Jaque al bipartidismo europeo, «imperfecto» pero eficaz
Los expertos defienden la estabilidad del sistema, aunque sugieren que los minoritarios «tengan su hueco»
España y toda Europa son hoy un gran laboratorio. Frente Nacional, Podemos, Syriza, Movimiento 5 Estrellas, UKIP y otras alternativas al statu quo menos radicales beben de la deriva conservadora y socialdemócrata... Todo un hallazgo para los estudiosos de fenómenos políticos, pero también una amenaza para un sistema apoyado en dos grandes partidos que ha hecho girar las ruedas del continente en una de las etapas más prósperas de su Historia. La crisis social, económica y política y el descuido de unos dirigentes cada vez más alejados del ciudadano y en manos de las maquinarias burocráticas que les sostienen, zarandean el sistema y arrojan con virulencia la exigencia de mayor representatividad frente a la probada estabilidad del actual equilibrio entre partidos. Expertos y pensadores consultados por ABC basculan entre la radical defensa del bipartidismo y la necesidad de dar más voz a las minorías pero sin desmontar el menos malo de los modelos.
Nuevas formaciones políticas alumbradas por el descontento social amenazan la Europa estable del « bipartidismo imperfecto » (el perfecto, por invariable, sería el de Estados Unidos), en el que según el Derecho Constitucional «dos partidos son alternativas reales de gobierno, pero acompañados por otros más pequeños en los que debe apoyarse uno de los principales para gobernar».
Estos años, España ha hecho buena la definición mediante pactos sólo con partidos nacionalistas, CiU o PNV según el caso, que, aunque han dado estabilidad al sistema, también se han alineado más con la «posibilidad de chantaje» que con la «posibilidad de coalición», en terminología del politólogo italiano Giovanni Sartori. En concreto, siempre han renunciado a participar en los distintos gobiernos de España, fuesen del PSOE o del PP. Precisamente, uno de los mensajes que lanzan ahora alternativas como Ciudadanos se concreta en que su entrada en el juego parlamentario en las próximas elecciones contribuiría a aminorar la excesiva influencia de los partidos nacionalistas.
En el otro supuesto se encuentra Alemania, que ha logrado además el círculo virtuoso de un Gobierno entre los dos grandes, los conservadores de CDU-CSU y los socialdemócratas de la SPD, presididos por Angela Merkel.
«Un factor de renovación»
Lo que para algunos supone una amenaza al sistema, para otros el surgimiento de nuevas fuerzas políticas de ruptura no deja de ser en la práctica «un factor de renovación». El doctor en Sociología Emilio Lamo de Espinosa se apoya en esta tesis para expresar que «no hay que tener miedo» a que surjan alternativas a los partidos tradicionales, ya que, a su juicio, estas formaciones emergentes «acabarán desapareciendo o, en algún caso, sustituirán a los ya existentes». Lamo de Espinosa sostiene que el propio sistema se encargará de depurarlas, «sin que exista riesgo alguno de una marcha atrás».
Cuando se le plantea la dialéctica estabilidad-representatividad y en dónde deberían poner más el acento las sociedades, Lamo de Espinosa advierte que «es imposible optar entre una u otra» y se pronuncia a favor de un «equilibrio entre ambas». Entre sus soluciones al debilitado sistema político español, el catedrático de la Universidad Complutense contempla como fuente de referencia el sistema mixto alemán y apunta que nuestro país debe «atender la mayor demanda de conexión entre los políticos y los ciudadanos». Sugiere también que se limite el «excesivo peso» de los partidos, la implantación de listas abiertas y que el político elegido «represente más a su ciudad o circunscripción y menos a su formación política». Se trataría de recomponer el «principio de representación», que a su modo de ver se ha «quebrado» estas últimas décadas en nuestro país.
Los «comandos kamikaze»
No comparte este planteamiento el economista y filósofo francés Guy Sorman, para quien lo que él llama terceros partidos «no aportan opción real alguna suplementaria a los electores», sino que más bien actúan como «comandos kamikaze» contra el sistema, al «asegurar de hecho la victoria de las minorías». Para él, esas alternativas a los partidos tradicionales son «máquinas para perder», ya que, lejos de hacer oír su voz como reivindican, «hacen perder terreno a sus votantes más próximos al contribuir a su división».
Al ser preguntado por el trasfondo del debate en Europa, Sorman remata el argumento asegurando que «en este momento, en nuestra democracia, no existen tres maneras de organizar la sociedad, sino únicamente dos: otorgar más responsabilidad de elección al individuo o dar toda la confianza al Estado».
El sistema mayoritario
El exministro de Asuntos Europeos británico, Tristan Garel-Jones, defiende también abiertamente el sistema de dos partidos, al primar la estabilidad sobre la mayor o menor representatividad de los ciudadanos. Aunque reconoce que el sistema británico «es más duro con los minoritarios», se remite al buen funcionamiento histórico de su país para hacer valer el bipartidismo. Sin por ello dejar de mostrarse partidario de que «haya un hueco para los partidos de la protesta». De hecho, apunta a la existencia de resquicios también en su país, «como lo prueba el hecho de que se haya colado la opción de UKIP», un movimiento nacionalista y antieuropeísta que amenaza seriamente la estabilidad británica.
En el caso de España y en oposición al caso británico, se muestra crítico con el reparto de escaños resultado de aplicar la Ley D’Hont , ya que, con sus efectos correctores, en parte similares a los de Alemania, facilita una excesiva presencia de partidos minoritarios, y, por tanto, la dificultad de gobernar y la apertura a coaliciones entre partidos. Aunque comprende que cada país participe de su propio sistema.
Lord Garel-Jones sí reconoce que los nuevos partidos radicales constituyen una amenaza al sistema, ya que encuentran su hueco al diferenciarse de los grandes partidos y «concentrar sus demandas en asuntos menos y menos concretos». Y descalifica a las nuevas formaciones políticas surgidas en Europa porque «plantean una visión muy simplista de la política, y, al mismo tiempo, «propugnan que su países salgan de Europa», lo cual, precisa, «es un auténtico disparate».
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