Análisis
El PSOE de Monterroso
Una certeza: Susana Díaz ha conseguido agarrar las costuras de lo viejo
La mañana sevillana perteneció al joven médico Lutgardo García, pregonero de la Semana Santa tan transido de emoción contenida que por momentos parecía ir a levitar como Remedios la Bella cuando se volvió ingrávida. La gente de la ciudad, con frecuencia empilchada con las ropas como de llevar por fuera un domingo de pasión, regresaba de los colegios electorales o se proponía ir más tarde. Pero a la hora del pregón se juntaba delante del televisor con amigos y canapés -con buenos amigos hospitalarios-, como si fuera a ver un combate de boxeo o el Clásico de la noche, y se disponía a destrozar al pregonero en cuanto éste cometiera un desliz, como es costumbre cuando toda Sevilla vigila al poeta de la jornada como si se le hubiera encomendado un intangible sagrado que debe devolver a la ciudad sin un solo desperfecto. Hasta almuerzos se organizan los lunes sin otro objeto que hacer la disección del pregón, suponiendo que quede por decir algo que no haya traído ya el WhatsApp.
El dilema del PSOE: fusión con Podemos o agarrarse al PP
De votar venía un hombre al que le había hecho gracia que a pie de urna le preguntaran para las israelitas cuáles eran las siglas de su preferencia: como si el traje, el fijador de pelo y la insignia de la hermandad prendida en la solapa no constituyeran ya la respuesta más explícita posible. Otro decía que en su pueblo, Tomares, el de mayor renta de Andalucía, Podemos no podría superar una aparición residual. A lo que se le respondía que también en las rentas altas hay escora hacia Podemos, entre los mismos personajes de la «gauche-divine» que ahora le discuten al socialismo el pacto de pureza moral y narcisismo que ha quedado fatigado al mismo tiempo que las vértebras del sistema. Más allá de esta Sevilla «capillita», en los bares junto al mercado de Calderón de la Barca, en las terrazas de la Alameda, en plena mutación hacia un «Soho» con albero en las suelas, el ambiente rezumaba expectación por la irrupción de Podemos. Y probablemente contribuía a la vocación experimental una certeza de la que hablábamos ayer: al no ver nadie en estos ámbitos posible que surgiera un gobierno de derechas, el momento era ideal para castigar al PSOE, para matizar su sentido patrimonial del poder en Andalucía. E incluso para someterlo a una situación en la que tendría que retratarse para el futuro: fusionarse con Podemos en un nuevo clientelismo recíproco o agarrarse al PP en una primera reacción del sistema inmunológico del bipartidismo.
Moreno roza la condición de juguete roto prematuro
Los resultados finales consagran la perpetuidad peronista del socialismo en Andalucía, partido ignífugo contra la llama revolucionaria de los profetas, y otorgan a Susana Díaz una musculatura resistente a las abrasiones de la corrupción. Cae el PP, desde luego, desde el hito de su anterior victoria electoral, sin que valga apenas la teoría del control de daños: Moreno Bonilla roza la condición de juguete roto prematuro y al menos evitó el desdoro de la degradación a tercer partido. Irrumpe Podemos con un poderío incuestionable, pero inferior al predicho en todas las profecías de Casandra. Su fuerza es inferior, en lo que concierne al síntoma extrapolable a las generales, a la que requeriría el «empoderamiento» de un partido que se ha propuesto clausurar un ciclo histórico y fundar otro sin las coartadas lampedusianas en las que Iglesias aún detecta fantasmas de Canterville del franquismo. Esto han sido elecciones autonómicas, no generales, y la pelea la riñó una candidata con menos carisma que Iglesias. Pero el resultado anticipa una adhesión insuficiente para tan ciclópeo proyecto que a Podemos se le puede diluir en una supervivencia de pactos que termine de adocenarlo en la vulgaridad sin cielos asaltados de la política profesional, con menos veleidades de profeta.
La constatación de que Podemos ha surgido para instalarse
El bipartidismo pervive, al menos en un ámbito tradicionalista donde también el discurso socialdemócrata es tradición. La predisposición social a la aventura es relativa si gobierna la izquierda: veremos en las generales. Aun así, Andalucía es la primera constatación de que Podemos ha surgido para instalarse, para cuajar como un personaje parlamentario que derive hacia los escenarios de poder su ensayo general con todo de los platós. Pero la resaca de estas elecciones sugiere que nadie baja de Sierra Maestra ni estamos en el «tic-tac» de una gran ruptura histórica a manos de «jóvenes turcos» de la refundación. Otro factor con el que habrá que contar en las generales es Ciudadanos, partido aún en tránsito de madurez, pero ya capaz como fuerza de futuro y como elemento de pacto para la gobernabilidad de Andalucía. Mientras, todas las conjeturas culminan en una misma certeza: al despertar, seguirá gobernando el PSOE de Monterroso, una Susana que agarra las costuras de lo viejo.
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