Resultados elecciones PP

Seis meses que no fueron bastante

En su despacho y rodeado de la cúpula del PP, esperó un milagro que no llegó

Mariano Rajoy,sale al balcón para dirigirse a sus simpatizantes en el exterior de la sede de su partido EFE

SARA MEDIALDEA

El presidente vivió la noche electoral en su despacho de la calle Génova. En ese recinto de la séptima planta se fueron acumulando asesores, colaboradores y dirigentes, y entre todos se sobrepusieron al suspense de una noche de infarto. Los nervios cundían, a medida que el escrutinio avanzaba y los datos no crecían al ritmo de las expectativas populares. Sólo había una persona calmada: Mariano Rajoy .

Fiel a su estilo y a su personalidad, el presidente llegó sobre las ocho de la tarde dispuesto a aguantar el tirón -uno más- de una madrugada que se prometía complicada. Meses de encuestas publicadas y de sondeos internos que prácticamente coincidían le tenían más que preparado para lo que la evidencia iba poniendo ante sus ojos: iban a ser, como él había predicho, el partido más votado . Pero la victoria tendría un sabor amargo.

Estómagos cerrados

En la sede central del Partido Popular , cuando las urnas se abrieron comenzó una larga liturgia, que fue llenando su despacho de colaboradores mientras las bandejas con comida esperaban que pasaran los nervios -«es que no entra nada en el estómago», comentaba uno de los vicesecretarios- y la noche se alargaba entre alegrías y tristezas.

En la cabeza de todos estaba el esfuerzo realizado en los últimos seis meses por «popularizar» a Rajoy, por acercarlo a la calle. Una tarea en la que el presidente se ha implicado a fondo , visitando localidades, saludando a los ciudadanos y fotografiándose con todo el que se lo ha pedido, en una campaña y una precampaña que lo han llevado a realizar actos públicos prácticamente desde el mes de julio, incluido el verano. « Rajoy ha cambiado en este tiempo , y el partido también -señalaban en su entorno, destacando la renovación en la cúpula popular-; pero seis meses no tapan los tres años de antes», se lamentaban.

Ni la estrategia de «visibilizarse», «salir del plasma» y pisar la calle en los últimos meses fue suficiente para recuperar a los electores que prefirieron otras opciones o, simplemente, no votar. Hasta la calle Génova estaba extrañamente vacía, desangelada en su soledad nocturna, tan diferente a la multitud vociferante que la abarrotaba en 2011, cuando el partido obtuvo sus mejores resultados históricos.

La legislatura más difícil, en medio del huracán de una larga crisis que se ha llevado por delante la credibilidad pública de muchas instituciones, ha cuajado las políticas de Rajoy de decisiones difíciles. Y aunque él no se ha cansado de explicar, en los últimos meses, que fueron medidas imprescindibles, y que gracias a ellas ahora está llegando la recuperación, sabía que le iban a pasar factura . El precio lo pagó ayer, en las urnas: se quedó rozando el 29 por ciento de apoyos, con unos cuatro millones menos de votos que en 2011 y perdiendo 64 escaños. Por debajo incluso de lo que obtuvo José María Aznar en el año 1993.

No le pilló por sorpresa; de hecho, a este hombre previsible y aburrido, hay pocas cosas en política que le pillen con el paso cambiado. « Después de treinta años en política... », suele decir. Rajoy es tal vez el político español en activo con más experiencia acumulada: ha sido concejal, presidente de Diputación , ministro en diferentes carteras, vicepresidente y presidente del Gobierno. Y también jefe de la oposición.

En el mismo balcón

Durante esta larga noche en su despacho de la séptima planta, rodeado de la cúpula del partido y de varios de sus ministros, y más tarde, cuando al filo de la medianoche salió al balcón de la calle Génova , seguro que recordó los buenos momentos que pasó en ese mismo balcón -bajo el que ayer se concentraban unos centenares de personas- en 2011, cuando su partido, con él como líder y cabeza de cartel, logró los mejores resultados de su historia.

Pero sin duda recordó igualmente los más amargos momentos vividos en marzo de 2008, cuando por segunda vez perdió las elecciones generales y apenas le quedaba más consuelo que el que, a su lado, le proporcionaba Viri, su esposa, mientras sentía a su espalda las dentelladas de algunos compañeros.

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