El PP asume que la mala educación de Sánchez y el silencio del moderador «descolocaron» a Rajoy

Tras el debate, el presidente del Gobierno acudió a Génova, donde, en privado, se sintió «indignado» por la falta de talla del líder socialista

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se saludan en el funeral por los policías asesinados en Kabul POOL

MAYTE ALCARAZ

Mariano Rajoy había preparado prácticamente solo el «cara a cara» del lunes. Salvo un mitin el domingo en Las Rozas, se había reservado todo el fin de semana para repasar fichas. «Tengo intención de aislarme unas horas para cerrar mi intervención», confesó horas antes a ABC. La determinación del candidato, consensuada con el jefe de campaña, Jorge Moragas , era «no bajar al barro» y mantenerse «en tono presidente». De hecho, los populares habían confiado tanto en el «fair play» de Pedro Sánchez que, según ha sabido este diario, ofrecieron no uno, sino dos encuentros televisados con el jefe de la oposición, «para evitar que el socialista acudiera a las citas previas con Albert Rivera y Pablo Iglesias». Sin embargo, Ferraz optó por «diversificar» la presencia de su aspirante. Resultado: el fracaso en sus encuentros con los emergentes le obligó a «pisar el acelerador» en su cita con Rajoy, según sostenía ayer un alto cargo socialista: «Las encuestas remaban en dirección contraria, con la remontada de Podemos y, a la desesperada, Sánchez decidió actuar con las mismas artes que Iglesias en las tertulias, identificando a Rajoy con la corrupción». De hecho, le espetó a mitad del debate: «Usted no es una persona decente».

El día después en ambos partidos no fue, no obstante, el soñado, por más que sus portavoces intentaron disimular la desazón interna. En el bando popular la sensación era de «haber perdido una oportunidad, aunque no el debate», en palabras de un miembro de la campaña del PP. Aunque ayer todos los compañeros del presidente salieron en tromba a defenderle (Cospedal habló de «chulería» de Sánchez y Sáenz de Santamaría tacho su actuación de «macarrismo»), el propio Rajoy no estaba satisfecho con su intervención. Sin dormir mucho, tras haber pasado de madrugada por la sede popular para agradecer a los voluntarios su trabajo durante el «cara a cara», el candidato a la reelección manifestó en privado sentirse «indignado» con la «mala educación» de su contrincante. En esas mismas fuentes se apunta que Rajoy contaba con «arsenal» para responder a los ataques socialistas «de los que no hizo uso» para no emponzoñar más la discusión. Asimismo, entre los dirigentes de Génova el malestar era más que evidente con la actuación «pasiva» del moderador, Manuel Campo Vidal, del que, según aseguraron, «esperaban que hubiera cortado las descalificaciones. Si lo hubiera pedido Rajoy hubiera quedado muy mal, porque la obligación era del moderador, que ni siquiera paró las interrupciones constantes». Aunque en el partido no quisieron «cargar las tintas» contra el comunicador, al que reconocieron su derecho a ejercer su trabajo como considerase oportuno, sí hicieron hincapié en que su silencio obligó al presidente a defenderse con palabras gruesas, tan poco frecuentes en su vocabulario. Rajoy terminó tachando la táctica del PSOE de «mezquina, miserable y deleznable».

En la otra orilla de la refriega, la satisfacción tampoco era plena. Aunque dirigentes como César Luena habían aconsejado a Sánchez «llegar hasta el final» en sus acusaciones sobre la corrupción contra su adversario, lo cierto es que una responsable de este partido manifestó a ABC «que ese intento a la desesperada por ganar el apoyo del voto más radical que podría haberse fugado a Podemos no garantiza que ese trasvase se vaya a producir y ha alejado a un elector más moderado que quería ver en Pedro Sánchez a un presidente y no solo a un polemista de televisión». Ayer, el protagonista del único duelo con el actual inquilino de La Moncloa insistió en su estrategia: «Le dije a Rajoy -sostuvo en RNE- lo que millones de personas piensan, que no es decente». El primer sorprendido por la falta de respuesta de Rajoy fue, según aseguraron en su entorno, el propio Sánchez al que sus antecesores, José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba , «habían advertido la tarde anterior de que el aspirante a la reelección era un peligroso enemigo dialéctico, correoso y efectivo en la discusión».

Lo más paradójico de la noche fue la respuesta casi al unísono de Iglesias y Rivera , ambos invitados en La Sexta para comentar el duelo PP-PSOE. Los dos censuraron el «tono bronco» de sus adversarios pese a que, como recordaron en el PSOE, «uno y otro han forjado su liderazgo sobre graves acusaciones contra el bipartidismo».En el PP ayer la tesis «no oficial» era clara: tanta virulencia contra el presidente del Gobierno «motivará más a nuestros electores, que se sintieron también insultados».

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