¿Qué es para mí Cataluña?
Grandes en nuestra pluralidad
El secretario de Estado de Cultura cree que la ambición del nacionalismo secesionista ha crecido alimentada por desencuentros que han tenido muchos componentes simbólicos que podrían haberse evitado con más buena voluntad
Cataluña siempre ha sido una expresión singular de lo que es España. De hecho, sin ella, como bien veía Julián Marías, sería imposible entendernos como españoles y viceversa. Este flujo de ida y vuelta es determinante y todos tenemos la responsabilidad de contribuir a que siga siendo así. Los matices que nos aportamos no son anecdóticos. Constituyen una parte muy esencial de nuestra identidad: la que se vive desde Cataluña como parte de España y la que se siente desde España en relación con esa parte tan íntima de sí misma que es Cataluña.
Resulta sorprendente y lamentable que las cosas se hayan dejado correr hasta aquí. Sorprendente y lamentable porque la ambición del nacionalismo secesionista ha crecido y crecido alimentada por desencuentros que han tenido muchos componentes simbólicos y sentimentales que podrían haberse evitado por ambas partes con más buena voluntad y muchas dosis de inteligencia emocional. Si desde el resto de España fuésemos capaces de transmitir que sentimos el catalán como una lengua tan española como el castellano, o que Pla o Dalí son tan españoles como Cervantes o Picasso, entonces, mucho del desencuentro que nos desestabiliza como nación se desandaría en un abrir y cerrar de ojos. ¿Estamos a tiempo de poder hacerlo? Creo que sí. Siempre hay tiempo para enderezar las cosas. Sobre todo si hay, como en este caso, soporte histórico y emocional para ello, pues lo que une a Cataluña es un lazo de comunidad e identidad hispánica tan vivencial que la frialdad de las urnas no pueden romper en un puñado de horas. Un lazo profundo e inextricable, que anuda razones del sentimiento que la razón desnuda no entiende.
Bastaría invocar la memoria de Don Marcelino Menéndez Pelayo y su admiración rendida por Cataluña para poner los puntos sobre las íes sobre el momento actual. Cuánto ganaríamos todos si asumiéramos, como él, que la grandeza de España radica en su singular fisonomía cultural y lingüística. Una singularidad plural y de registros complejos que resulta inédita en el concierto de las grandes naciones europeas y occidentales. Una pluralidad que nos engrandece, singulariza y embellece y que, entrados en el siglo XXI, deberíamos preservar e impulsar como una seña de identidad común ilusionante.