Cara y cruz de la tragedia aérea

El empresario Martirià Latorre adelantó un día su vuelo y no subió al avión en el que sí iba el arquitecto Robert Oliver

Cara y cruz de la tragedia aérea abc

e.armora / à. gubern,

El empresario de Vic Martirià Latorre decidó adelantar un día su vuelo a Alemania, motivo por el que no se subió en el fatídico avión de Germanwings en el que sí viajaba el arquitecto Robert Oliver. Son la cara y la cruz de esta tragedia.

A Maribel Calvo y a Robert Oliver, testigos de Jehová y padres de Robert, sus creencias les han ayudado mucho a afrontar la tragedia. Con serenidad y entereza, Maribel reflexiona, en una conversación mantenida con este diario, sobre el drama que están viviendo. «Nuestra confianza está en las Escrituras. Perder a un hijo es muy duro pero la esperanza que hay para nuestro hijo nos la da la Biblia», dice la madre afectada.

Ella y su esposo decidieron no viajar a los Alpes, como sí hicieron otros familiares de las víctimas. «Ir allá ¿para qué?», apunta Maribel, que se enteró de la terrible noticia por la llamada de su nuera. «Nos llamó diciendo que había oído que se había estrellado un avión de la ruta Barcelona-Düsseldorf y nos quedamos paralizados», explica. «No puede ser el suyo, pensamos». Desgraciadamente, después comprobaron que el avión siniestrado llevaba media hora de retraso como el que había cogido su hijo ese día. «Llamó a mi nuera para comunicarle esa demora», dice.

El fallecido Robert Oliver, de nacionalidad norteamericana pero residente en Barcelona, tenía 37 años. Deja mujer y dos hijos. Arquitecto técnico, trabajaba en el departamento de «real estate» de Desigual, siendo jefe de proyectos para Alemana, Austria y Suiza de la firma de moda. Tras una brillante trayectoria en otras firmas, hizo hueco en la téxtil con sede en Barcelona, firma que además de Oliver perdió a otra empleada y donde la conmoción era absoluta.

En la sede de la compañía estuvieron acogidos los padres en un primer momento, «pero luego nos trasladamos al hotel de Castelldefels donde se organizó el dispositivo oficial y porque necesitaban extraer las muestras de ADN», recuerda la madre.

«Para qué odiar»

Allí supieron que el copiloto estrelló deliberadamente el avión a través de los «whatsapp» de las familias que estaban en Marsella. «Estábamos reunidos con Lutfthansa cuando nos dieron la noticia por el móvil. Ellos no sabían nada», dice Maribel. Ella y su marido confiesan que no tienen un sentimiento de odio hacia el copiloto que estrelló el avión -«para qué odiar»-, pero exigen a las compañías aéreas un mayor control sobre la salud mental de los pilotos. «Es triste que solo se tomen medidas cuando ocurren cosas como esta», lamenta.

Ella y su marido definen a Robert como «un buen hijo, un buen padre y un buen marido». Sus colegas de Desigual añaden el calificativo de «buen compañero». «Siempre es reconfortante que veas que la imagen que tienen de tu hijo es esta. Era una buena persona», concluye la madre. Positivos pese a todo, los padres de Robert animan a las familias de las víctimas a «recordar los buenos momentos que pasaron junto a sus seres queridos».

El día de la tragedia, pasados pocos minutos del mediodía, Martirià Latorre, empresario de Vic (Barcelona), estaba acabando de ultimar los detalles en el «stand» de su empresa, Itram Higiene, en la feria agroalimentaria de Colonia (Alemania), junto a su compañero Òscar Xiques. Nada hacía prever el terrible suceso, pero el móvil de este último les sirvió la fatídica noticia: «Un avión que cubría el trayecto Barcelona-Düsseldorf se ha estrellado en los Alpes».

El reloj marcaba las 12.20 horas y el tiempo se detuvo para estos dos empresarios, que decidieron avanzar un día su viaje de negocios a Alemania y no volar el martes. Dora Salas -45 años, dos hijos, mexicana afinacada en Barcelona- y Marta López -colaboradora externa- eran las otras dos representantes de la compañía que tenían previsto también acudir a la feria. Cogieron el vuelo mortal y nunca llegaron a reunirse con sus compañeros. «Eran dos empleadas entregadas plenamente al trabajo y excelentes personas», dice el director general de Itram, que aún no se hace a la idea de su pérdida.

«Decidimos que haríamos una avanzadilla el lunes y ellas vendrían al día siguiente pero pudo no haber sido así. Cada segundo pienso que pudo haberme tocado a mí», afirma en declaraciones a ABC Latorre, director general de esta pequeña compañía dedicada a la higiene en la industria alimentaria y agroalimentaria.

«Supe que Dora y Martai ban allí y que no había supervivientes. Fue terrible», dice a ABC. Como si se tratara de un acto reflejo, Latorre buscó en su chaqueta el móvil donde aparecía el último whatsapp de Dora. «¿Qué tal tiempo hace en Colonia?», le preguntaba la trabajadora desde el Aeropuerto de Barcelona, minutos antes de subir al vuelol. Fue su última comunicación. «Guardo este whatsapp. No lo borraré nunca», asegura. «Cuando ví que estaban en ese vuelo empecé a llamarlas de manera convulsiva pero nunca respondieron....», explica emocionado.

«Soy consciente de que hemos vuelto a nacer», dice el empresario, que decidió quedarse en la feria y no anular la participación «como un gesto hacia Dora», ya que «el proyecto que presentábamos en el certámen era suyo». «Sé que no le hubiera gustado que marcháramos», dice Martirià.

«Sin miedo»

El empresario regresó ayer a Barcelona volando con la misma compañía que se estrelló, con el luto en el corazón, aunque, según dice, «sin miedo». «Sé que a mucha gente lo que ha ocurrido les angustia y les ha hecho coger miedo a volar. Yo no tengo otra opción», asegura Martirià.

«Seguiré volando porque es parte de nuestro trabajo. Los empresarios no tenemos otra opción que salir al mundo», concluye el director general de Itram.

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