ECONOMÍA

Cetárea del Sur vende ya casi 100.000 kilos de crustáceos y moluscos vivos

Proveedora de la cadena Mercadona desde 2017, negocia un nuevo contrato para suministrar a otra cadena de distribución nacional

Irene Sánchez de Sardi con una de las langostas que comercializan vivas en Cetárea del Sur ABC
María Jesús Pereira

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Cetárea del Sur, una empresa fundada en 2001 en la Zona Franca de Cádiz por dos universitarias gaditanas , se ha consolidado como proveedora de crustáceos y moluscos vivos en España. Sus dos socias, Ana Parrabano Jiménez e Irene Sánchez de Sardi, compran los moluscos en Galicia y los crustáceos en Marruecos y Escocia, y de ahí la mercancía va directa a sus piscinas de agua salina. Desde 2017, Cetárea del Sur provee de crustáceos a Mercadona, que ya representa el 25% de su facturación.

Esta empresa gaditana, que comercializa 91.000 kilos al año de crustáceos y moluscos (25.000 de ellos en Navidad ), está además en conversaciones con otra gran cadena de distribución para suministrarle en Andalucía, lo que les llevaría a hacer una importante inversión para atender esa demanda. Octubre, noviembre y diciembre son los meses en los que más crustáceos se consumen en España y, por tanto, la época en la que sus piscinas están a rebosar de centollos y langostas vivas listas para llegar a las pescaderías.

Ana e Irene se conocieron en la Universidad de Cádiz cuando estudiaban Empresariale s. En la asignatura de Crecimiento y viabilidad de empresas tenían que presentar un proyecto y decidieron con otra compañera asumir el reto de hacer juntas un plan de negocio. «Mi padre trabajaba en una cetárea, un vivero comunicado con el mar dedicado a langostas y otros crustáceos destinados al consumo. Mi bisabuelo había tenido barcos y un abuelo mío era catador en los corrales de Chipiona. Me gustaba el mar y al final decidimos montar una cetárea para comercializar crustáceos vivos», explica Irene Sánchez.

Había un acuerdo entre la Zona Franca de Cádiz y la Universidad gaditana para apoyar proyectos empresariales . «Eligieron nuestro proyecto para montar una cetárea trayendo de Marruecos la mercancía, por lo que había un componente externo. Nos dieron una beca de seis meses para estudiar el proyecto tutorizados por la Zona Franca y orientados por dos profesores universitarios, que nos pusieron todas las pegas del mundo para saber si podíamos solucionarlas. Nos topamos con un mundo muy controlado por los hombres, sobre todo en Marruecos . Aunque íbamos de la mano de la Zona Franca, nadie nos quería vender porque no teníamos experiencia y éramos unas niñas», recuerdan Ana e Irene.

En 2001, tres años después de presentar el proyecto en la Universidad, inició su actividad la empresa Cetárea del Sur en unas oficinas que le cedió la Zona Franca. «La empresa Viveros Iraeta, que compraba crustáceos en Marruecos, aceptó vendernos finalmente crustáceos, que nos entregaba en Algeciras e iban directos a nuestras piscinas. Primero vendíamos en vivo bogavantes, centollos y langostas durante casi dos años. Después los clientes nos demandan moluscos, como almejas, navajas, ostras, ostiones o berberechos pero como aquí no querían vendernos esa mercancía -añade- tuvimos que recurrir a un proveedor de Galicia».

Irene Sánchez (izquierda) y Ana Parrabano crearon en 2001 Cetárea del Sur para suministrar crustáceos y moluscos vivos a restaurantes, grandes cadenas y particulares ABC

En 2003 introdujeron en su portafolio de productos las almejas y las ostras por encargo . Cuando introdujeron los moluscos, Cetárea del Sur tuvo que someterse a controles sanitarios aún más exigentes porque son animales filtradores y se consumen muchas veces en crudo. «Tenemos una depuradora para los moluscos y usamos laboratorios externos certificados para realizar constantemente análisis de dioxinas, biotoxinas, metales pesados, e coli o salmonella», explican estas empresarias.

El agua para este vivero se capta de dos pozos a 40 metros de profundidad en la misma Zona Franca. «La captamos a tanta profundidad porque es menos salina y va directamente a nuestras piscinas». Irene Sánchez declara que «éste es un negocio inestable que depende de factores climatológicos que, por ejemplo, hacen que se adelante o retrase el momento idóneo para consumir la nécora, o cambios en los hábitos de consumo por tendencias gastronómicas, que explican que ahora se consuma más atún que crustáceos o moluscos».

Irene Sánchez, socia de Cetárea del Sur, en las instalaciones de la Zona Franca ABC

Hasta 2017 suministraban a restaurantes de Cádiz, Rota, Jerez, Chiclana, Conil, El Palmar... y Sevilla capital. «El 90% eran restaurantes y el resto, mayoristas y particulares. Así fue hasta que Mercadona, que estaba buscando un proveedor de crustáceos vivos, nos contrató para suministrarle a sus plataformas de Andalucía, ganando así calidad estos productos al ganar tiempo de transporte», cuenta Irene Sánchez.

Desde 2017, Cetárea del Sur suministra buey de mar, nécoras y centollos a las plataformas de Mercadona de Huévar (Sevilla), Antequera (Málaga) y Guadix (Granada), y desde 2018 lo hace también a las tiendas de Ceuta y Melilla. De las plataformas de Mercadona van directamente los crustáceos vivos de Cetárea del Sur a las tiendas andaluzas de la cadena que preside Juan Roig.

En la Navidad de 2018, Mercadona le pidió que le suministrara también percebes de Marruecos . «Hasta 11.000 kilos llegamos a suministrarle en seis días a sus 1.600 tiendas de toda España, 350 de ellas en Andalucía», relata Ana Parrabano. «Ahora trabajamos también el percebe para las plataformas de Antequera, San Isidro (Alicante) y Ribarroja del Turia (Valencia). Desde esta última llegan los crustáceos a las tiendas de Mercadona en Palma de Mallorca.

En 2018, Cetárea del Sur facturó 1,2 millones y espera rebasar es cifra de negocios en 2019 . Ahora negocia convertirse en distribuidora de crustáceos y moluscos de otra gran cadena de distribución, lo que le llevaría a ampliar sus instalaciones.

Irene y Ana son respetuosas con el medio ambiente y para garantizar la reproducción de los crustáceos y no comercializan, por ejemplo, bogavantes más pequeños de 750 gramos ni más grandes de 3 kilos que son los reproductores. «Hay que defender la naturaleza evitando que los caladeros se agoten por falta de crustáceos que no llegan a adultos y de especímenes adultos que no reproducen», insiste Irene.

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