acusado y solicitó para él una condena de 3 años de prisión. El juez reconoció que los hechos no revelaban «una situación de delicadeza, respeto y consideración del acusado con su mujer», pero sostuvo que esa actitud no podría ser considerada como delito. «La zafiedad, la chabacanería, la ordinariez, la falta de educación, la vulgaridad, lo soez y burdo, la insolencia, no constituyen infracción penal, sobre todo cuando el interesado no conoce que pueda estar humillando a la persona receptora y, en especial, cuando esta parece tolerar la situación y no le dice lo contrario».
«El retorno de los espermas»
Cuando Fulgencio recibió la sentencia que lo condenaba no podía dar crédito a lo que decía. No ya por el hecho de que el tribunal le condenara a un año y medio de cárcel por abusar de su hijo de cuatro años (lo cual él negó siempre), sino que para su condena se tenía en cuenta algo que era imposible: se le atribuían los rastros de esperma encontrados en el menor, pero él se había practicado la vasectomía años antes. ¿Cómo era posible que fuera suyo ese esperma? Según la Audiencia Provincial de Cantabria se había producido una «reaparición transitoria de espermatozoides». Insólito. La sentencia contó con un voto particular que advertía que había «otros varones» en el entorno del menor que no habían sido investigados. Fulgencio estaba separado y las relaciones con su ex siempre habían sido tensas. Cuando el Supremo revisó esa sentencia recordó que la azoospermia del acusado le imposibilitaba para la producción de espermatozoides. Lo absolvió en 2008, cuatro años después de la condena.
«Si bien vestida la ves, maltratada no es»
Los protagonistas de la historia son Ali Yilali y Latifa, un matrimonio marroquí. Se casaron en Sefrou (Marruecos) en febrero de 2000 «sin periodo previo de convivencia ni conocimiento superior a un mes». Tras la boda, el marido fue a Barcelona a trabajar; en marzo de 2001 llegó Latifa e iniciaron la convivencia conyugal. Según la sentencia, en julio de ese mismo año la mujer ya sufrió malos tratos, que más adelante denunció. Hasta aquí, desgraciadamente un caso de tantos, pero el magistrado desata la polémica con una frase de su sentencia: «Incluso en el aspecto físico que presenta Latifa D. (...), no solo arreglada sino vestida cada día diferente, a la moda, con anillos, pulseras y curiosos pendientes, gafas de tamaño grande, demuestra capacidad para visionar el exterior, comprenderlo y adaptarse al mismo, una capacidad de desenvolverse que ciertamente no coincide con la de una mujer que ha pasado seis meses sometida a agresiones».
«Un yate no tiene ruedas»
No menos curioso es el caso de un ladrón que pillaron cuando intentaba robar un yate de 600.000 euros en el puerto de Alicante. El magistrado en cuestión se dio cuenta de que había un problema jurídico: no podía condenar por un delito de hurto de vehículo de motor. En su razonamiento, llegaba a la conclusión de que un yate «no tiene la consideración de vehículo a motor» al carecer de ruedas, y tampoco se podía hablar de un delito de hurto común porque su aplicación exige que el autor tenga el propósito de hacerse dueño de la cosa y no bastaba su uso temporal. Como no pudo condenarle por ninguno de los dos delitos, el juez decidió absolverlo, aunque recomendó a la empresa propietaria del barco que reclamara por la vía civil los daños causados por el delincuente.
«El cantar del juez Gaspar»
El juez que protagoniza esta historia se inspiró en los payasos de la tele para una de sus sentencias, en la que literalmente escribió: « Adiós Don Pepito, hola Don José ». Álvaro Gaspar Pardo, juez de Santa Cruz de Tenerife, resolvió así el pleito entre el director de un diario y el de un medio digital. El primero se quejaba en la demanda interpuesta ante el juzgado de que el segundo le llamaba reiteradamente «Don Pepito». En su fallo, el juez impuso al escritor demandado la siguiente condena: «Respire, cuente hasta tres y luego ensaye ante el espejo: adiós, don Pepito; hola, don José». No es una excepción. Desde hace más de una década este juez incluye ocasionalmente versos, canciones o frases poéticas en sus resoluciones. Tanto es así que el CGPJ ya le ha sancionó cuando comenzó su andadura como juez de familia con rimas como esta:
«Procede acceder a la separaciónque imploran tanto el señor Triana,al que no le da la real gana de soportar la tensión, como la señora Sarmiento, que no sufriendo escarmiento tras su primer tropezón, persiste en el mismo tono, y aduciendo el abandono,suplica una solución».