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Rafael Arias-Salgado: «Envié a Aznar mi ficha de afiliación al PP como regalo de Reyes Magos»

Fue el ministro más joven de Suárez. Desaparecidos la UCD y el CDS, su ideología se encauzó hacia el centro-derecha

Rafael Arias-Salgado: «Envié a Aznar mi ficha de afiliación al PP como regalo de Reyes Magos» ignacio gil

marisa gallero

A pesar de que ya han pasado 14 años, para Rafael Arias-Salgado «la política es una vocación que nunca se deja». Fueron 25 años, desde el arranque de la Transición, trabajando en un proyecto: primero en la extinta UCD, después en el PP. Editorialista y consejero de redacción de Cuadernos para el Diálogo, dominó el arte del discurso, como el que leyó ante el Rey Juan Carlos en defensa de la Constitución, el que pronunció por televisión Adolfo Suárez el día que dimitió o los que trazaba a un José María Aznar en su búsqueda del centro derecha.

El mes de su cumpleaños, todavía está en los 72, hace balance sin personalizar, nombrando lo justo, buscando el equilibrio, porque ante todo no es un hombre de sobresaltos «sino de continuidad» y de gran talante. «No tengo sensación ni de épocas, ni de ciclos», dice. Desde que entró en el club «de los que nos hemos retirado de la primera línea, como el Rey que siempre es bienvenido», está vinculado a la presidencia de Carrefour, etapa que terminará el próximo año.

-En su discruso en el I Congreso del partido aseguró que «UCD ha cerrado la etapa histórica del enfrentamiento entre los españoles». ¿Fue así?

-Nuestro objetivo fue evitar que volviera a renacer un pasado que nos había costado una guerra civil, la más sangrienta de la historia de Europa. Había que asumirlo y normalizar la vida española. Una de las dimensiones del consenso que nunca se ponen de relieve fue dejar la Guerra Civil para los historiadores, y no llevarla a la confrontación política ni a los juzgados, porque no resuelve ningún problema. Todo lo que sea revivir el pasado es un error.

-¿Le reprocharon en alguna ocasión ser hijo de un ministro de Franco?

-Nunca. Me sentía con una mayor legitimidad para impulsar todo el proceso hacia un régimen democrático. Formé parte del Consejo de Redacción de «Cuadernos para el Diálogo»; esa publicación asumió una ideología plenamente democrática, su filosofía era promover un cambio pacífico en las estructuras políticas. Y tenía ese nombre porque se entendía que no se podía conseguir sin el diálogo entre todos los españoles. Nuestra actitud fue poner los cimientos para que no se pudiera volver a repetir.

-Un momento clave fue cuando pronunció el discurso en defensa de la Constitución.

-Aquel día actuaba como secretario general del partido y me tocó transmitir al Rey Don Juan Carlos la posición de UCD. La intervención la hice manuscrita y la leí, porque en esas circunstancias no me gusta improvisar. Tenía dos ejes: la Monarquía como institución vertebral del Estado español y una Constitución de la que ha derivado un sistema político que ha dado una gran estabilidad y un gran progreso a la sociedad española.

-Ya no está el Rey ante el que defendió la integridad de la Constitución. ¿Es hora de reformarla?

-Los países sabios hacen retoques en su Constitución, no se plantean grandes reformas. Si se revisa, se debe hacer con la máxima reserva antes de someterlo a la opinión pública. No hay ningún inconveniente en introducir retoques, que habría que concretar, como el esquema de distribución de competencias o garantizar la sucesión femenina al trono, pero no son reformas ni urgentes ni esenciales. Lo que no tiene sentido es iniciar un proceso constituyente, porque implica abrir a la sociedad española en canal en el momento en que estamos saliendo de la crisis económica más grave desde 1929.

-¿Cómo fueron las reuniones en lo que se conoció como «La Casa de la Pradera», donde se cuestionó el liderazgo de Adolfo Suárez?

-Esas reuniones son mucho más educadas de lo que la gente piensa. No se desarrollan tirándose los trastos a la cabeza. Se intentó una reorganización del partido creando una Comisión Permanente con aquellos dirigentes que encabezaban otras corrientes de opinión, para intentar limitar el poder omnímodo que se le atribuía a Adolfo Suárez. Allí manifesté que no tenía sentido cuestionar su liderazgo, cuando un año y medio antes habíamos ido todos con la foto de Adolfo Suárez como elemento primordial de atracción de voto, y que habíamos obtenido nuestros respectivos escaños gracias a su tirón electoral. Para impaciencias, había que esperar a las próximas elecciones.

-¿Cuál fue la puntilla para Suárez? ¿Qué el Rey Juan Carlos le retirara su apoyo?

-Creo que fue la pérdida de la relación de confianza con el Rey. En términos institucionales, la confianza del Rey tiene un significado constitucional. Cuando se quiebra, es cuando Suárez toma la decisión de dimitir.

-Adolfo Suárez definió UCD como «partido de centro, refomista, interclasista y progresista». Visto que no cuajó, ¿España no es un país de centro?

-El país vota moderadamente. El 80% de acuerdo con las últimas elecciones generales se mueve entre el centro-derecha y el centro-izquierda. Creo que la sociedad española está lo suficiente madura para que asuma sin reservas que el bipartidismo es objetivamente el mejor sistema político. Los regímenes excesivamente pluripartidistas tienen problemas de estabilidad.

-Según las últimas encuestas, Podemos romperá esa tendencia.

-Las últimas encuestas son de diciembre de 2014, lo que ocurra en diciembre de 2015 puede ser completamente distinto. Ni la crisis ni la corrupción deben poner en cuestión un sistema que ha dado progreso y estabilidad a la sociedad española durante más de treinta años.

-¿Cuándo se pone José María Aznar en contacto con usted?

-Cuando abandono el escaño del CDS en el Congreso de los Diputados y se ha marchado Suárez del partido. Después del verano de 1991, me invita a comer y me plantea que busca centrar el partido, que sea mayoritario, porque la trayectoria de Alianza Popular había sido del 24 por ciento de los votos durante 16 años, aunque el PSOE perdía votos en cada elección, había un defecto estructural. Colaboré con él hasta enero, cuando le envié como regalo de Reyes la ficha firmada de afiliación al PP.

-¿Es fácil hacerle discursos a Aznar?

-Puedo decir que él trabaja mucho todo lo que va a decir. Eso es una virtud en política.

-Entonces, cuando dice algo, ¿lo tiene medido, aunque sea un varapalo para su propio partido?

-Lo tiene muy pensado, porque en ese momento ha entendido que convenía dar el varapalo. Lo que no hace nunca Aznar es improvisar. Es un hombre concienzudo, reflexivo, con unas ideas bastante claras. Esa forma de ser dio muy buenos resultados a España. El progreso es espectacular, y su acción de gobierno, de primerísimo nivel. Así se reconoce, aunque todavía queden mezquinos que no miran las cifras. No había burbuja inmobiliaria en 2004.

-Se contaba que la cartera de Defensa estaba destinada a usted y terminó en manos de Eduardo Serra.

-Son especulaciones. Cuando me llama Aznar para entrar en el Gobierno me da a elegir entre Trabajo y Fomento. Estaba de asesor personal junto con Cristóbal Montoro en una planta inferior en Génova, aunque no teníamos ningún cargo orgánico en el partido. Elegí Fomento porque es uno de los destinos que permiten mayor creatividad. Liberalizamos las telecomunicaciones, hicimos el diseño de los seis grandes corredores del AVE, pusimos en marcha los diversos métodos de financiación privada en infraestructuras. Hay que tener en cuenta que España a escala europea es un país grande y tiene la menor densidad de población de toda la UE, con 80 habitantes por metro cuadrado, frente a 250. Hacer una política de infraestructura basada en la rentabilidad económica es insostenible.

-Como presidente de Centros Comerciales Carrefour, ¿puede hablar de recuperación económica?

-Se incrementan las ventas perceptiblemente y esperamos un buen ejercicio para este 2015. Me han sorprendido los últimos datos del Instituto de Estudios Económicos que dan un crecimiento para el próximo ejercicio del 3% y empiezo a creérmelo, porque todos los indicadores van por delante de lo previsto.

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