Tribuna: Ciudad Abierta

Cohesión territorial, el campo y la ciudad

Marcos Sánchez Foncueva, CEO de la Junta de Compensación de Valdebebas, defiende que son las ciudades y su expansión y crecimiento las que han de configurar un ámbito integral de relaciones que empujen el crecimiento del mundo rural

Miles de personas se manifestaron el pasado domingo en Madrid en defensa del campo español

Marcos Sánchez Foncueva

La reciente manifestación del campo en la ciudad de Madrid vuelve a traer a debate el asunto de la cohesión social y territorial y su relación con la España vaciada, expresión que, por lo demás, no responde a la realidad española. Esa España no está vaciada , podrá estar olvidada, podrá considerarse la indeseable ausencia de inversión pública, podrá argumentarse su evidente estancamiento demográfico. Desde luego la tasa bruta de fecundidad a escala nacional , de por sí muy baja y en una tendencia abiertamente regresiva, puede considerarse grave y preocupante si descendemos el cálculo a determinados ámbitos geográficos. Las tendencias son claras y han de ocuparnos a todos. Lo mismo cabe decir con un somero vistazo a los indicadores de crecimiento vegetativo, saldo migratorio o tasa de crecimiento real. No pretendo ahora, como es lógico, hacer análisis de las circunstancias geodemográficas de las distintas regiones de España. Pero ya dejo sentada una conclusión, no hay España vaciada. Podrá haberla despoblada, pero no vaciada. Parece cuestión de matiz, pero las diferencias semánticas, aquí, sí importan. Estar vaciada implicaría considerar que estuvo llena en algún momento. Y eso, salvo en pueblos y núcleos rurales o urbanos muy concretos de ambas mesetas, Extremadura o del interior del levante, no ha sucedido en España. Desde una visión organicista de nuestra historia moderna y contemporánea, España ha participado, con nuestras peculiaridades, de los distintos procesos migratorios que se han dado en Europa desde el siglo XVIII. Muy especialmente y en la escala nacional, de la migración campo-ciudad habida a partir del inicio y consolidación de la Primera Revolución Industrial. Así, desde una perspectiva diacrónica, España no ha sido diferente ni se han producido hechos o circunstancias que pudieran particularizar la consideración de su evolución demográfica en el contexto europeo, abstracción hecha de factores exógenos al movimiento natural de la población, como guerras o catástrofes naturales, que de las dos ha habido. Convengo, en consecuencia, con la utilización de los términos “vacía” o, mejor, “despoblada” . A partir de aquí empiezan las diferencias.

Las reivindicaciones escuchadas por parte de aquellos que se manifestaron en Madrid en defensa del campo las resumo hoy, apelando a la indulgencia del campo por hacer evidente exceso de síntesis sobre las reclamaciones concretas de cada uno de los sectores o colectividades representadas, en uno de los mayores defectos a que nos ha llevado la organización política reciente. La falta de cohesión territorial. Algunos descansan y descargan conciencias tratando de hacer ver que ese defecto es propio del carácter regional de nuestra organización territorial , que divide a España en municipios, provincias y comunidades autónomas. Pues bien, las comunidades autónomas no han de ser obstáculo para la existencia real y efectiva de una cohesión territorial que hoy no existe y que es conditio sine qua non, sin embargo, no sólo para el normal y adecuado funcionamiento del sistema, sino para evitar la, tan deseada por algunos, desmembración de España.

La cohesión territorial sólo puede comenzar a materializarse desde la existencia de aquellas comunidades autónomas. Son el primer y esencial hito del proceso para su consecución. Debe insistirse en la necesidad de una ordenación del territorio eficaz y armada desde las distintas necesidades y perspectivas autonómicas. Urbanismo y ordenación del territorio deben procurar una cohesión territorial que derivará, forzosamente, en la existencia de cohesión social. Las ciudades deben considerarse el pivote sobre el que edificar comunidades cohesionadas. Lejos de enfrentarse al campo, son las ciudades y su expansión y crecimiento, siempre que sea orgánico y sostenible, las que han de configurar un ámbito integral de relaciones que empujen el crecimiento del mundo rural, consolidando la idea y la realidad de un campo fuerte desde los puntos de vista económico y productivo, social, cultural y, por qué no, político. Ha de procurarse el establecimiento en la escala autonómica de redes de toda índole entre sus distintas ciudades, que actuarán como nodos o pivotes sobre los que tejer una malla periurbana que pueda y sepa atender las necesidades de nuestro campo, que trascienda la periurbano y rururbano para convertirse en supraurbano. Dispondremos así de un territorio cohesionado en el que este tejido actúe por capilaridad, inyectando inversión allá donde se precise . La inversión no requerirá de los esfuerzos extraordinarios que implican las actuaciones aisladas, se producirá como consecuencia de la existencia de aquella malla que permita entrelazar investigación, desarrollo e inversión, como consecuencia natural de una red integral territorial o autonómica previamente establecida. Todo ello depende del establecimiento de una ordenación del territorio y urbanística pensadas desde la cohesión territorial. Si se actúa en esta escala autonómica, que engloba la previa municipal, después será posible plantearla en el ámbito estatal, en donde la cohesión, lamentablemente, brilla por su ausencia.

El ataque a los desequilibrios territoriales que atenazan un desarrollo autonómico armónico en España debe pensarse desde arriba, pero ha de implementarse desde abajo. En ese trayecto, la escala municipal ha de servir de informadora y garante del proceso, pues es aquí el urbanismo la disciplina que habrá de inspirar la ordenación del territorio, dada su mayor facilidad para el establecimiento de estrategias y políticas concretas. Es en el urbanismo donde debe comenzar la cohesión, extendiendo su estrategia hacia la ordenación y, sobre todo y este es elemento que apenas se considera por legislación y administración en España, la gestión territorial. Todo ello, claro es, desde la existencia de las necesarias cooperación y coordinación interadministrativa e interinstitucional, trabajadas y eficaces, y siempre considerando modelos que contemplen la existencia de una colaboración público-privada que permita encauzar y priorizar gestión e inversión. Difícil, pero no imposible.

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