«La patata nueva sevillana es más fea, pero supera en calidad a la vieja francesa»
Esther Jiménez, gerente de Anpasol, pide al consumidor que apueste por un producto fresco andaluz

Tras finalizar sus estudios de marketing y gestión de empresa, Esther Jiménez se incorporó a la empresa agrícola familiar sólo para realizar tareas de oficina a la espera de una oferta laboral mejor, aunque asegura que «el gusanillo del campo» le picó e hizo que, poco a poco, fuera interesándose por el desarrollo de los cultivos, especialmente el de la patata, sector al que lleva dedicándose casi dos décadas. Hoy es gerente de Anpasol ( Andalucía Patatas del Sol ), empresa productora y exportadora del tubérculo, además de ser socia fundadora de SolEurope , dedicada a lavar y empaquetar la patata que se vende en muchos de los establecimientos comerciales de Andalucía. Su compromiso con la agricultura de regadío le llevó a tomar el relevo a Margarita Bustamante al frente de la Comunidad de Regantes del Valle Inferior del Guadalquivir, siendo presidenta durante cuatro años (de 2010 a 2014), asumiendo la puesta en marcha de la modernización de las 18.000 hectáreas agrarias que conforman esta comunidad. Actualmente, continúa formando parte de su junta directiva.
—El hecho de ser agricultores, comercializadores y envasadores de patatas, ¿los diferencia de la competencia?
—Sí. Tenemos en propiedad unas 160 hectáreas sembradas de patatas en distintas fincas que se reparten por el valle inferior del Guadalquivir, que van desde los municipios sevillanos de Brenes hasta Los Rosales. Aparte, tenemos otras 50 hectáreas en la zona de Palma del Río (Córdoba) y otras 100 hectáreas más en Valladolid, aunque estas tierras están en régimen de alquiler o mediante acuerdos con otros agricultores para gestionar nosotros el desarrollo del cultivo. En total, producimos unos 14 millones de kilos de patatas, de los que una parte comercializamos al extranjero a través de nuestra empresa Anpasol y la otra restante la lavamos y empaquetamos para el mercado nacional a través de SolEurope.
—¿Qué producción es la que se exporta y cuáles son los mercados de destino?
—Exportamos aproximadamente unos diez millones de kilos de patatas, de los cuales, alrededor de 3,5 millones salen de nuestras tierras en Sevilla y van a clientes de Holanda y de Alemania. Nuestra empresa Anpasol, con sede en el municipio de Cantillana, nació en el año 99 con una clara vocación exportadora, pues está enfocada únicamente al mercado internacional. Son dos destinos donde la patata sevillana es muy apreciada. Además, trabajan de una manera muy planificada, impensable en España.
—¿Por qué?
—Son muy meticulosos. De hecho, nosotros en el mes de septiembre ya sabemos lo que vamos a tener que servirles en mayo del año siguiente. Nos hacen un programa exacto de los kilos de patatas que quieren, de la variedad y de cómo las quieren. En España es difícil encontrar un cliente que se comprometa a esos niveles. De hecho, la mayoría de los agricultores siembran su cosecha sin saber qué va a pasar con ella. Nosotros nos diferenciamos, ya que todas las patatas que se siembran vienen con el nombre y apellido de su cliente.
—¿Cuándo decidís apostar también por el mercado nacional?
—Recientemente. Fue en enero de 2014 cuando apostamos por que nuestra patata se quedara en nuestra tierra y así nace SolEurope, para lavar la patata, empaquetarla y llevarla a las superficies comerciales. Las instalaciones, situadas en Palma del Río (Córdoba), las compramos cuando la anterior empresa estaba en concurso de acreedores, por lo que la unidad productiva estaba montada, aunque hemos tenido que hacer una gran inversión para ponerla a punto. Contamos con unos 25 trabajadores y producimos 1.700.000 kilos al mes entre patatas y cebollas, aunque las cebollas no las cultivamos nosotros, sino que las compramos a los agricultores de la zona. Empaquetamos con nuestras tres marcas: El tendero, Vega del Guadalquivir y SolEurope.
—¿Cómo se ha desarrollado la campaña en cuanto a precios?
—El año pasado fue bastante bueno y las expectativas hablan de una tendencia al alza. Los precios en origen se han mantenido entre los 0,24 y los 0,32 euros el kilo, dependiendo de la calidad. Son precios con los que el agricultor puede cubrir costes y obtener beneficios. No obstante, es importante asegurar las ventas, pues si la oferta y la demanda se equiparan, los precios de la patata seguirán siendo aceptables. Y es necesario que los precios del mercado acompañen, pues hay que tener en cuenta que este cultivo no cuenta con ayudas y que el coste de producción de una hectárea de patatas (desde la semilla hasta que el producto entra en el camión) ronda los 7.000 euros.
—¿Cómo afecta al sector la competencia de la patata francesa?
—Nos hace mucho daño. En las grandes cadenas de distribución el ama de casa demanda la patata de conservación francesa, que lleva meses en las cámaras frigoríficas, más que la patata nueva andaluza recién cosechada, porque el aspecto del tubérculo galo es más bonito. Eso se debe a la profunda desinformación que hay por parte del consumidor final, unido a que en la época en la que compiten en los lineales las patatas francesas y las patatas tempranas de Andalucía el precio de la de conservación es inferior. Por ello, es importante que cuando se compre una bolsa de patatas se mire bien el etiquetado, que es donde indica el origen, y se apueste por el producto nuevo, con el que los consumidores ganarán en sabor y frescura aunque ello suponga unos céntimos más en la cesta de la compra. Esa calidad superior de la patata cultivada en Sevilla y en Andalucía se nota especialmente al cocinar y en el sabor, ya que la patata francesa se pone negra al entrar en contacto con el aceite.
—La Consejería de Agricultura ha anunciado que va a promover una campaña de promoción de la patata cultivada en Andalucía.
—Es fundamental que se fomente el consumo de la patata temprana andaluza y que se haga bien, pues los productores y la industria nos estamos jugando mucho. La reducción de superficie de cultivo del tubérculo en los últimos años tiene mucho que ver con el auge de la patata de conservación. Y es necesario exigir el etiquetado correcto, que incluya la fecha de recolección del producto, las condiciones y el país de origen.
—¿Cómo se prevé la próxima campaña en la provincia?
—Las patatas estaban muy adelantadas por las temperaturas suaves del invierno, pero la helada del pasado miércoles lo ha frenado notablemente y, por ahora, no sabemos cómo va a afectarle al cultivo. No obstante, por los daños sufridos es previsible que se pierdan bastantes toneladas de producción. Nosotros hemos mantenido la misma superficie de siembra y esperamos que los precios en origen sean algo superiores. Para ello, hemos apostado por la calidad pues contamos con el certificado Global Gap, Producción Integrada y estamos autorizados para el uso de la marca Calidad Certificada. Además, el sector cada vez está más profesionalizado.
—¿En qué sentido?
—Se están mejorando las infraestructuras. Hoy casi todos los agricultores riegan ya por aspersión y se está innovando mucho en las semillas. De hecho, nosotros todos los años probamos entre 15 y 20 variedades nuevas de patatas que no tienen ni nombre todavía en un campo de ensayo de aproximadamente una hectárea.