Tranquilidad en la Moncloa

Los que conocen a Rajoy saben que el presidente estuvo más preocupado por el Barça-Madrid que por las elecciones andaluzas

Tranquilidad en la Moncloa JAIME GARCÍA

CURRI VALENZUELA

Quienes conocen bien a Mariano Rajoy tienen la certeza de que el presidente del Gobierno y del PP pasó anoche más nervios viendo el partido Madrid-Barça que comprobando el resultado final de las elecciones en Andalucía .

Daba ya por descontado hace días que Susana Díaz iba a ganar y que los suyos iban a quedar como segunda fuerza política. El ascenso de Podemos no le hace, por supuesto, ninguna gracia, pero puede consolarse con el pensamiento de que también ayer Le Pen causó un dolor de cabeza similar a Hollande en las elecciones celebradas en Francia. Mientras que otros dirigentes de su partido sufrían en la recta final de la campaña andaluza al comprobar que no conseguían remontar en las encuestas a pesar de cómo se estaban volcando en dar mítines (o precisamente por ello), Rajoy –recuerdan todos– se mostraba tan tranquilo como siempre. Incluso contento al dar por hecho que el bipartidismo sigue vivo, aunque no goce de excelente salud .

El trámite de esas elecciones andaluzas ha concluido. Incluso antes de que se bajara su telón, el presidente ya levantó el del próximo acto de los cuatro programados para este año superelectoral este sábado pasado en Valencia y hoy seguirá con ese guión ante su Junta directiva. Ahora tocan las municipales y autonómicas, que se presentan para el PP bastante mejor que las celebradas ayer. La próxima noche electoral, las televisiones mostrarán sus mapas coloreados de azul de norte a sur. Otra cosa será quién gobierna. Y precisamente lo sucedido anoche concede mucho valor a lo que Rajoy ha estado predicando en las últimas semanas: que debe gobernar la lista más votada . Será Díaz en Andalucía. Esperanza Aguirre y Rita Barberá en Madrid y Valencia.

Cuando en su partido cunden los nervios (y perder tantos escaños como los desaparecidos en su cuenta andaluza es para que muchos se pongan muy nerviosos), Rajoy suele explicarles que él ha visto demasiado ir y venir de partidos y líderes políticos desde que se afilió a Alianza Popular cuando estudiaba Derecho en Santiago de Compostela: Adolfo Suárez, UCD, la Operación Roca, las llegadas y abandonos de Manuel Fraga, el PDP, los gobiernos de Aznar...

Demasiados acontecimientos que parecieron trascendentales en su momento, que subieron como la espuma y que sin que pasara mucho tiempo fueron arrastrados por el viento. Él no cita ni a Podemos ni a Ciudadanos, pero se nota que piensa en ellos mientras decide seguir impasible (lo que no le cuesta mucho trabajo) con su discurso de la mejora de la Economía y la cuenta de cuantos millones de puestos de trabajo está en condiciones de crear. Lo que hará si los españoles le vuelven a votar, lo que para él parece más fácil después de los resultados que anoche conocimos en Andalucía.

El bipartidismo sigue vivo, su teoría de que debe gobernar la primera fuerza política le concede nuevos bríos, el auge de Podemos puede asustar lo suficiente a los votantes del PP como para que ninguno se quede en su casa cuando toquen las generales de noviembre. A ese Rajoy tranquilo, naturalmente.

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