Entrevista al director adjunto del COI

Jaime Lillo: «Trabajamos con EEUU para frenar cualquier hostilidad sobre el aceite español»

El COI acerca posturas con la Administración americana para evitar posibles aranceles a la venta de aceite de oliva

El director adjunto del Consejo Oleícola Internacional, Jaime Lillo ABC

Inma Lopera

El varapalo sufrido en la provincia de Sevilla , líder mundial en producción de aceituna de mesa, por el impuesto arancelario establecido por Estados Unidos a la importación de la aceituna negra española tiene en vilo también al sector oleícola, temeroso de que este gravamen se haga extensivo al aceite de oliva. Ante esta amenaza, el director ejecutivo adjunto del Consejo Oleícola Internacional (COI), Jaime Lillo , señala que se está trabajando por propiciar un acercamiento con los productores olivareros de California y con los importadores del mercado americano, «para evitar los escenarios más hostiles». Y es que España es el principal abastecedor de aceite de oliva de Estados Unidos, país que lidera las importaciones de este producto a nivel mundial.

—¿El COI está fundamentalmente enfocado al aceite de olibva, ¿no?

—El Consejo Oleícola Internacional se crea para fomentar el cultivo del olivo y sus productos. En el convenio que nos rige se encuentran tanto el aceite como la aceituna de mesa, pero bien es cierto que el peso económico del aceite de oliva es mayor y, consecuentemente, acapara mayor atención en nuestras actividades. Una de nuestras preocupaciones es armonizar las normas a nivel internacional, y ese trabajo ya se hizo con la aceituna de mesa, donde tenemos un mismo lenguaje para hablar de calidad. Es un ejercicio que todavía suscita mucho debate en el aceite de oliva, por lo que nos requiere más atención.

—¿Qué peso tiene el COI a nivel mundial?

—Este órgano lo integran 41 países, que suponen 14 miembros (ya que la Unión Europea ejerce como un único miembro). Eso supone el 95% de la producción mundial de aceite de oliva. No están dentro todavía países como Estados Unidos (EEUU), Australia, Sudáfrica o Perú, pero estamos propiciando un acercamiento. De hecho, EEUU, un país que es muy relevante no sólo por la producción oleícola sino también por lo que respecta al consumo de aceite de oliva, ha venido como observador a las dos últimas reuniones de miembros. También estamos en negociaciones con Japón y con China, ya que nuestra meta con el nuevo convenio que entró en vigor en 2017 es acercarnos no sólo a los países productores sino también a los consumidores.

—En cuanto a EEUU, tras los aranceles impuestos a la importación de la aceituna negra, el grupo Deoleo ha expresado su temor a que se haga extensivo al aceite de oliva...

—Sería una muy mala noticia y un revés para el sector oleícola. Estamos trabajando para tener mejores relaciones con EEUU, relaciones que hace dos años no existían, propiciando un clima favorable para evitar este tipo de conflictos. El detonante suele ser el precio de las exportaciones al mercado de Estados Unidos, el que haya marcas con diferencias de precios importantes respecto a los aceites californianos. Si está en peligro la subsistencia de la economía del olivar americano, los actores económicos toman las medidas que tienen en su mano para defender sus intereses, les ampare o no la razón.

—¿El diferencial de precios actual entre los aceites importados y los americanos podría motivar la imposición de un arancel?

—Sí, estamos asistiendo a la competencia entre los operadores para ganar cuota de mercado y está habiendo tensiones con los precios, y ese clima no favorece. Además, cada vez más se impone la política comercial americana de poner en valor los productos nacionales y ese proteccionismo no es bueno para el sector. Ha sucedido con la aceituna de mesa y hay que intentar entre todos evitar ese escenario en el aceite de oliva. Sobre todo porque Estados Unidos es uno de los grandes jugadores en el panorama oleícola. Es el principal importador de aceite de oliva y ya es el tercer consumidor del mundo, después de Italia y España.

—¿Cómo se fortalecen las relaciones entre los diferentes países miembros cuando son competidores directos en los mismos mercados?

—El COI trabaja por el olivar y por el aceite de oliva, y eso los miembros lo tienen my claro. Si crece el reconocimiento de los productos y del olivar crece para todos y eso repercute positivamente en el consumo, en la producción, en la elaboración, en la rentabilidad... Todos estamos de acuerdo en que hay que prestigiar el producto, en que se reconozcan sus atributos y en eso aún hay una labor importante que hacer. Y el COI es un instrumento de gran valor para lograr ese objetivo.

—En cuanto a la calidad de los aceites, hay diferencias entre los distintos países miembros, ¿no?

—La clasificación de la calidad es la misma. Todos los países del COI compartimos las definiciones (como aceite de oliva virgen y aceite de oliva virgen extra) y armonizamos los métodos para verificar esas definiciones. ¿Dónde podemos encontrar diferencias entre países? En la manera de aplicarlas y de controlarlas. Ahí es donde puede existir diversidad.

—En España, el Panel test sigue dando que hablar, y el sector de los grandes envasadores pide más garantías jurídicas.

—El Panel test ya no está puesto en entredicho por nadie en el sector. Todo el mundo reconoce el papel que tiene el análisis sensorial a la hora de clasificar los aceites y determinar la calidad del origen. La polémica está en cómo se aplica el método. Y ahí es donde hay un debate constructivo en el que el COI está participando y liderando con sus miembros y con el sector, a través del comité consultivo. Tenemos una norma compartida y aprobada por todos los países productores que hay que respetar, pero tenemos que avanzar en la reflexión de cómo se aplica y cómo mejorar esa seguridad jurídica, pues hay margen para mejorarla respetando las exigencias de calidad para los consumidores.

—¿Está evolucionando la producción de aceite de oliva al mismo ritmo que las exigencias del consumidor?

—Sí. La evolución en la producción de aceite de oliva es extraordinaria, y en particular, la que ha protagonizado España, que es líder del mercado mundial del aceite de oliva. Tenemos la capacidad de hacer los mejores aceites del mundo. Eso está constatado por los premios internacionales otorgados.

—La entrada en producción de las nuevas plantaciones de olivar superintensivo, ¿son una amenaza o la demanda está creciendo al mismo ritmo que la producción mundial?

—El aceite de oliva no llega al 2% del consumo mundial de grasas vegetales y es un producto extraordinario. Tiene un amplio desarrollo para seguir creciendo, sobre todo en los llamados mercados no tradicionales, como América y Asia. Si hasta ahora el aceite de oliva ha sido capaz de duplicar su producción, comercializarse todo y conquistar nuevos consumidores, esta tendencia se puede mantener. La dificultad estará en gestionar determinados picos de producción, que pueden provocar tensión en el mercado en momentos puntuales, pero pensando a medio plazo hay todavía condiciones favorables para que crezca la demanda mundial de aceite de oliva.

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