Dos bloques, un presidente
«La experiencia de tres años de gobierno ha engrasado la maquinaria de funcionamiento y limado las asperezas iniciales»
Ni siquiera en el aperitivo que se sirve al terminar el Consejo de Ministros, cuando del «usted» se vuelve al tuteo y de las discusiones de proyectos de ley se pasa al debate sobre la marcha de la Liga en lo que ellos mismos denominan «el momento tortilla» en honor de la especialidad de la cocina de La Moncloa, Mariano Rajoy y los miembros de su Gabinete celebraron el viernes pasado el tercer aniversario de su enorme victoria electoral. «El país no está para fiestas», le dijo uno de ellos al topillo. Este apostilla: «El Gobierno, tampoco».
Otro de quienes reflexionaron sobre la fecha tras la última reunión del Ejecutivo expresa así el estado de ánimo general que impera entre los ministros: «Hace tres años pensábamos que todo iba a ser más fácil; luego, cuando vimos que empezábamos a superar la crisis económica, creímos que a estas alturas de la Legislatura habríamos remontado el vuelo. Pero ahora resulta que lo de la Economía no lo es todo. Estamos con la cuestión de Cataluña, tantos casos de corrupción….» Resultó sintomático que el jueves 20, cuando el Congreso aprobó definitivamente la reforma fiscal, ni el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, recordaba el aniversario que se cumplía ese mismo día ni el Gobierno aprovechó la coyuntura para lanzar una campaña reivindicando que, al fin, nos va a bajar los impuestos a todos los españoles. Una prueba más de que no están para alegrías ni hacia adentro ni hacia fuera.
Diferencia de criterios
También es cierto, sin embargo, que la experiencia de tres años ha engrasado la maquinaria del funcionamiento del Gobierno Rajoy y limado las asperezas iniciales. Cristóbal Montoro y Luis de Guindos, por ejemplo, ya no se disputan la supremacía del área económica, incluso en ocasiones se ponen de acuerdo, como hicieron recientemente para oponerse a la privatización de Aena que proponía la titular de Fomento, Ana Pastor. Y aunque es conocida su diferencia de criterios en general -Guindos más proclive a ceder a las presiones de Bruselas, Montoro más pendiente de lo que electoralmente conviene al PP- la polémica por la falta de un vicepresidente económico ha quedado zanjada. Sencillamente ya no existe.
Vicepresidenta solo hay una, Soraya Sáenz de Santamaría, criticada desde algunos por lo que manda, alabada desde todos por lo que resuelve. «La vice hace lo que le dice Rajoy; pero, claro, es más fácil meterse con ella que con el jefe», opina el topillo, conocedor de las suspicacias de los ministros que abordan al presidente para plantearle alguna cuestión e invariablemente reciben como respuesta el ya consabido «háblalo con Soraya». «Y así, claro -remata el topillo- se mosquean». Pero es que ella lo lleva todo: la coordinación del Gobierno, la preparación de los Consejos, la portavocía y las relaciones con los medios de comunicación, las relaciones con las Cortes, la resolución de la crisis del ébola y cualquier cosa que le encargue Rajoy, a quien tiene constantemente al otro lado del teléfono. Pese a su gran capacidad de trabajo, no está sola. Sáenz de Santamaría también aglutina a lo que se considera el «núcleo duro» del Gobierno: Montoro, la ministra de Empleo, Fátima Bañez, y el asesor económico del Presidente, Alvaro Nadal, que generalmente actúan como una piña.
Control sobre los medios
A falta de otro vicepresidente, el contrapoder a la única que hay se concentra en el grupo de ministros a los que su portavoz, José Manuel García Margallo, ha bautizado como el G-5. Lo integran además del de Exteriores los titulares de Interior, Jorge Fernández; Fomento, Ana Pastor; Industria, José Manuel Soria y el ex de Agricultura Miguel Arias Cañete. Tienen en común ser amigos de toda la vida de Mariano Rajoy, con el que se ven en privado y al que hablan con total confianza, y recelan en mayor o menor grado del poder de Sáenz de Santamaría, -el que más García Margallo, el que menos Jorge Fernández-, en especial por el control que la vice ejerce sobre los medios de comunicación que, algunos de ellos se quejan, les perjudica.
Eso sí, quienes esperen una confrontación pública entre los dos grupos o, más improbable aún, la victoria de uno sobre el otro, se equivocan de plano. El esquema de Gobierno de Mariano Rajoy se corresponde con la manera de ser de Mariano Rajoy. El presidente trata a sus ministros de uno en uno, no es amigo de reunirles por separado para abordar cualquier asunto fuera del Consejo y, conocedor de las divergencias entre ellos, les deja que se enfrenten entre sí. Lo único que espera de todos es que trabajen bien y sean leales a él. «Así va a conseguir llegar al final de la Legislatura -resume el topillo- sin cambiar a más ministros que uno que ascendió en Bruselas y otro que rompió con esa lealtad».