chispas

Sánchez salvó al PP

«Que el debate no le estaba saliendo bien al Gobierno quedó patente en los pasillos»

curri valenzuela

El exceso de Pedro Sánchez con sus ataques y descalificaciones a Mariano Rajoy salvó ayer al PP de la desmoralización. Los ministros y los diputados del partido del Gobierno aguantaron estoicamente cuatro horas de vapuleo de prácticamente toda la oposición a propósito de sus corrupciones varias con las cabezas gachas, sin abandonar sus escaños, víctimas de la depre colectiva que padecen por descubrir a tanto chorizo agazapado en sus filas, sin más capacidad manifiesta que la de aplaudir con tibieza a su presidente que se empeñaba en desgranar, una a una, decenas de medidas legislativas a las que nadie más que él hizo mención, en busca de un pacto para el que por mucho que tendió la mano se quedó solo. Ya casi al final, sucedió que Sánchez se pasó con lo del despacho pagado con dinero B, Rajoy se enfadó de verdad, abandonó su predeterminado papel de estadista, se arremangó como en sus mejores tiempos, asestó dos mandobles al líder de la oposición que, le dijo, no lo es de Despeñaperros para abajo y cosechó, al fin, una gran ovación de los suyos. Puede que los cronistas tengamos que subrayar que la sesión terminó como siempre con una dosis del «y tú más» del que adolece la vida política española. Pero en el PP no quieren un pacto de Estado con el PSOE para lograr la regeneración democrática; lo que quieren es que su jefe les defienda de las acusaciones que les llueven desde todas las esquinas del hemiciclo en sus horas de trabajo y, lo peor, en los bares de sus pueblos y las calles de las ciudades a las que regresan los fines de semana.

Que el debate no le estaba saliendo bien al Gobierno quedó patente enseguida en los pasillos del Congreso, donde es norma establecida que, a mayor satisfacción con la intervención de su líder, más diputados de su grupo salen a sacar pecho ante los periodistas y comentar la jugada. Pero no: los ministros se quedaron pegados a sus escaños, los parlamentarios populares de a pié tomaron café refugiados en el bar que tienen a su disposición en la parte trasera del hemiciclo y los pocos fumadores daban tres caladas al cigarrillo en el patio y volvían corriendo a sus asientos. Ninguno de ellos se paró ante la prensa para pronunciar unas palabras de recuerdo hacia la depuesta (y ya ausente) ministra de Sanidad, a pesar de que Ana Mato, que llegó a ser la número dos del PP, promocionó a muchos de ellos para conseguir sus escaños. Eso sí, les gustó que su portavoz, Alfonso Alonso, primero y el presidente después, reivindicaran su figura, y hasta les aplaudieron como respuesta. Por una vez, el jefe del grupo parlamentario, que devolvió la estopa con la que la oposición casi en grupo había sacudido a los suyos, fue más ruidosamente aplaudido que su jefe: los audímetros no mienten.

Solo Pedro Sánchez les hizo revivir. Según iban saliendo, los del PP se refugiaban en sus críticas al líder socialista: «No ha estado a la altura», «se ha equivocado en su discurso», «hoy no ha tenido un buen día»… De Rajoy hablaron poco.

Hasta que su presidente se arrebató, la bancada popular solo había aplaudido con fuerza a su portavoz, Alfonso Alonso, que empezó defendiendo a Ana Mato y devolvió la estopa recibida por su grupo en las tres horas y media anteriores. «El mejor», repetían al salir los diputados del PP, a los que no se escuchó más alabanzas hacia las intervenciones de Rajoy que las referidas a su última intervención tan demoledora contra el líder de la oposición. Raro es que el portavoz parlamentario reciba más piropos que el presidente de su partido, pero así fue lo de ayer, una jornada que no pasará a la historia.

Sánchez salvó al PP

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