TRIBUNA: CIUDAD ABIERTA
Ciudad y bandera
Marcos Sánchez Foncueva, CEO de la Junta de Compensación de Valdebebas, explica que la gran bandera de España instalada como homenaje al pueblo de Madrid simboliza la capacidad de mirar al futuro en estos difíciles momentos
![Martínez-Almeida intervino en el homenaje al pueblo de Madrid en su lucha contra el Covid, en Valdebebas](https://s3.abcstatics.com/media/economia/2020/10/29/almeida-homenaje-pueblo-madrid-kKF--1248x698@abc.jpg)
Hace algo más de 235 años, el 25 de mayo de 1785, Carlos III «el mejor Alcalde de Madrid», firmaba un Real Decreto en el que determinaba cuáles habrían de ser, a partir de entonces, los colores de la bandera de la armada española: «He resuelto que en adelante usen mis buques de guerra de bandera dividida a lo largo en tres listas, de las cuales la alta y la baxa sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio amarilla». Desde aquel día, esa bandera fue ocupando cada vez más espacios y fue siendo reconocida internacionalmente. Desde aquel día, los madrileños fueron incorporando y haciendo suya la bandera de un Rey querido por su austeridad y sencillez. Los madrileños veían cómo por primera vez en mucho tiempo se perseguía el despilfarro y se emprendía una política reformista. Se cuidaba su ciudad y su Rey valoraba, alentaba y reconocía el mérito por encima de cualesquiera consideraciones, incluyendo las de la sangre. Tiempo después la reina Isabel II dictaba , ya en 1843, otro Real Decreto ordenando que banderas, estandartes y escarapelas adoptaran todas los colores rojo y amarillo. La bandera de España se establece, entonces y en adelante, como bandera nacional en todo el territorio.
Han pasado los siglos, hemos sufrido el acontecimiento más desintegrador y devastador que una nación puede vivir, la Guerra Civil, y hemos vivido el período de reconciliación nacional más admirado y alabado en el mundo, representado por nuestra transición democrática. Nuestra bandera sigue siendo aquella que ideó « el mejor Alcalde de Madrid» . Es el símbolo de la Historia y de la unidad de todos los españoles y es símbolo de reconciliación y concordia. Y así debe seguir siendo. Nunca ha de empañarse el valor del símbolo, lo que representa. Nunca ha de ser utilizada para desunir o enfrentar. Se creó para identificar en el mar a todo un pueblo, para protegerlo. Se dibujó para unir a una de las naciones más antiguas del mundo bajo un emblema que a todos arropara. Cuando eso deje de suceder la bandera perderá su valor.
Ese símbolo, utilizado para distinguirse en la guerra, lo hemos utilizado ahora en Valdebebas para homenajear al pueblo de Madrid. Homenaje que se extiende, por supuesto, a toda España en esta otra lucha devastadora y silenciosa que estamos hoy librando. La lucha contra una pandemia que nos vuelve a poner a prueba. Que vuelve a ponernos frente al espejo. Que, otra vez, nos demuestra que debemos atacar juntos, sin rendijas, y defendernos a la vez, hombro con hombro y alentándonos continuamente, protegiéndonos, más juntos que nunca. El virus nos obliga a separarnos físicamente, a guardar distancia, a evitarnos . Pero solo estando en la trinchera muy pegados, evitando que haya espacio por el que nos alcance y ataque, podremos vencerle. Esa es la finalidad última de la bandera que hemos instalado en Valdebebas. La de tratar de seguir uniendo, animando y amalgamando a un pueblo. Y esa es una de las mayores fuerzas, irresistible, de un símbolo como la bandera. La del agradecimiento a los que cobija. Y no es otra su intención. En palabras del Alcalde José Luis Martínez Almeida el pasado día 23 de octubre, en el sencillo acto organizado por Valdebebas en ese homenaje a todos los que sufrimos y peleamos, de una u otra forma, contra el maldito virus, «Valdebebas representa en gran medida el futuro de la ciudad de Madrid». Esta afirmación que, como es natural, llena de orgullo a todos los que trabajamos para hacer de Madrid una ciudad cada vez mejor, resume también la intención de «la bandera de Valdebebas». Mostrar la capacidad de mirar al futuro en momentos tan difíciles como los que estamos viviendo. Reunir el ánimo y la voluntad de un barrio nuevo con la de todos los barrios de Madrid, con la de una ciudad entera, con la de todas las ciudades de Madrid y de España y encarar el futuro con la certeza de que las ciudades, las más castigadas y hostigadas por el virus, son las que serán capaces de encontrar las soluciones y se constituirán en centro desde el que comience la indudable victoria.
En ello radica la fuerza de una ciudad como Madrid para atacar y defenderse, para avanzar y esperar. En su capacidad para adivinar y prevenir, para comprender, para revisar y mejorar, con todo su talento y su capacidad. Y es que Madrid, como todas las grandes ciudades de España, sabrá y podrá vencer y crecer después de ganar. Traigo, entre ellas, a la ciudad de Barcelona con su capacidad de adaptación, su facilidad para ser vector de crecimiento y de innovación, su eterna vinculación mediterránea. Dos ciudades con modelos urbanos dispares pero mutuamente influenciados. En ambas se apuesta, ya sin complejos, por un crecimiento sostenible, por trabajar la movilidad cono fundamento para la generación de ciudad. Ambas buscan, desde puntos de partida muy diferentes, la implantación de un sistema integrado y global en sus áreas metropolitanas. Ambas ofrecen, desde distintos prismas y modelos de gestión, la virtualidad de estar procurando soluciones eficaces en esta pelea sorda y complicada. Madrid y Barcelona son los ejes alrededor de los que gira el inmenso acervo cultural español. Madrid es capital de España, Barcelona es propagadora de su cultura en el área geográfica, histórica y culturalmente, más influyente y potente del mundo, el área mediterránea.
Ciudades y banderas. Pasado, presente y futuro. Un desenlace conocido: la victoria. Lecciones que aprender, mejoras que implantar para ese futuro que será, lo será, mejor. Desde la serenidad. Desde el trabajo. Nos ha de animar la certeza del desenlace. Ni una rendija. Muy juntos. Hombro con hombro.