Al grano

El tomate industrial de Lebrija ansía el calor típico de julio

Las temperaturas suaves no benefician al cultivo en una campaña más alta

Tomate industrial en la cooperativa Las Marismas ABC

I. Lopera

La recolección del tomate para industria en la zona del Bajo Guadalquivir , concretamente en el sector B12, la mayor zona productora de la provincia de Sevilla, arrancó el pasado 9 de julio en una campaña marcada nuevamente por la climatología . Y es que, como ocurriera el año pasado, las atípicas y suaves temperaturas del mes de julio no están beneficiando al cultivo, que precisa de temperaturas más altas de las registradas hasta la fecha, del entorno a « 35-36 grados centígrados », comenta el presidente de la cooperativa Las Marismas de Lebrija, Juan Sánchez Vargas, que espera que « agosto llegue algo más caluroso y redunde en una mayor calidad para el producto estrella en la zona».

La campaña, que si todo marcha climatológicamente bien se prolongará hasta la primera semana de septiembre , viene determinada también por un aumento de la superficie de siembras, con un total de 1.920 hectáreas frente a las 1.500 hectáreas cultivadas en 2018.

Así, la producción estimada en Las Marismas es de «entre 250 y 270 millones de kilos de tomate, unos 60 millones de kilos más que en la campaña precedente », destacando «un buen rendimiento del cultivo en campo, del orden de 120.000 kilos por hectárea, unos 10.000 kilos menos que en otras campañas, aunque si la climatología acompaña todavía hay margen de mejora», apunta Juan Sánchez.

Máximo rendimiento

La fábrica está ya esta semana al máximo rendimiento, procesando tomates a un ritmo de 4,5 millones diarios , de donde sale el concentrado de tomate que la cooperativa lebrijana exporta a los cinco continentes. Un producto de suprema calidad cuyo precio se está devaluando cada vez más en los mercados, debido, sobre todo, « a la competencia del tomate chino y a los acuerdos comerciales que dejan entrar en Europa, sin arancel, concentrado de tomate de destinos como los países del Este, producido con menores costes laborales y sociales y con menos restricciones fitosanitarias», por lo que «pueden vender más barato y así están provocando el hundiendo los precios», lamenta Sánchez Vargas.

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