LA ENTREVISTA AGRÍCOLA
«El fosfoyeso es lo que ha hecho cultivables las marismas del Guadalquivir»
El residuo de la industria fitosanitaria de Huelva ha sido determinante para la prosperidad agrícola de Lebrija, Isla Mayor o Utrera, según el catedrático Antonio Delgado García

Cultivos como el arroz, el algodón o el tomate han dado fama a las tierras de las marismas del Guadalquivir y prosperidad económica a los municipios sevillanos del antiguo estuario del río que han hecho de la agricultura su medio de vida. Pero estas tierras no siempre fueron tan productivas. De hecho, desde los años 70, ingenieros agrónomos han trabajado en la desalinización de las marismas y en la recuperación de los suelos para producir alimentos. Antonio Delgado García es uno de los mayores expertos en desalinización y uno de los mejores conocedores de las propiedades del suelo de la marisma, al haber participado en la cartografía del sector B12, (correspondiente a la marisma de Lebrija) donde descubrió «un paisaje inigualable», asegura. Catedrático de Producción Vegetal en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica de la Universidad de Sevilla, doctor ingeniero agrónomo e investigador en el área de la fertilidad del suelo, este docente está convencido de que el fosfoyeso tiene una baja radioactividad y que su uso es lo que ha eliminado la saturación de sodio de los suelos de las marismas, haciendo estas tierras cultivables.
—¿Sevilla y Andalucía tienen una alta concentración de suelos salinos?
—Sobre el total de tierras agrícolas no representan tanto, pero sí es verdad que hay un impacto importante de suelos salinos y con riesgo de salinización. Un suelo puede ser salino porque se haya conformado así en origen o porque el hombre lo saliniza. No hay una estadística precisa, pero se habla de más de 800 millones de hectáreas en el mundo afectadas por salinidad y esto empieza a ser un problema importante de cara a asegurar la alimentación mundial, ya que estos suelos son menos productivos.
—¿Cómo provoca la acción del hombre sobre la tierra un aumento de la salinidad?
—Efectuando un mal balance de sales en el suelo, y esto pasa porque entran más sales de las que se pierden, y entran principalmente con el agua de riego. Es lo que ha ocurrido en el litoral andaluz. En la zona de Almería ha habido intrusión de agua marina en los acuíferos como consecuencia de la sobreexplotación, y el agua se ha salinizado. Al regar con este recurso, el suelo se saliniza también. En Sevilla hay una zona altamente salina en origen que es la marisma del Guadalquivir, pero luego hay otras zonas puntuales como los suelos que se desarrollan sobre rocas del triásico, que tienen un alto contenido en sal y dan lugar a suelos salinos si no hay un buen drenaje, como pasa en la Sierra Sur.
—¿Cuál es la solución para los suelos salinos?
—La corrección de los problemas de salinidad pasa por lavar el suelo, aunque no siempre es posible por las condiciones ambientales o hidráulicas de esos territorios. No obstante, ha habido casos significativos de lavados de terrenos ganados para la agricultura, como las marismas del Guadalquivir.
—¿Cuántas hectáreas ha recuperado el sector agrario en el estuario del río?
—La marisma del Guadalquivir se extiende a lo largo de unas 100.000 hectáreas, y de éstas se han recuperado para la agricultura unas 40.000. En la zona concreta de Lebrija, por ejemplo, se han recuperado 14.000 hectáreas para actividades productivas, lo que ha permitido que 12.000 agricultores tengan acceso a parcelas de unas 12 hectáreas, y eso ha traído asociado unas connotaciones económicas y sociales bastante favorables para esta población y su entorno.
—¿Cómo se limpian las sales para recuperar el terreno?
—La situación puede revertirse con actuaciones de ingeniería agrícola. El problema en la marisma sevillana es que hay una gran influencia de una capa freática salina a muy poca profundidad, pues prácticamente llega a la superficie del suelo en invierno. Y este es el primer problema a resolver, pues no puedes lavar el terreno si hay una capa freática que está elevando sales todos los años. Hay que establecer un sistema de drenajes. En la zona de Lebrija se colocaron hasta cinco kilómetros de drenes en cada parcela de 12 hectáreas. Los drenes se instalan con maquinaria pesada, a un metro de profundidad, hay que darle la pendiente correcta, etc. Es una obra costosa y muy compleja.
—¿Es inviable acometer entonces estas obras a modo particular?
—No tiene sentido transformar una parcela solo, lo lógico será actuar en una zona agraria completa. No obstante, los drenes con el tiempo pierden eficacia, por lo que casi todas las parcelas de Lebrija han tenido que instalar nuevos sistemas de drenajes y eso ya lo han hecho los agricultores a modo particular. La parte positiva es que esta obra dura en el tiempo, por lo que, al final, la inversión se amortiza.
—¿Y la salinidad de los suelos se recupera o se limpian para siempre?
—Una vez instalado el sistema de drenaje, la capa freática no sube por encima de la línea de la profundidad a la que se han instalado los tubos. Eso quiere decir que, en el peor de los casos, tienes unos 60 centímetros de suelo a donde no llega la capa freática. Pero la tierra sigue siendo salina, por lo que hay que lavar los suelos con agua en exceso que disuelva y vaya liberando las sales. Y aquí no acaba todo, pues hay otro problema asociado a la salinidad, que es el sodio ( un ion que forma parte de las sales dominantes), que puede quedar retenido en las arcillas del suelo y que es tóxico en mayor o menor medida para las plantas, por lo que hay que eliminar ese sodio también.
—¿Cómo se eliminó el sodio presente en los suelos de la marisma del Guadalquivir?
—Para ello se utilizó fosfoyeso que salió de la fábrica de fertilizante de Huelva, un residuo que básicamente está constituido por yeso, que es una fuente de calcio efectiva para desplazar el exceso de sodio que tenían estos suelos. Se trata de un producto demonizado y con muy mala prensa, sobre todo por el colectivo ecologista, pero que ha permitido recuperar 40.000 hectáreas en la marisma para la agricultura. Además, otra ventaja del fosfoyeso es que en la fertilización se ahorraba el abonado con fósforo, un elemento no renovable y que según los más pesimistas se va a acabar en 150 años.