Habrá recesión, la pregunta es cuánto durará
Las ganas de salir a cualquier precio tras dos años de pandemia y confinamiento han salvado el turismo y el empleo este verano. En otoño e invierno escapar de la contracción económica con una inflación galopante y unos tipos al alza sería casi un milagro

Tras el deseado descanso estival y la recuperación de las cifras del sector turístico, pese a la subida de precios, el comienzo del curso político y económico llega cargado de incertidumbre. Los datos del mercado de trabajo en los meses de julio y agosto reflejan, ... sin duda, una ralentización de la economía, pero todavía están muy marcados por esa alegría estival y esos deseos de disfrutar de unas vacaciones tras dos largos años de pandemia y de confinamientos, que han hecho que pese al miedo a la que se avecina, la mayoría de los ciudadanos hayamos desempolvado los ahorros acumulados en estos años para hacernos una escapadita.
Pese a los nubarrones que se dibujan en el horizonte, en el ánimo de los españoles –y a juzgar por las cifras de entrada de turistas internacionales en nuestro país, también en el ánimo de la mayoría de los occidentales– ha pesado más el deseo de salir de vacaciones, de disfrutar de la vida, al coste que fuera, que la prudencia y ahorro que aconsejaría la situación que previsiblemente nos encontraremos con la llegada del otoño.
Lo cierto es que también durante el verano hemos tenido ya muestras de problemas a los que hemos tenido que hacer frente y que se acentuarán en los próximos años con toda probabilidad por el tan traído y llevado cambio climático. Olas de calor, incendios por doquier, sequía y restricciones de agua... Una situación a la que hay que dar respuesta no con medidas puntuales, que también, sino con planes a medio y largo plazo que nos permitan cuidar nuestros bosques y nuestros campos para prepararlos en invierno ante los incendios que se producirán en verano. Necesitamos también un plan hidrológico serio que deje a un lado las peleas territoriales y nos permita aprovechar los fenómenos meteorológicos extremos a los que sin duda nos vamos a enfrentar con mayor frecuencia, para almacenar el agua que luego podremos usar en los momentos de sequía.
Aunque, sin duda, lo que más nos preocupa ahora, lo más inmediato, es la inflación. Tenemos que destinar más dinero a pagar el recibo de la luz y del gas, a la hipoteca, a la cesta de la compra, a comprar los libros y el material escolar, los uniformes, ... Todo sube, mientras los salarios permanecen prácticamente estancados y los ahorros se diluyen en esa inflación galopante y en las pérdidas que acumulan la mayoría de los fondos de inversión y de pensiones.
Nadie duda de que el BCE tendrá que volver a subir los tipos –hasta tres cuartos de punto, anticipan los mercados– y que esto contraerá el crédito y probablemente el conjunto de la economía. Son muchos los expertos que anticipan que Europa entrará en recesión. La pregunta es cuánto durará. Si es una recesión corta que permita corregir los excesos en los precios y devolver a las economías a una situación más saneada o si, por el contrario, los altos precios se perpetúan y alargan un doloroso proceso de contracción económica.
Mucho me temo que con la guerra de Ucrania de por medio y con la todavía elevada dependencia de Europa del gas y del combustible ruso, los precios de la energía altos van a durar una temporada. La rebaja del IVA del gas está bien, pero solo es un pequeño respiro. Además, las cifras de la inflación subyacente demuestran que las subidas se están trasladando al conjunto de la economía. Ahora falta ver qué pasa con los salarios. Los economistas advierten de que ligarlos totalmente al IPC alargaría más la crisis, pero los trabajadores no podrán aguantar mucho tiempo con pérdidas tan elevadas del poder adquisitivo. El otoño va a ser complicado.
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