In Memoriam 4-11-2008: la noche mágica de la victoria de Obama

La llegada a la presidencia de Barack Obama encarnaba el lado más positivo de la globalización liberal cosmopolita

La familia Obama, tras las elecciones de 2008 AP

Borja Bergareche

«Si alguien duda todavía de que América es el país en el que cualquier cosa es posible… en esta noche tiene la respuesta». Era la noche del 4 de noviembre de 2008, y un jovial senador negro se presentaba al mundo en el Grant Park de Chicago como la promesa de un mundo más amable. La llegada a la presidencia de Barack Obama encarnaba el lado más positivo de la globalización liberal cosmopolita. Hastiados de los años bélicos de la era Bush que siguieron a los atentados del 11-S, los votantes estadounidenses optaron en masa por un político «outsider» y mestizo que parecía demostrar, con su mera aparición en la Historia, con la resonancia mágica de sus discursos, que una América –y un Occidente- alegre y optimista, multicultural y post-racial, eran posibles. El «buenismo» que los críticos en España veían con preocupación en Zapatero alcanzaba el Despacho Oval.

«En el discurso de Chicago lloramos todos, se palpaba una especie de justicia poética de reconocerse por fin en un inquilino de la Casa Blanca«, recuerda Noelia Sastre, testigo de aquella noche en Chicago (puedes consultar aquí el video del discurso) como enviada especial de ABC en aquellas elecciones junto a Alfonso Armada y los entonces corresponsales Pedro Rodríguez, Manuel Cascante y Anna Grau. Quienes tuvimos la suerte de seguir aquella campaña al frente de la sección de Internacional de este periódico devoramos con tanta ilusión como fruición el pedido de pizzas con el que arrancó la larga noche electoral de hace ocho años. Y nos fuimos a casa, ya de día, con la embriagadora sensación de que, en efecto, un nuevo tiempo histórico se abría para todos.

Los más «obamistas» en la redacción teníamos el reto de enfriar las emociones en los apasionados debates editoriales de una cabecera que simpatizaba instintivamente con el honorable senador McCain, reelegido este martes por sexta vez. McCain, más que Obama, representaría precisamente el arquetipo de producto del «establishment« al que los electores de Florida, Ohio, Pensilvania o Wisconsin han dado ahora una patada en forma de papeleta Trump. Cualquier cosa es posible en América, en efecto, querido Obama. «Euforia en 2008; incertidumbre ahora», nos resume Daniel Ureña, especialista en política estadounidense.

Por primera vez, un empresario sin experiencia política o militar se sentará en el Despacho Oval. La victoria de su estridente y ramplona versión del «populismo» –según coincidían este miércoles las portadas de El País y ABC- sitúa en la cabina de mando a la cara más oscura e inquietante de las avejentadas democracias liberales: la llamada «rabia blanca«, la percepción de inseguridad, el miedo económico e identitario. La malaise. «Su mundo se derrumba; el nuestro se construye», afirmaba ayer en Twitter , desafiante, el número dos de Marine Le Pen.

No es este el espacio para analizar en profundidad las raíces profundas de este malestar, más real que nunca y blindado contra los discursos del bien, que recorre Occidente. Muchos ciudadanos, en Estados Unidos, en Reino Unido, en Grecia… y quien sabe si en Francia y Alemania en 2017, optan en masa por la peor versión de nosotros mismos. Algo hemos hecho mal. Eso sí, quien sabe si quienes tengan el privilegio de cubrir para este diario las presidenciales de 2020 proclamarán al mundo la victoria de la primera mujer… y negra, con un nuevo Obama en la Casa Blanca. Porque todo es posible, sí, en la «brillante ciudad sobre la colina» que vislumbraron los pioneros del excepcionalismo americano que llegaron a Massachussets en el siglo XVII.

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