El "momentum" populista de Sánchez

El presidente del Gobierno ha desplegado una campaña caracterizada por la extrema polarización. El momento populista que Podemos persiguió en su origen como "los de abajo contra los de arriba" Sánchez lo moldeó con un marco en el que elegir entre "democracia o involución". Para ello fue fundamental dar aire a Vox, en una estrategia que recuerda a la de Mitterrand en los 80 con el Frente Nacional. Y como guinda, Sánchez recuerda a Rajoy al atribuirse la estabilidad y el sentido común

Elecciones generales: sigue en directo el escrutinio y el reparto de escaños

Encuesta elecciones Cope: así se reparten los escaños según el primer sondeo

Pedro Sánchez en el acto de cierre de campaña/ VÍDEO: Sánchez pide una mayoría «amplia» para vivir 4 años de «sosiego» ROBER SOLSONA/ ATLAS
Víctor Ruiz de Almirón

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La carrera política de Pedro Sánchez es un tobogán de pasiones y emociones. De estrategias y de ideologías. El presidente del Gobierno lo ha sido todo: el liberal, el insurrecto, el moderado, el izquierdista. Hasta llegar a esta campaña electoral en la que ha pretendido ser todo eso al mismo tiempo.

Tras diez meses de Gobierno hipotecados por la necesaria connivencia del independentismo para su acceso al cargo, Pedro Sánchez ha terminado de rebote en una campaña electoral con intención de pelear por votos fugados del PP y de Cs .

¿Cómo se ha podido plantear Sánchez disputar ese electorado? Si bien es cierto que la moción de censura fue lo que visibilizó un primer vuelco en las encuestas a costa de Ciudadanos, no fue hasta pasadas las elecciones andaluzas cuando todo se precipitó. Sánchez encontró lo que su gurú Iván Redondo define como el “momentum”.

Todo tenía que ver con Vox. La estrategia de desplazar a Ciudadanos hacia la derecha ya empezó en otoño de 2017. El objetivo era buscar posiciones centrales una vez que el retorno de Sánchez a Ferraz había servido para cerrar la grieta electoral por la izquierda. La victoria de Inés Arrimadas en Cataluña impidió que esa estrategia para recuperar voto a Cs tuviera éxito. Al contrario. Albert Rivera subía en las encuestas a la vez que el efecto del retorno de Sánchez a Ferraz amenazaba con diluirse.

Ya por aquel entonces Sánchez dio muestras de intentar algo. En una entrevista en televisión mencionó a Vox sin motivo aparente para asociarlo con Albert Rivera. En aquel momento pareció inocuo. Ahora todo se entiende. En Moncloa se defienden y apuntan a que es la llegada de Pablo Casado al PP lo que legitima a Vox. «Ellos fueron los primeros en darles espacio al llamar a recuperar esos electores cuando por entonces era muy residual». Pero lo cierto es que como se ha visto con la gestión de los debates y en sus mítines el eje de la campaña del PSOE es fundamentalmente azuzar el miedo a Vox. En privado no se cierra la puerta a que la formación de Santiago Abascal pueda ser finalmente el tercer partido del país .

Si en el PSOE ya interpretaron la pujanza de Cs a comienzos de 2018 como una posibilidad para ser primera fuerza aprovechando la división en la derecha, la trifractura ha sido promovida para ahondar en esa división. La operación resulta muy similar a la que en su día desarrolló Françoise Mitterrand en los 80 en Francia con el Frente Nacional para fracturar la coalición liberal-conservadora. El PSOE ha encontrado un discurso y ha orillado el tema catalán. Da la sensación de no ir a remolque más de una década después. Pero esa estrategia de cebar a Vox no la comparte todo el mundo en las filas socialistas . Se aplaude el discurso de Sánchez en campaña pero preocupa el efecto a largo plazo de la entrada de Vox en escena.

Una vez creado el enemigo Sánchez ya tiene una causa con la que convocar al elector detrás del PSOE. Un momento populista, que diría Íñigo Errejón. Un escenario de polarización. Si antes fue “el pueblo contra la casta”, ahora se pone la voz de alarma sobre la democracia misma. O con mensajes como que el PSOE quiere «mujeres vivas». Como si hubiera algún partido que las quisiera muertas.

Y es que en el entorno del presidente se abunda en la idea de que el reclamo al voto útil es más allá que una apelación a la izquierda o incluso a los progresistas. «Podría definirse como demócratas contra involución. Perseguimos un grupo heterogéneo». Esa heterogeneidad es transversalidad. Igual que Errejón se enfrentó en su momento a Iglesias porque el objetivo no era «dar miedo», Sánchez quiere convertirse este domingo en un “atrapalotodo” de votos . Recuperando votos a Podemos, Ciudadanos, incluso a los votantes más moderados del PP. Ambos planteamientos coinciden al reconocer que no se puede ganar ya simplemente con los planteamientos de la izquierda clásica.

Su campaña es además la de la inmensa fortuna. Todo lo bueno que las encuestas auguran al PSOE tiene más que ver con los errores o las circunstancias del resto de sus competidores que con aciertos propios. Porque a la fractura en la derecha hay que sumar la crisis interna en Podemos y la ruptura con algunas de sus marcas territoriales. Fragmentando así todavía más un voto que ya iba de por sí a la baja.

En contraposición a toda esa división y en la búsqueda de voto en todas direcciones Sánchez se presenta como garantía de «estabilidad» en contraposición a «una derecha desconcertada». En sus mítines ha reclamado el voto a quienes nunca han votado al PSOE y se ha reivindicado como garantía de un proyecto “moderado, sensato y cabal”. Reivindicar el orden era uno de los ingredientes con los que Errejón insistía repetidamente que debía complementarse el discurso de Podemos.

El elogio a la moderación y a la estabilidad, incluso al sentido común, recuerda al estilo de Mariano Rajoy, su némesis política durante tanto tiempo. Igual que Rajoy supo gestionar el caos de la legislatura fallida para lograr un gran resultado en 2016, Sánchez ha moldeado una nueva forma de caos y se ha ofrecido a combatirla. Una campaña "mariana", aunque en Moncloa recelan de esa descripción en tanto que confieren a Rajoy y a Sánchez personalidades muy distintas. «Gobernar es una cosa muy seria», ha dicho esta semana. Abrimos los ojos y era Sánchez y no Rajoy quien estaba allí. Este domingo se dirimirá si los españoles compran o no el libro de Sánchez y la historia que nos ha contado.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación