PRECAMPAÑA ELECTORAL
Jordi Sevilla: «Aquellos que apoyaron a Sánchez son los que intentan descabalgarlo»
Tras negar que la economía se enseña «en dos tardes» asegura que Zapatero «juega al prueba-error con sus colaboradores»
Jordi Sevilla, «del 56 como Miguel Bosé, aunque no lo parezca», quiso ser ministro y lo consiguió. Después de estar más de veinte años en la retaguardia de la política, empezando como asesor en el Gobierno con Felipe González, consiguió la cartera de Administraciones Públicas entre 2004 y 2007 con José Luis Rodríguez Zapatero.
Aprobó un Código Ético y la Ley de conflicto de intereses, para regularizar la llamada «puerta giratoria». Después de sacarse la espina, explicando que nunca dijo que Zapatero necesitaba dos tardes para aprender economía, le quedó pendiente una ley para reformar la gestión de los ayuntamientos y luchar contra la corrupción, al no conseguir el apoyo del PP.
Le gusta hablar remarcando las palabras, dotándolas de intensidad y, sobre todo, aclarando conceptos. Por eso estuvo durante los meses de verano, durante diez horas al día, escribiendo «Seis meses que condujeron al rescate» (Ed. Deusto) y cómo la gestión de Bankia y la obcecación del Gobierno del PP hicieron temblar España.
-¿La culpa de la crisis la tuvo Zapatero?
-Nos hemos obsesionado en buscar culpables, en lugar de soluciones. Cuando estamos viviendo una crisis global, cuando quiebra Lehman Brothers, Grecia está a punto de salirse del euro... ¿la culpa es de Zapatero? Es una visión partidista. ¿Recuerda la frase de Soraya Sáenz de Santamaría en la que decía que «la prima de riesgo se llama Zapatero»? Pues bien, en ese momento estaba en 200 puntos. Con ella de vicepresidenta llegó a 700. ¿Cómo se llamaba entonces? Se trata del error de la personalización de las culpas.
-Mariano Rajoy dijo: «Bankia estuvo a punto de tumbar a España». ¿Fue la crónica de un rescate que parece que no existió?
-El Gobierno está reescribiendo la historia. Cuando se produce el rescate nadie duda de que lo sea. Cuando no encuentras financiación y la troika te obliga a hacer un banco malo e impone recortes, y lo ves escrito en inglés -«rescue» o «bailout»-, exactamente igual que en Grecia, no le puedes llamar de otra forma.
-En su libro describe que el ministro Luis de Guindos daba voces en su despacho oficial a Rodrigo Rato para que dejará su puesto ejecutivo en Bankia.
-La incapacidad del ministro de hacer frente al problema de Bankia es lo que acaba provocando el rescate seis meses más tarde. Rato fue jefe de Luis de Guindos y, por lo que he sabido, alguna reunión fue un poco tensa, porque las voces se escuchaban fuera del despacho. La paradoja es cómo una persona tan poderosa como Rato, que pudo ser presidente del Gobierno, ha acabado en esa situación. Seguramente él también se encuentra perplejo.
-Analiza los errores del PP afrontando la crisis y menciona la falta de credibilidad por Bárcenas. ¿Marcó ese caso la hoja de ruta del Gobierno?
-Creo que Rajoy estaba muy preocupado por el caso Bárcenas y eso ayuda a explicar parte del descontrol que se produjo durante esos meses. Es llamativo que la dimisión de Rato la provoca una reunión un fin de semana en el Ministerio de Economía donde se encuentran Luis de Guindos, Emilio Botín (Banco Santander), Paco González (BBVA) e Isidro Fainé (La Caixa). El presidente del Gobierno ni está, ni se le espera.
-El partido de Pablo Iglesias reclama auditar la deuda.
-Depende del día. Demuestra un desconocimiento brutal. Toda la deuda está auditada por la Intervención General del Estado y se aprueba todos los años en los Presupuestos Generales. ¿Pablo Iglesias quiere ser presidente del Gobierno? Pues que explique a los ciudadanos lo que cuesta esta medida y no mienta. Puede significar años de denuncias en tribunales internacionales e indemnizaciones que acaben costando a España mucho más de lo que vale la deuda.
-Estuvo veinte años en la tercera línea de la política, ¿le costó dar el paso al frente?
-Soy funcionario, aunque pude ser diputado en 1977 por Valencia, porque me ofrecieron ir en un puesto que luego salió, pero no había terminado la carrera. A partir de 1986 vuelvo a La Moncloa, al gabinete de Felipe González. Todavía recuerdo las discusiones de Nicolás Redondo padre sobre la reconversión industrial en España. Era el chiquito de los recados, pero estaba allí. He sido jefe de gabinete durante seis años y aun así el salto a ministro es radical.
«¿Zapatero es de Podemos? Sería un poco absurdo»
-Fue asesor de Josep Borrell y colaborador de Joaquín Almunia...
-En las primarias voté a Almunia. Luego cuando sale elegido Borrell, me plantea que trabaje con él. No es a quien he votado pero es el candidato y quiero que gane las elecciones… Te cuento un secreto: yo no he votado en primarias a Pedro Sánchez aunque ha trabajado conmigo cuatro años en Ferraz. Ahora le estoy apoyando.
-Entonces, ¿cómo se interpreta el apoyo de Zapatero a Susana Díaz?
-No veo que ese apoyo sea contra Pedro Sánchez. Es el secretario general con mayor legitimidad de todos los que ha habido en los últimos años. Lo estará haciendo peor o mejor, ayudémosle para que lo haga mejor. Fíjate en la paradoja: aquellos que apoyaron a Sánchez, son los que ahora están intentando descabalgarlo.
-¿Y esa reunión que organiza José Bono, a la que asiste Zapatero con Iglesias?
-Me llama la atención que no saliera ese asunto en ninguna reunión previa de Zapatero con Pedro Sánchez. Pero tampoco hay que darle mayor importancia. Soy crítico con Podemos, creo que se está equivocando y si mañana puedo cenar con Pablo Iglesias, lo haré, como quedo y ceno con amigos del PP. No sobrecarguemos de dramatismo todo lo que haga Zapatero. ¿Zapatero es de Podemos? Sería un poco absurdo. Estamos llevándolo al límite y termina siendo una caricatura.
-¿Usted era del núcleo duro de Zapatero?
-En esa etapa, se fragua su estilo de liderazgo. Deja hacer a sus colaboradores sin que tengan instrucciones claras y él juega al prueba-error. En un momento dado intervengo para impulsar o corregir una actuación. En ese contexto la lucha por ver quién es el que influye en Zapatero era muy fuerte. Las batallas entre Blanco y Caldera eran muy evidentes; luego entra en juego Rubalcaba y había la sensación de que el resto estábamos de comparsas. Habíamos ganado el 35º Congreso en julio de 2000 y a los seis meses nos plantea un ultimátum: o espabilamos o nos hacen una moción de censura…
-¿Y me dice que no hay guerras internas en el PSOE?
-Cuando se convoca la Conferencia Política, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, uno de los grandes barones del PSOE, se había posicionado públicamente en contra. Le ofrecí que se incorporara al equipo de redacción de la ponencia. Cuando terminó dijo: «Entré como enmendante, y salgo como ponente». Se puede llegar al consenso. Hay que dedicarle esfuerzo, tiempo y cintura. Ahora lo único que me interesa es sacar a España del estado en el que está. Y lo veo exactamente igual de negro que al PSOE.
-¿Le cogió por sorpresa su destitución como ministro?
-Creí que iba a agotar la legislatura, faltaban sólo 8 meses. La gestión del Estatuto de Cataluña había abierto una corriente de aire frío entre el presidente y yo. Teníamos visiones distintas. Entre que me marginó y opté por automarginarme, sabía que no estaba en su círculo más estrecho de confianza política. Salí de Moncloa aliviado.
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