Nuestros jóvenes y su difícil emancipación

Permanecer en la casa de los padres por decisión propia no tiene por qué ser malo. Sobre todo en los casos en los que se quiera adquirir una vivienda en propiedad. Está claro que la combinación de elevados precios de la vivienda –sobre todo en las grandes ciudades– con bajos sueldos hace casi imposible que los jóvenes puedan a la vez vivir de alquiler y ahorrar para dar la entrada de un piso, incluso si lo compran en plano y tienen varios años para ahorrar el 20% del precio que no se puede pagar con la hipoteca. El problema es que esa permanencia en muchos casos no es voluntaria sino forzada por una situación económica mucho más precaria en el caso de los jóvenes españoles que en el de sus homólogos europeos. Pese a la subida del SMI, el salario anual medio de los jóvenes se sitúa en 12.640 euros, 190 menos que a finales del año pasado, advierte el Consejo de la Juventud, que recuerda que este colectivo ha perdido un 22,65% de poder adquisitivo desde 2008. Y, además, España sigue en los primeros puestos del ranking de paro juvenil. La tasa de paro de los menores de 30, aunque ha bajado, todavía supera el 20%.

Con estas cifras en la mano, la tarea de acceder a una vivienda y poder independizarse parece titánica para buena parte de nuestros vástagos. El pago mensual del alquiler absorbería el 85% del salario medio neto de la población en este rango de edad. Y otro tanto ocurre con el pago de la hipoteca, en el caso de que quieran comprar una vivienda en propiedad, con el agravante, en estos casos, de que hay que hacer frente a la entrada inicial.

Es cierto que los comienzos laborales nunca han sido fáciles, ni ahora ni antes. Todos o casi todos hemos empezado trabajando gratis o casi gratis, pero sabías que tenías posibilidades de prosperar. Ahora, los millenials que vivieron la crisis financiera de finales de los 2000 han enlazado con la pandemia, ahora con la guerra... crisis tras crisis en las que los salarios han sido los principales afectados.

Nuestra sociedad tiene un problema al que tiene que hacer frente cuanto antes. Nos jugamos el futuro. Primero, apostando por la formación. Tenemos una de las mayores tasas de abandono escolar y lo que está claro es que a menor formación, más paro y trabajos más precarios. Apostemos por la formación profesional y por adaptar nuestras universidades a las necesidades del mercado laboral. Y ayudemos a nuestros jóvenes a acceder a la vivienda. Tenemos que darles al menos el primer empujón. Aumentar el parque de viviendas públicas o de precio tasado en alquiler y propiedad para jóvenes; facilitar –como ha hecho la Comunidad de Madrid con los avales–, que los bancos puedan dar hipotecas por casi la totalidad del precio de la vivienda, e incluso permitirles deducir la hipoteca hasta una determinada edad son medidas que ayudarían.