Rosalía Iglesias: «¿Esto qué es? ¿Un castigo por ser la mujer de Luis Bárcenas?»

La esposa del extesorero del PP relata su versión sobre un incidente ocurrido en Soto del Real y por el que presentó una queja ante Interior

Rosalía Iglesias: «¿Esto qué es? ¿Un castigo por ser la mujer de Luis Bárcenas?» Efe

MARISA GALLERO

El 14 de noviembre Rosalía Iglesias llegó cuatro minutos tarde a la comunicación personal que le corresponde cada mes con su marido Luis Bárcenas en el módulo IV de la prisión de Soto del Real. No era la primera vez que le ocurría. En el anterior vis a vis se retrasó diez minutos y se disculpó en la ventanilla de acceso al interior de la cárcel: «lo siento, ha sido por el tráfico. Si hay algún problema, paso con los familiares».

El pasado fin de semana, la mujer de Luis Bárcenas se encontró en los medios de comunicación informaciones sobre un incidente acaecido durante esa visita a la prisión. Según relata a ABC, esas informaciones le atribuían frases que ella nunca pronunció. Por eso, se ha decidido a hablar.

El departamento de comunicaciones interiores de la cárcel está dividido en locutorios, salas para encuentros cara a cara y celdas para las comunicaciones íntimas. El funcionario tranquilizó a la mujer de Bárcenas: «No me dé las gracias. Se hace habitualmente, el problema es hacerlo contigo». Cruzó el patio sola y pudo acceder a la celda donde estaría su marido.

Según Iglesias, el trato con los funcionarios de prisiones siempre ha sido, por ambas partes, muy correcto y de respeto mutuo. No obstante, asegura que el pasado noviembre no se cumplió el protocolo habitual: «después de tomar las huellas, entré sin calzas para no hacer esperar. El funcionario me acompañó como la anterior vez que llegué tarde hasta la puerta del patio. Crucé sola y, al intentar abrir la puerta, estaba cerrada». Diez minutos más tarde tocó en el cristal de la ventanilla para preguntar si le podían abrir. Fue cuando el funcionario, según el relato de Iglesias, le contestó: «No, usted ahora va al familiar, porque ha llegado tarde». Iglesias insistió en que estaba esperando para entrar al vis a vis íntimo y que tan solo había sido cuatro minutos. «Usted tiene que esperar como todos», replicó el funcionario a través de la ventanilla. Recordando el antecedente, Iglesias le espetó: «¿Esto qué es? ¿Un castigo por ser la mujer de Luis Bárcenas? Si no, espero con los familiares para entrar con los demás y no estoy aquí sola».

Ese fue el momento cuando, según la esposa de Bárcenas, el funcionario cerró con un portazo la ventanilla, lo que sorprendió a Rosalía. Ya había pasado dos controles hasta llegar allí y los familiares que tenían visita todavía no habían llegado. La espera se alargó unos veinte minutos hasta entrar todos. A pesar de que la situación seguía siendo tensa, porque no le indicaban cuál era la celda que le correspondía, un funcionario con tono conciliador, suavizó la situación y le permitió acceder. Bárcenas le estaba esperando. A la salida, todos juntos, tanto familiares como Iglesias, cruzaron el patio y durante el trayecto le acompañó el mismo funcionario que le había ayudado a llegar hasta la celda. «Según el funcionario que toque, actúa de una forma u otra», le explicó. Rosalía fue la última persona de la comitiva que entró en el edificio, donde las puertas se cierran cuando ya están todos los familiares y proceden a nombrar a cada uno por su nombre para volver a pasar la huella y poder salir.

Gritos e insultos

Ese fue el instante en el que, según la mujer de Bárcenas, «un familiar, alentado por el funcionario que entregaba los DNI», empezó a increparla, «aporreando la puerta de cristal». Sin poderlo evitar, ella respondió: «Tranquilos, que aquí todos venimos a lo mismo». Pero uno de los familiares continuó con sus gritos: «¡Con privilegios!». Y las cincuenta personas reunidas y encerradas dentro de la sala empezaron a increparla, hasta el punto que el funcionario que la había acompañado cruzando el patio entró en el recinto para ayudarla en una situación cada vez más tensa. «El funcionario que había increpado a los familiares en el recinto cerrado me susurró al oído, por detrás y sibilinamente: “Estoy deseando verte aquí dentro”. Y como un resorte sorprendida le solté: “Y yo a ti, colgado”. E inmediatamente exigí que viniera la Guardia Civil para poner una denuncia». Una pareja de agentes se personó en las instalaciones e Iglesias se dirigió a la taquilla para que le devolvieran el DNI.

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