Juan Fernández-Miranda
Dilemas de centroderecha
La estrategia de Rivera, ¿le da más votos por la izquierda de los que le quita por la derecha?
![Albert Rivera, en un acto de la campaña](https://s3.abcstatics.com/media/elecciones/2016/06/18/52994224-kjeC--620x349@abc.jpg)
Para muchos votantes de centro derecha Albert Rivera irrumpió en el panorama preelectoral del 20-D como una especie de primo de zumosol. Él y solo él venía a dar respuesta al hastío que la corrupción había provocado en muchos votantes del PP. Ciudadanos sólo necesitó pulsar tres teclas:defender la regeneración del sistema sin poner en solfa la unidad de España –«yo soy español»–y sin mandar al garete la recuperación económica. Ni más ni menos. El cuento acabó con el PP dejándose 63 escaños, de los que Ciudadanos recogió 40. El resto se quedaron en casa, se fueron al pueblo por Navidad o prefirieron esquiar.
Ciudadanos llenó su zurrón porque para el votante de centro derecha representó una opción segura en las dos grandes preocupaciones –economía y Cataluña– y servía de acicate para empujar al PP a la regeneración –la suya y la del sistema en su conjunto–. Pero toda esa ensoñación del votante moderado y liberal partía de la base de que ambos sumarían 176, aritmética endiablada que como es sabido no se consumó.
Yese votante, de nuevo ante las urnas, vive sin vivir en sí, discutiendo cara a cara con el voto del miedo mientras valora más que nunca si taparse la nariz. ¿Por qué? Porque entre el 20–D y el 26–J la posición de Ciudadanos ya no es la misma y el escenario en la izquierda es poco menos que desolador.
Tras analizar el 20–D, Ciudadanos entendió que su crecimiento natural estaba en el centro izquierda. Y se lanzó a por esa bolsa. He ahí la solemne fotografía de Rivera con Sánchez, que en apariencia defendía la gobernabilidad pero que en realidad esconde un órdago en guante de seda al PSOE;he ahí el creciente veto a la figura de Rajoy.
Arriesga mucho Rivera al conjugar la seducción al socialista moderado con la censura ya no sólo a Rajoy, sino también a Sáenz de Santama y Cospedal. Arriesga porque semejante veto es meterse en casa ajena, un desprecio al votante del PP, una contradicción en su discurso y, sobre todo, porque no está claro que gane más votos por la izquierda de los que pierda por la derecha.
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