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Los «refugios» gastronómicos del Congreso de los Diputados
Cuando sus señorías no están en el hemiciclo peleando, en una comisión o en sus despachos, los alrededores de la cámara baja ofrecen muchos lugares donde degustar una cerveza o una tapa o simplemente comer para alejarse de la bronca política.
Claro ejemplo de estos «refugios» gastronómicos del Conpodría ser Casa Manolo, en la calle Jovellanos, conocida por sus famosas croquetas y por su clientela. «Aquí han pasado de todos los partidos, tanto de los que están en activo como los que no lo están que suelen venir» cuenta a ABC Silvia Seijo. Ella asegura que, especialmente con la llegada de la democracia, estas paredes escucharon muchas cosas «a finales de los 70 se reunió aquí gente de distintos grupos y se decidieron muchas cosas». Sin embargo ahora, en su modestia, asegura oír pocas conversaciones «son discretos y nosotros tampoco nos dedicamos a escucharlas».
En La Ancha, otro de los restaurantes que frecuentan los Diputados, también llevan muy a gala ese oír, ver y callar de todo buen restaurador. «Con esas conversaciones procuramos hacer oídos sordos porque nosotros nos dedicamos a nuestro trabajo aunque escuchemos muchas veces conversaciones delicadas» asegura Francisco Milla. No obstante, la mayoría de las veces cuando acuden a comer se dejan la política fuera «la pelea se queda dentro del Congreso y aquí es más la charla, la distracción y el buen humor». En este restaurante de la calle Zorrilla acuden los Diputados buscando más la mesa que el tapeo «nuestra especialidad es el escalope con el que siempre hemos seducido a todo tipo de público y los pescados de maercado» cuenta Milla.
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