Elecciones en Andalucía 2018
Debate de las elecciones andaluzas: PSOE, PP, Ciudadanos y Adelante Andalucía, cuatro candidatos sin puntos en común
Susana Díaz, Juanma Moreno, Teresa Rodríguez y Juan Marín protagonizaron un encuentro sin mucha tensión
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Juanma Moreno
Juanma Moreno domina el medio. Mira a la cámara como si lo hiciera directamente a los ojos de los andaluces y repite su sustantivo talismán, la palabra «cambio». Fue de largo quien mejor supo administrar los tiempos, lo que le permitió tener la última palabra en sus rifirrafes con Susana Díaz. Aunque también tuvo dardos verbales para Marín, focalizó en la dirigente socialista sus ataques para reforzar su papel de jefe de la oposición y presentarse así como la única alternativa al «susanato» ahora que el partido naranja le come el terreno electoral. Adoptó en ocasiones una pose algo impostada y ensayada.
Se le vio descolocado con algunos ataques de Juan Marín, precisamente con quien aspira a sumar para propiciar ese cambio cuando éste le mostró un folio en blanco y escribió la palabra «nada» para dejar patente que la oposición del PP «no ha hecho nada» en 37 años. «Tardó un cuarto de hora en traicionar a sus votantes» , le replicó Moreno mientras él se presentaba como «dique de contención de la deriva del PSOE» al recordar todos los casos judiciales en los que ha ejercido la acusación.
Empezó con un mensaje positivo para no pintar ese cuadro tenebrista de «Andalucía negra» que no dudó en recordarle Susana Díaz. Elogió las potencialidades de la comunidad. Andalucía es «un gran fórmula uno» lastrado por «un gobierno nefasto» y «un drama que se vive en todas las familias donde no hay un hijo que no esté en el desempleo», apuntó. El líder del PP aspira a salvar este coche de carreras con una receta, el «BMI», las siglas de Bajada Masiva de Impuestos, un leitmotiv de su campaña. Fue quien más utilizó el recurso de los gráficos para ilustrar el paro, los 102.000 millones en fondos europeos recibidos o una página del diario ABC que daba cuenta de la dimisión del alcalde de Cs de Espartinas, acusado de prevaricación.
Viendo que el debate corría el riesgo de convertirse en un duelo con Marín, trató de reconducirlo asaeteando a Susana Díaz a preguntas que rebotaban contra un muro de silencio sobre el artículo 155 o la ocultación al Parlamento andaluz de los pagos en prostíbulos por parte del Gobierno andaluz. Prometió reducir a 60 días las listas de espera para operaciones porque «su gestión está atrofiada y hace falta un cambio como agua de mayo en sanidad y educación». A la candidata socialista le afeó que pidiera el archivo del caso ERE. «No ha colaborado con la justicia y ha querido tapar las vergüenzas del PSOE porque sabe que le dañan», proclamó. Criticó la «ensalada territorial imposible de solucionar» del PSOE y reprochó a Díaz que con la llegada de Sánchez a La Moncloa «se ha olvidado» de los 4.000 millones que exigía a Rajoy. Puso en un brete a la presidenta cuando leyó una frase de un libro que se utiliza en las escuelas andaluzas donde se califica a España de Estado plurinacional. «¿Usted cree que España es un Estado plurinacional?». Se apuntó un tanto y Susana Díaz terminó admitiendo que sería un «error» que, desde luego, no comparte.
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Susana Díaz
Fue de menos a «más» , aunque sólo hasta el final no se le borró del rostro el ceño fruncido que le acompañó todo el debate, señal inequívoca de que no es un formato en el que se encuentre a gusto. Las primeras palabras fueron para reivindicarse -«vengo con los deberes hechos» y 560.000 parados menos-. Dibujó una Andalucía ideal, «mejor», desde que ella está en el gobierno (cinco años ya) y con la promesa de bajar el paro en nueve puntos «en la próxima legislatura». No fue una guerra de todos contra ella. A ello contribuyó el enfrentamiento que protagonizaron los líderes de Ciudadanos y PP en su lucha particular por presentarse como exponentes del cambio político. Teresa Rodríguez no quiso hacer sangre . Para zafarse de las críticas a su gestión, apeló a los clásicos: las referencias a los insultos y agravios -«hasta en eso nos han maltratado, en el reparto de fondos europeos», espetó a Juanma Moreno- y desempolvó una de sus pesadillas: los «80 días» que estuvo en el aire su investidura, hasta que Cs vino a rescatarla en 2015. Su flanco más débil era la corrupción, el tercer bloque. Ahí tiró de manual. Los andaluces «saben lo que entra» en la casa de la presidenta y « quien lo haya hecho que lo pague».
Repitió como un mantra que «no han podido poner una mancha» a su gobierno, que es el que más controles tiene, y todo lo que ha pasado (ERE, pagos en puticlubs con tarjetas oficiales, formación) son cosas del pasado. Se presentó como víctima de dos bloques: a su izquierda, Podemos, «que no quiere que gobierne el PSOE», y «la derecha», agrupando a Cs y PP, que quieren pactar para desalojarla. «¿Si no suman van a bloquear a Andalucía? Cuando uno no puede gobernar no impide que otro gobierne. ¿Nos van a bloquear 80 ó 120 días? Sería bueno que lo aclararan . Yo no lo voy a hacer», les retó. Nadie le respondió.
A su antiguo socio le reprochó que estaba «sobreactuado» y teledirigido por Albert Rivera para romper con ella. «Me recordaba la canción de cómo hemos cambiado, qué lejos ha quedado esa amistad», le dijo. Pero quien focalizó más las críticas en su gestión fue Moreno, que la obligó a pronunciarse sobre si creía que España era un estado plurinacional exhibiendo un libro escolar que así lo dice. Quería responder, pero la moderadora la llamó al orden. Fue entonces cuando se cruzó de brazos, una pose que denotaba nerviosismo. No se relajó hasta que llegó su minuto de oro. Entonces sí, la sonrisa de alivio sustituyó al ceño fruncido.
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Teresa Rodríguez
La candidata de Adelante Andalucía consiguió ayer robar espacio político a Susana Díaz durante el debate electoral cuando reclamó con vehemencia que se hablase solo de Andalucía y no de Cataluña , un «mantra» que la socialista ha repetido durante y, desde luego, desde que arrancó la carrera electoral. «España, España, España, España...» susurraba la líder de Podemos cuando el candidato de Ciudadanos, Juan Marín, hablaba de Cataluña. «¿Para cuándo Andalucía?», reclamó. «Lo que rompe España son las cosas de comer», explicó Rodríguez, en referencia a Cataluña. «Lo que rompe España -insistió- es la desigualdad. El verdadero problema de España no es el catalán, es el andaluz, el de no llegar a fin de mes, el de ver a los jóvenes emigrar», argumentó la líder de Podemos. Teresa Rodríguez hiló un discurso muy orientado a sus votantes. Salpicó sus intervenciones con referencias a las «kelllys» (el colectivo de camareras de hotel); a los taxistas; a el Salario Mínimo Interprofesional, a los trabajadores explotados, a los emigrantes ... Rodríguez avisó que pensaba hacer una intervención «propositiva», lo que, en cierta medida, consiguió. Deslizó en su discurso la necesidad de inversión mínima en ciencia, en servicios sociales, en Sanidad, en protección de los colectivos más desfavorecidos, la necesidad de volver a niveles de inversión de hace ocho años, del derecho a caminos públicos... Pero también atacó: «En Andalucía se gasta más en publicidad institucional que en pensiones no contributivas », fue uno de sus dardos a la presidenta de la Junta, Susana Díaz. «No todos aquí tienen la misma legitimidad para hablar de corrupción», fue otro. El problema principal de Teresa Rodríguez durante toda la noche fue que a ratos pareció una convidada de piedra en una fiesta en la que los demás candidatos estaba más centrados en guerras entre ellos. Juan Marín dedicó gran parte de su esfuerzo en atacar a Juanma Moreno. El popular hizo lo propio con Juan Marín. Y ambos se emplearon en la crítica contra la gestión de Díaz. Con esos cruces de acusaciones, Rodríguez quedó a ratos orillada en el debate .
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Juan Marín
Juan Marín fue el más natural y campechano en las formas. Parecía que estaba sentado en el salón de una casa cualquiera explicando su programa a una familia andaluza. El candidato de Ciudadanos a la Presidencia de la Junta, Juan Marín, ensayó su nuevo rol de azote de Susana Díaz. Le costó fajarse este traje de duro opositor después de tres años y medio dándole carrete, con la aprobación de los presupuestos, al partido que no quiere erradicar la corrupción, como le reprochó. Su complicidad pasada con el régimen que quiere derrocar fue su flanco más débil y el candidato popular no dudó en explotar estas contradicciones. A Díaz y Moreno, Marín les recriminó que han hecho de la política su única profesión. De su antigua socia dijo que lleva «mucho tiempo pisando despachos y moquetas y se ha olvidado de los problemas reales de Andalucía », para enfado de la presidenta andaluza, que le replicó que «la carretera y la calle están entre mis virtudes».
A Díaz le recordó una de sus peores noches, su derrota en las primarias del PSOE frente a Pedro Sánchez. «¿Se acuerda del 21 de mayo de 2017? Usted quiso irse a Madrid . Usted quiere estar en Madrid, no en este debate. Andalucía es su segundo plato y para Ciudadanos es lo más importante», le recriminó. Le echó en cara los 855 millones de euros «defraudados, malversados y robados a los parados andaluces» en el caso ERE, «el mayor caso de corrupción política de España» que ha sentado a «23 años de gobierno socialista en el banquillo». «¿Sabe todo lo que podríamos hacer con ese dinero para mejorar la sanidad, la educación y los hospitales». « Hay un problema evidente, para Díaz parece que todo funciona bien , pero no es lo que dicen los andaluces», dijo oponiendo la Andalucía ideal y la real.
Marín aludió directamente al pacto con Moreno. Le ofreció la vicepresidencia de la Junta. «Tenemos la gran oportunidad de cambiar el gobierno de la Junta , si sumamos los escaños nos vamos a poner de acuerdo porque es una oportunidad que los andaluces esperan desde hace 40 años, y le aseguro que si no provocamos ese cambio, no nos lo perdonarán los andaluces», soltó Marín a Moreno, a quien le agradeció que esté «dispuesto» a ser su vicepresidente, algo que el candidato del PP-A negó rotundamente: «No voy a ser vicepresidente». Marín también rechazó repetir un nuevo pacto con el PSOE asegurando que ha rechazado los aforamientos y dejó en el tintero la Oficina Anticorrupción.