A vueltas con la posverdad en el reino de la fiscalidad
Cada cual, con su verdad. O su posverdad. Y para el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, la suya en concreto
«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí». Tal cual le dijo Jesús a Poncio Pilato al hilo de una conversación entre ambos en el Pretorio. Pilato entonces le dijo: «¿Así que tú eres rey?». Jesús respondió: «Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le preguntó: «¿Qué es la verdad?».
Buena pregunta. El término desde luego no tiene una única definición. El significado de la palabra «verdad» abarca desde la honestidad, la buena fe y la sinceridad humana en general, hasta el acuerdo de los conceptos con las cosas, los hechos o la realidad en particular. La existencia de la verdad absoluta es una discusión que, aunque ha estado siempre en la mente del hombre hoy se ha convertido en uno de los temas de mayor vigencia, hasta el punto de que muchos consideran que ha comenzado «la era de la posverdad»: la era de verdades que para muchos son amañadas y para otros ciertas.
Y en esas andamos en las distintas vertientes de la posverdad en la era de la comunicación. Mediática y política. Cada cual, con su verdad. O su posverdad. Y para el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, la suya en concreto, con la que maneja la fiscalidad, es la que está guiando los ajustes del país. Para eso fue «contratado» por otra parte. Y es que su reino, el de la recaudación y demás, no es de este mundo... me refiero al de la política. Donde más que verdad, hay posverdad. Ni guiños, ni no guiños. Si se puede, bien. Si no se puede, no se hacen esfuerzos en vano. Que luego vienen las broncas europeas. Y las multas. Si hay margen para que todos estemos más contentos, mejor. Si no lo hay, no hay prebendas para nadie. Así funciona su verdad. Montoro ya lleva muchos años en esto, entorno a su reino, y lo importante es tener la confianza del jefe, del presidente Rajoy. Y esa la tiene.
Mientras, entre bambalinas, mil verdades. O posverdades... Al lío. Esta misma semana el Gobierno lograba el apoyo de Ciudadanos (Cs) al techo de gasto para 2018 a cambio de acceder a ejecutar una rebaja en IRPF para las rentas más bajas, un primer paso antes de proceder a una reducción general del tributo para todos los trabajadores en 2019, ya en la recta final de la legislatura. En concreto, fue el presidente de la formación naranja, Albert Rivera, el encargado de anunciar que aquellos empleados que cobren entre 12.000 y 14.000 euros anuales, los llamados mileuristas, pagarán cero impuestos lo que, en la práctica, supondrá un ahorro medio anual de 400 euros. Una «zanahoria» ¿de Montoro? o ¿de otros miembros del Ejecutivo ajenos a su reino? ¿Para quién? ¿para los ciudadanos (en el doble sentido de la palabra) o para la diversidad de políticos/gobernantes al frente de las comunidades autónomas?
El caso es que Rivera, mientras hacía el anuncio, se felicitaba porque el ministro de Hacienda accediera finalmente a esta rebaja impositiva cuando hace apenas una semana «se negaba en redondo». Un cambio de parecer que es lo que ha suscitado las mil y un posverdades de costumbre. De hecho, en las negociaciones para sacar adelante la medida fiscal muchos situaban a la parte económica del Gobierno (el ministro de Economía, Luis de Guindos, con el secretario de Estado de Presupuestos, Alberto Nadal) y a los responsables económicos de Cs (Luis Garicano, José Manuel Villegas y Francisco de la Torre). En este contexto, y en línea con la decisión, al margen de quien sea la autoría, el ministro De Guindos se mostró convencido de que Bruselas entenderá la rebaja fiscal acordada ya que no implica modificar el límite de gasto y no va a suponer «la más mínima dificultad» para cumplir con el objetivo de déficit del 2,2%.
Cierto o no, sobre la mesa mediática está si queda en evidencia la potestad del «rey» de lo fiscal en el seno del Ejecutivo y si podría haberse abierto el melón de su sucesión. Pocas ambiciones políticas le quedan ya a estas alturas de la vida. Si el recambio viene de alguien de su, digamos, cuerda, como Fátima Báñez, actual ministra de Empleo, bienvenido será. Si le toca buscar nuevos horizontes (¿más allá de las fronteras? tengo mis dudas), también bienvenido será. Y si otro ministro más económico fusiona áreas y se hace con su reino... pues se irá con la satisfacción del trabajo bien hecho siempre y cuando España logre salir del procedimiento de déficit excesivo. En ello está. «Tengo dos noticias –decía antaño un predecesor suyo en otro Ejecutivo popular–. Una buena y otra mala. Empezaré por la buena: todo el mundo está en nuestra contra. Terminaré por la mala: el presidente nos apoya». Pues eso. De salidas «exprés», creo, nada.