El lastre de llamarse Bush
«Yo soy quien soy» proclama el exgobernador de Florida, que busca levantar las losas de su apellido en la campaña
![El candidato republicano a la presidencia, Jeb Bush](https://s3.abcstatics.com/media/internacional/2016/02/08/jeb-bush_xoptimizadax--620x349.jpg)
Hay un paralelismo entre Jeb Bush y Hillary Clinton. Ambos cargan con su apellido en la peor época para las sagas políticas, cuando la mayoría de una sociedad norteamericana enfadada demanda cambio, aunque no sepa hacia dónde. Pero también hay una diferencia: mientras la exsecretaria de Estado es responsable de gran parte de sus problemas, la cruz del exgobernador proviene de obras ajenas , en especial la criticada gestión de su hermano, George W. Bush. Cuando una joven simpatizante le pregunta sobre el estigma de ser el tercer Bush que aspira a presidente, elude los circunloquios: «No creo que eso se pueda cambiar. Sencillamente, yo soy quien soy». Malos tiempos para el recuerdo de un pasado republicano en el que sólo parece brillar el expresidente Ronald Reagan.
El «town hall» es una modalidad de mitin típicamente norteamericana, que tiene su origen en esta región de Nueva Inglaterra. Por el pequeño pueblo de Bedford, a 70 kilómetros de Manchester, están desfilando los principales aspirantes republicanos . Unas 700 personas se arremolinan en torno al pequeño espacio central, donde va a intervenir el «speaker» (orador) , quien se someterá a una verdadera batería de preguntas espontáneas. El público no es necesariamente pro Jeb Bush. Chris Crawford, de mediana edad, va a votar a Kasich, aunque aplaude con efusividad y reconoce que le está gustando: «Creo que New Hampshire es su última opción, pero su problema es que no tiene estilo de confrontación, ahora que la gente está enfadada», argumenta a ABC.
Jeb Bush comparece con la familia propia. En Bedford está su mujer, Columba, una mexicana que complementa la impronta hispana de un aspirante que aprendió un buen español durante sus estudios en ese país. « Mi mujer no es política, gracias a Dios », exclama el candidato. El mayor de sus tres hijos, George P., introduce a su padre como alguien que, «cuando sea presidente, no solo va a representar a los republicanos, sino a todos los norteamericanos».
Es el mantra del candidato Jeb, pese a que en Iowa le relegó al sexto puesto, con un raquítico 5% de los votos: unir el país desde la moderación y reformas que resuelvan los problemas de los ciudadanos «como hice en Florida». Su receta: reducción del gasto público, que en su estado supuso un 11% menos de funcionarios , y equilibrio presupuestario, a partir del cual asegura que el país crecerá un 4% y generará 19 millones de empleos en cuatro años. Su otro hijo, Jeb Junior, escucha y aplaude.
Se le podrán negar otras virtudes a Jeb Bush, pero no la honestidad de su discurso , frente a afirmaciones más radicales que cosechan hoy más votos.
Jeanne-Marie Kraimer, también satisfecha con las palabras de Bush, está decidida a votarle: « Dudaba entre Kasich, Christie y él ; ahora creo que si consigue un buen resultado en New Hampshire, aún puede ganar».
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