Curri Valenzuela - CHISPAS

La irrelevancia del PSOE

Curri Valenzuela

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«Solo hay una cosa en el mundo peor de que se hable de ti, y es que no se hable de ti». La frase de Oscar Wilde viene como anillo al dedo para definir lo que ocurre con la campaña electoral de Pedro Sánchez, olvidado por sus adversarios hasta sumergirle en la irrelevancia. A él, que hace menos de tres meses ocupaba el papel central de la política española cuando se creyó que podía convertirse en presidente del próximo Gobierno.

Pablo Iglesias, que compite por sus votos desde la iquierda, y Albert Rivera, que le está mordiendo desde el centro, lo dejaron muy claro en su debate cara a cara televisado del lunes. Apenas si se refirieron a él, como si entre Podeos y Ciudadanos no existiera otra fuera política que compita el 26-J. Mariano Rajoy le ignora por completo. Se acabaron sus contemplaciones de la anterior campaña electoral con el candidato socialista, cuando el popular se empeñó en debatir solamente con él.

Al desprecio general del resto de las fuerzas se unen las encuestas publicadas los últimos días, todas ellas con el titular de que Podemos aventaja a los socialistas en votos y, según algunos de sus sondeos, incluso en escaños. Con su sonrisa habitual, ahora muy forzada, Sánchez reconoció ayer que su electorado está desanimado y su campaña, dedicada a convencer a sus votantes de que acudan a las urnas. Suponiendo que sigan siendo suyos.

Solo Pablo Iglesias habla del candidato del PSOE con cierta frecuencia. Pero lo hace para ningunearle. Ayer mismo aprovechó su protagonismo en un desayuno informativo para, después de anunciarse dispuesto a ocupar el espacio socialdemócrata, darle consejos sobre su comportamiento futuro. Como si quisiera reservarle otra silla junto a la que ocupaba a su lado un Alberto Garzón silente a cuyo partido se ha comido ya antes de iniciar el asalto final al PSOE.

Confiesan los socialistas que Sánchez anda un poco depre. Natural, teniendo en cuenta que su transformación del todo a la casi nada en el panorama político ha sido súbito. En enero se negó a hablar con Rajoy de cómo conseguir que España tuviera un Gobierno; en febrero se propuso al Rey candidato con posibilidades; en marzo se sometió a una sesión de Investidura que creyó que iba a ganar hasta el último momento y hasta mayo se dedicó a presumir de ser le líder de mayor talante negociador. Hace solo dos semanas declaraba a este periódico que su objetivo era el de ganar en junio. Y ahora se resigna a subsistir.

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