José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO
Para qué sirvió el debate
Del interés que suscitó entre el electorado da buena cuenta la audiencia que tuvo: apenas un 15%. Es normal, había Masterchef

En un debate solo tiene algo que perder aquel que defiende su posición, este es, el presidente en ejercicio que aspira a la reelección. Por lógica, los que ni gobiernan ni las encuestas les sitúan cerca de esa meta pueden arriesgar cuanto quieran: ya tienen un punto de partida malo. Y los que ni siquiera se contempla que saquen escaño pero la Junta Electoral les regaló un espacio en el debate —porque la CRTVG planteó el único formato posible para que la JEC no se lo desautorizara— se encontraron con un escenario inmejorable para hablar de su libro, aunque este se encuentre descatalogado por obsolescencia democrática. Feijóo, en un descarado y desproporcionado seis contra uno , resistió. No besó la lona, que dirían los cronistas de boxeo. Llegó hasta el final y tuvo además capacidad para colocar los tres o cuatro mensajes para su parroquia. Con 16 minutos era difícil atacar y defender. Optó por vender. Suficiente. O yo, o diez partidos. Va a ser su mantra lo que resta de campaña.
La izquierda había pactado previamente no agredirse en el debate. Su enemigo era Feijóo y contra él lanzaron sus iras. Pueden irse al ataque sin portero porque no tienen gestión que defender. Y si todo lo más que puede afirmar Gonzalo Caballero es que el Gobierno de España estuvo a la altura durante la crisis sanitaria y tenemos que agradecerle las 400.000 vidas salvadas por Pedro Sánchez —con sus propias manos, no lo olviden—, pues está todo dicho. Dentro de la izquierda había una pugna interesante : ver quién destacaba más en plena remontada nacionalista y con los socialistas estancados. Caballero quiso mostrarse como el optimista más ilusionado de esta parte de la galaxia, pero Joker solo hay uno, y a la sonrisa se le veían los forzados hilos. Conjugar PP y ultraderecha en la misma frase de manera reiterada no le hace a uno tener razón. Gómez-Reino fue honesto al admitir implícitamente que él presidente no va a ser , pero que quiere cacho en un gobierno tripartito, y que sí, que si hay que entenderse con PSOE y BNG se entenderá sea como sea. La moqueta une.
Ana Pontón sorprendió menos en este debate de lo que lo hiciera en 2016 . Probablemente sea la que mejor domina el escenario y la que más preparada llevaba su intervención. Es el gesto amable del nacionalismo más ortodoxo y antiespañol, cuya receta es soberanía para todo. Bálsamo mágico que resuelve desde el precio de la luz hasta el uso del gallego, pasando por la sanidad o la industria. Con soberanía y supuesta tarifa eléctrica propia cierran también empresas en País Vasco, no se engañen. Pero esta equidistancia de lo insensible que es el Gobierno de España con Galicia y lo terriblemente mala que es la Xunta de Feijóo le permite al BNG surcar el debate sin que sus contradicciones y las mismas propuestas de los últimos treinta años le pasen factura. Eso y que va menos forzada que Caballero le dan ventaja. Veremos qué dicen los sondeos posteriores al debate .
Pancho Casal encabeza una opción política irrelevante e inexistente, a la que solo una ley electoral caducada permite aprovecharse de una marca de hace cuatro años. Vox habló para los suyos , que son pocos y cabreados, aunque es legítimo reivindicar su derecho a mitinear sin ser agredidos por los radicales de siempre, gentuza violenta que aplica la democracia como un interesado embudo. Y Ciudadanos... Beatriz Pino mejoró a Cristina Losada (lo tenía fácil), pero lo poco gusta y lo mucho cansa, y este papel de regañadora, de decidir qué interesa a la población y qué no duró lo que duró. Si tiene la fórmula para acabar con el peaje de la AP-9 que salga y la revele, que no se esconda en el eslogan.
Pasó el debate y dentro de tres días nadie se acordará de él . Imagínense el día 12. Puede explicarse con datos: solo el 15% de quienes veían la tele en Galicia el lunes consideraron interesante enchufarse a la TVG para el ménage à sept . Entiéndanlo, había Masterchef, y las elecciones son un plato aparentemente ya cocinado.
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