Yolanda Gómez
La renta mínima, un lujo que España no puede permitirse
Un ingreso mínimo vital cuesta un dinero que no tenemos, desincentiva el trabajo y fomenta la economía sumergida

La renta mínima vital se ha convertido en caballo de batalla dentro del Gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez y en una muestra de las discrepancias internas dentro del mismo. El vicepresidente, Pablo Iglesias , y el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, ... pugnan por llevarse el mérito de ser los padres de la idea y se pelean por el momento de ponerla en marcha. Mientras Iglesias apuesta por aprobar ya una renta mínima puente ante la situación de excepción que vivimos, Escrivá insiste en esperar un poco y aprobar una permanente. Pero en el fondo de la cuestión no hay diferencias. Ambos quieren que todo el mundo, trabaje o no trabaje, tenga unos ingresos mínimos, que las administraciones, es decir, todos los contribuyentes, tendrían que proporcionarle. Sin embargo, esta idea, que desde el punto de vista teórico podría parecernos cuando menos loable, para no dejar a nadie atrás, tiene muchos puntos negros, y el principal es que España, con una deuda pública que superará este año el 110% del PIB , difícilmente puede permitirse en estos momentos un lujo que ni los países más ricos del Norte de Europa se permiten. Eso sí, con la otra mano le decimos a los contribuyentes alemanes, daneses, holandeses… que nos den dinero sin condicionantes para repartir aquí lo que ellos no reparten entre sus ciudadanos. Pero analicemos algunos pros y contras de ese ingreso mínimo vital que trae de cabeza al Gobierno.
Sus principales detractores, entre los que me incluyo, apuntan como primer «pero» que no podemos permitírnoslo, al menos de manera permanente. Quizás tendría sentido que en un momento excepcional como el actual se ayude a todo el mundo con dinero público. Y aplaudo los ERTE, la flexibilidad en el pago de alquileres y la búsqueda de cobijo y comida para los sintecho, faltaría más… pero no podemos, o no debemos, institucionalizar de manera permanente una subvención para que salga más rentable quedarte en casa que sacrificarte y dejarte la piel en el trabajo, porque lo único que se puede conseguir de esa manera es que nadie quiera esforzarse y que la producción total del país caiga. Y no me cansaré de mostrar los ejemplos que tenemos no solo en el mundo, con Cuba y Venezuela como principales exponentes de ese reparto de la miseria, sino incluso dentro de nuestro propio país. No es casualidad que las comunidades autónomas con el PIB más bajo sean Andalucía y Extremadura. La instauración del famoso PER ha supuesto que a los ciudadanos les salga más rentable esperar a su cobro, y hacer unas chapucillas en «B», que abrir nuevos negocios o trabajar en otras cosas. Eso sin contar con la red clientelar y el voto cautivo que genera y que ha llevado a que nadie, sea del color político que sea, se haya atrevido a tocarlo.
Otro de los problemas que conlleva es el aumento de la economía sumergida. Lógicamente, si el dinero que vas a recibir no depende de tu trabajo, de tu esfuerzo… sino de las rentas totales que obtienes de otras fuentes, los perceptores intentarán ocultar esas otras rentas, y probablemente será mucho más rentable para ellos recibir una ayuda pública que complementen con ingresos en «B» que trabajar por cuenta propia o ajena en «A» y dejar de percibir el subsidio. Lo que por otro lado lleva a la injusticia que siempre supone la economía sumergida y que no es otra que mientras unos trabajamos y aportamos para sostener el sistema y las ayudas para quienes realmente las necesitan, otros se aprovechan de ellas.
Por tanto, totalmente de acuerdo en ayudar temporalmente a quien lo necesita mientras encuentra un empleo, pero lo importante es darle los medios para ganarse la vida. Por muy trillada que esté la imagen de la caña y el pez, para mí sigue siendo un claro ejemplo de lo que debe ser el mundo económico y social . La mejor manera de lograr la igualdad es darle a quien lo necesita las herramientas para ganarse la vida y la renta mínima no parece la mejor herramienta.
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