elecciones andaluzas
Cincuenta días de «tregua» hasta la próxima campaña electoral
Estudios y sondeos muestan que los ciudadanos sienten hastío y desinterés por los actos electorales. En ocho semanas comienza oficialmente la próxima carrera electoral
Este viernes a las doce de la noche, finalizará la campaña para las elecciones andaluzas del 22 de marzo. La primera de un año que promete ser rico en actividad política . Y eso que encuestas y estudios insisten machaconamente en que los ciudadanos reciben actos y mítines electorales entre el hastío y el desinterés. A partir del sábado, comienza una relativa «tregua»: en 48 días, empezará oficialmente la siguiente campaña, la de las autonómicas y municipales del 24 de mayo.
Digo relativa porque, como todo el mundo sabe, la formalidad de fijar el plazo legal de campaña en los 15 días previos a los comicios no es más que eso, un formalismo normativo: en la práctica, las campañas este año se van a suceder casi sin descanso: no acabarán de analizarse los resultados del próximo domingo cuando ya estarán los partidos realizando actos de precampaña de cara a los comicios del 24-M, en el que se juegan el poder territorial en 13 comunidades autónomas y más de 8.000 ayuntamientos.
Y eso que los informes y análisis de los expertos insisten en el desinterés que despiertan estas actividades entre los ciudadanos de a pie. El estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de julio de 2014 preguntaba a los españoles su opinión sobre la campaña electoral de las europeas, y el resultado era desolador: todos los partidos suspendían en la valoración ciudadana. El que mejor resultado obtuvo fue Podemos, porque «sólo» un 25 por ciento consideraban su campaña regular, mala o muy mala, y un 30 por ciento la veían como buena o muy buena. Lo más preocupante tal vez es que había porcentajes de entre el 30 y el 74 por ciento -según el partido- que se aferraban al socorrido «no sabe-no contesta».
Desde que se celebró la primera campaña política «moderna», por el primer ministro inglés William Gladstone (1886), los métodos y las técnicas han variado mucho, y también el interés ciudadano hacia los estadistas y sus promesas. Los estudios clásicos sobre electoralismo -como los de Lazarsfeld- señalan tres efectos que tienen las campañas sobre el comportamiento de los votantes: de refuerzo -los actos electorales les reafirman en su intención de voto inicial-, de activación -la campaña lleva a las urnas a electores que estaban indecisos- o conversión -cambian su preferencia de voto a tenor de lo escuchado en campaña-.
A estos tres efectos, el experto Martínez i Coma añadía en 2008 un cuarto: el de desactivación: hay electores que pensaban votar pero, a la vista de las ofertas, acaban por abstenerse. La crisis económica, unida a los casos de corrupción, ha tenido efectos perniciosos sobre la percepción que tienen los ciudadanos de la política, y el descrédito de quienes ejercen esta actividad está en uno de sus peores momentos. De ahí que la sobreexposición a los mensajes de los políticos -que, a fin de cuentas, es la razón de ser de las campañas- no hacen más que agigantar la brecha que se ha abierto entre la ciudadanía y sus representantes.
Hay expertos en campañas que ya aconsejan a los partidos optar por las campañas que llaman «permanentes: las que se prolongan durante los cuatro años de legislatura y que resultan ser las más eficaces», dicen en su web los responsables de SPQ , una asesoría electoral. Entienden que existe «un problema de comunicación y confianza entre políticos y ciudadanos». Para superarlo, aconsejan «nuevos medios de comunicación y nuevas formas de hacer política», para «limpiar la imagen tan negativa que ha adquirido la política por culpa de unas pocas personas».
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