El acusado de matar al niño de Málaga quería tener hijos propios
«Quédate a Alejandro y denúnciala», le dijo al padre del pequeño dos semanas antes
«Por Dios que a mi hijo no le pase nada». Este es el mensaje angustioso enviado por Cristóbal R. C. a la pareja de su exmujer el 28 de enero. El novio, ahora en prisión acusado de matar al niño, acababa de advertirle vía whatsApp el supuesto descuido en el que vivía el pequeño Alejandro, de tres años y medio. Él culpaba a la madre con la que convivía. «Lo tiene abandonado, come mal, no tiene sus horas de dormir», escribe Antonio Fernández al padre del niño, al que ve solo los fines de semana que le permite su trabajo como guardia civil en Ceuta.
Solo doce días después de los mensajes Antonio Fernández cometió el crimen
«El viernes cuando lo recojas te lo quedas y ya está. Y vas el lunes y denuncias a ella. No lo traigas. Te inventas el domingo que hay temporal. Y te lo quedas (...) Que se lleve un escarmiento», le insta. Doce días después de estos mensajes Antonio Fernández condujo a la Guardia Civil tras ocho horas de búsqueda, angustia, mentiras y tres versiones diferentes de cómo había perdido al niño hasta una balsa en los montes de Málaga donde estaba el cuerpecito del pequeño Alejandro. Él lo llevó hasta allí en su coche tras recogerlo del colegio.
«Alejandro se subió por el murillo de la alberca (...) y escuché cómo se caía al interior», contó en su declaración ante los agentes. Vio cómo el niño se hundía y subía en el agua moviendo los brazos mientras el viento se lo llevaba al centro. Cuando le preguntaron por qué no lo había socorrido si se cayó, su respuesta fue: «Por el cabreo que tenía con Lourdes», aunque antes había dicho que no sabía nadar. Los mensajes presentados por el padre, enviados por el presunto autor del crimen dos semanas antes, apuntan a que Alejandro se había convertido en un estorbo para él. «Antonio insistía mucho para que Cristóbal se lo llevara todos los fines de semana. Estaba más a gusto cuando no estaba Alejandro», declaró Lourdes J., la madre de la criatura, ante la Guardia Civil. «El trato de él con Alejandro era bueno, aunque a veces demostraba un poco de celos».
Una relación conflictiva
La relación de la pareja era intermitente y conflictiva. Se habían conocido en abril del año pasado y se fueron a vivir juntos a una casa en Pedregalejo (Málaga) con el niño, pero a los tres meses se pelearon y se separaron. En diciembre, alquilaron un piso y retomaron la convivencia. Era Antonio Fernández, de 24 años y con un 35 por ciento de minusvalía reconocida, quien llevaba a diario al niño al colegio, lo sacaba al parque y le compraba chucherías. Le había pedido a su novia tener un hijo –ella tenía tres, aunque solo el pequeño vivía con ellos–.
Mientras su novia le encargaba la compra, el niño moría en una balsa
La misma mañana de la muerte de Alejandro la pareja discutió a través de mensajes de una habitación a otra. «Estoy agobiado y con ganas de llorar, me parece que voy a coger mis cosas y listo». Otra vez los celos porque Lourdes había hablado con un amigo por telefóno. A las tres él se marchó a recoger al niño y ella se quedó en la casa. A las 16.02, al ver que no regresaban, le mandó un mensaje: «Dónde estás». Un minuto después, la respuesta: «Me lo he llevado al Carrefour». Entre las 16.06 y las 16. 50 Lourdes le pidió a Antonio que le trajera varias cosas del supermercado, dado que él le había dicho que cogía algo «para merendar en casa». Mientras la mujer le encargaba la compra, su hijo moría ahogado en la balsa, según la autopsia y los itinerarios comprobados con varias cámaras.
Antonio tiene una «inteligencia límite», según la evaluación de la Junta andaluza. Ante la juez se negó a declarar y solo respondió a su abogado.