debate sobre el estado de la nación

Que pase Iglesias

La frase final de Rajoy a Sánchez, «no vuelva usted por aquí si es para no decir nada», podría traducirse como: «Que pase Iglesias: Sánchez no vale ni para hacer esgrima parlamentaria»

Que pase Iglesias ángel de antonio

por david gistau

Los fustazos finales de Rajoy a Sánchez fueron displicentes y crueles . Al presidente le asomó una virulencia colindante con el insulto de discusión de tráfico, provocada por las alusiones de Sánchez a Bárcenas, nombre con carga de corrupción que acompañará a Rajoy en su posteridad como una cagarruta de paloma en la pretensión estatuaria. Rajoy le dijo que era «patético» e insolvente, que ni sus propios compañeros lo tomaban en serio como hacedor de futuro. La frase final, «no vuelva usted por aquí si es para no decir nada», podría traducirse de la forma siguiente: «Que pase Iglesias: Sánchez no vale ni para hacer esgrima parlamentaria».

Lo cierto es que, como era de esperar, Pablo Iglesias fue el jefe de la oposición fantasmagórico en un parlamento que no está acompasado con el momento nacional. Los dos portavoces mayoritarios se refirieron a él de formas más o menos veladas. Rajoy cuando, en duelo panglossiano con Sánchez, hizo la descripción de un país que remonta y trató de instalar en la psicología colectiva la idea de que las expectativas de porvenir son lo bastante halagüeñas como para que el electorado se abstenga de encomendarse a «ventoleras ideológicas» y tentaciones aventureras.

Para Sánchez fue más difícil. El PSOE no encuentra hueco propio para un discurso, en parte porque no puede despojarse de la culpa compartida del bipartidismo. Y en parte porque el alegato apocalíptico, basado en el desgaste social provocado por la salida de la crisis, hace tiempo que se lo arrebató Podemos. Incluso cuando habló del incumplimiento del contrato social, fundamento del concepto del bienestar, causado por los recortes que tanta inquina inspiran. Para tratar de distinguirse de Podemos, Sánchez tuvo que recordar que el PSOE es un personaje fundacional del ciclo del 78 y que no aspira a «liquidar» la Constitución como el partido de extramuros contra el cual graznan todos los gansos capitolinos. No es un mensaje lo bastante poderoso como para compensar el achique de espacio vital que comprime al socialismo, que lo asfixia.

Sólo Alberto Garzón sufre aún más el robo por parte de Podemos del discurso en el que apoyarse. Pareció un telonero de Iglesias cuando acusó a Rajoy de vivir en una burbuja y en un búnker de poder en los que sólo a los cómplices de la cruenta derecha ha empezado a irles bien. «No conoce la calle», le dijo a Rajoy, como antes Sánchez le había dicho que no sabía a qué cafeterías iba en las que se topaba con gente optimista.

Que Rajoy se ufanara de la evitación del rescate era algo previsto. Se refirió a ello como el principal logro de la legislatura. Menos creíble estuvo cuando se refirió a la sociedad española como un conjunto de ciudadanos que compartieron voluntariamente los sacrificios y aceptaron de su liderazgo incluso las presiones fiscales sobrevenidas. Pedro Sánchez estuvo sólido en algunas intervenciones de su primera réplica, como cuando espetaba un «Míreme» a Rajoy mientras le mostraba portadas de periódicos sobre el rescate pedido (que era el financiero, no el absoluto: ésa era la trampa). Pero le faltó el instinto feroz del buen parlamentario.

Se comportó como un mero lector de cuartillas al que le diera miedo salir a la intemperie de la improvisación. Rajoy hizo sangre con esto cuando notó que Sánchez se traía escrita la segunda réplica, una simple reiteración de lo ya dicho que apenas abundó en los golpes a la honorabilidad a cuento de Bárcenas: «¡Yo soy un político limpio!», gritaba, sin concretar propuestas de contrapeso, sin entusiasmar a su bancada, parte de la cual permaneció sentada incluso en la ovación final. Ni siquiera terminó de aprovechar argumentos relacionados con la cultura o con el monopolio socialdemócrata de la moral pública y la identificación unánime de las mujeres. Rajoy no mordió el cebo en esos asuntos, ni siquiera cuando en la bancada gubernamental había una actividad febril de papeles que le llegaban y que le ordenaba, arremangada, la vicepresidenta. La actitud final de Rajoy rezumaba algo así como rencor por haber trabajado tanto para luego medirse con un rival que podía despacharse con el peso de los datos y un par de collejas retóricas . Que pase Pablo Iglesias.

Que pase Iglesias

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación